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26 de agosto de 2015

1919: La semana de enero (7)

 Nos extendemos en el análisis detallado de la Semana de Enero de 1919 por su importancia para entender las profundas raíces de algunas cuestiones vigentes hoy en el movimiento obrero, en particular, y para la lucha revolucionaria en general. Estos hechos abrieron un período de tres años de combates que tuvieron características de boceto insurreccional en las ciudades, y de lucha armada obrera en zonas rurales como las desarrolladas durante las huelgas patagónicas de 1921.En este sentido, es importante analizar el comportamiento de las fuerzas tanto políticas y sindicales en esa época, como del gobierno y los distintos sectores de las clases dominantes. 
Entre el 13 y el 17 de enero se desarrolló la segunda parte de esta huelga, ya sin el apoyo de la central obrera sindicalista, ni del Partido Socialista, ni del recientemente fundado Partido Socialista Internacional. Los socialistas de Juan B Justo buscaron levantar la huelga general desde el principio de la misma. El 10 de enero, como dice Otto Vargas en El marxismo y la revolución argentina, Tomo 2: “con los mismos argumentos que habían usado los conservadores desde comienzos de siglo contra el movimiento obrero, hablaban de ‘la desnaturalización que ha sufrido un sacrosanto movimiento de protesta obrera por la intromisión de factores extraños a la organización regular y normal de nuestros gremios’. Así, sin plantear ninguna exigencia, levantaron una huelga que no habían iniciado”.
Las clases dominantes entraron en pánico y, con la vista gorda y complicidad del gobierno radical, descargaron una brutal represión. El comisario Romariz, uno de los oficiales de policía con actuación en esos sucesos, cuenta que era tal la confusión que en propio Departamento Central de Policía ante el temor de un asalto por parte de las masas, que se balearon entre sí y acribillaron a las viviendas vecinas durante más de media hora. Algo parecido ocurrió en el Correo Central. Los dirigentes de la FORA 9 Congreso se desvincularon de este suceso por “ser ajeno a los propósitos de protesta que persigue la clase obrera”. “Pensé que la revolución… tomaba las graves proporciones de una insurrección armada de todo el pueblo”, escribió Romariz.
Sigue Vargas “En muchas esquinas se improvisaron barricadas con automóviles, carruajes y otros vehículos. Los niños hacían también sus propias barricadas. Se impuso la rebaja de precios en almacenes y panaderías de Boedo, Patricios y Pompeya… ‘Se quemaron por las turbas desatadas infinidad de vagones de ferrocarril, de ómnibus, de coches de alquiler, de camiones y de automóviles’ escribió Ángel Carrasco, con asco oligárquico”.