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04 de noviembre de 2015

Crece el espionaje interno

Otra “herencia” del gobierno kirchnerista

 Días previos a las elecciones, dos diputadas del PRO “descubrieron” la existencia de listas de personas (políticos, periodistas, jueces, artistas, etc.) espiadas por los servicios de “inteligencia” del Estado. Más allá del evidente uso electoral de estas denuncias, sirvieron para tener más datos de cómo operan en la actualidad dichos “servicios”.

 Días previos a las elecciones, dos diputadas del PRO “descubrieron” la existencia de listas de personas (políticos, periodistas, jueces, artistas, etc.) espiadas por los servicios de “inteligencia” del Estado. Más allá del evidente uso electoral de estas denuncias, sirvieron para tener más datos de cómo operan en la actualidad dichos “servicios”.
Recordarán los lectores que el gobierno de Cristina Fernández, luego de la dudosa muerte del fiscal Alberto Nisman, se vio obligado a realizar cambios en la estructura del tenebroso aparato de “inteligencia”, que se mantiene desde la dictadura de Videla y del que todos los gobiernos, y en particular el kirchnerista, han hecho uso y abuso.
La transformación de la Secretaría de Inteligencia (SI) en la Agencia Federal de Inteligencia fue el camino elegido por el gobierno, junto con despedir al director operativo de la SIDE Jaime Stiuso (quien se convirtió en otro “enemigo” para los K), y poner al frente de la AFI a Oscar Parrilli, exsecretario general de la Presidencia.
A esta altura conviene aclarar que es de una ingenuidad peligrosa creer que el espionaje por parte del aparato del Estado hacia los habitantes del país, en particular sobre los luchadores sociales y políticos, y todo lo que “huela” a opositor, empezó en las últimas décadas. Es parte inherente al Estado como aparato de dominación de clase, y se podrían llenar libros con ejemplos a lo largo de toda nuestra historia.
Pero lo “novedoso” que salió a la luz con las denuncias de las diputadas, es la profundidad del entramado entre el aparato “civil”, por decirlo así, y el espionaje militar al que tanto desarrollo le dio este gobierno (pongamos como ejemplo sólo al Proyecto X de la Gendarmería), impulsado de manera exponencial por el ex jefe del Ejército, el genocida Milani, y mantenido por las actuales autoridades militares.
Porque venimos a saber que muchas de las escuchas se realizan desde dependencias del Ministerio de Defensa como el Citedef (Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa) ubicado en Villa Martelli a sólo metros de Tecnópolis.
El exministro de Defensa alfonsinista, Horacio Jaunarena, afirmó en un reciente artículo que en este predio operan “funcionarios de la ex Secretaría de Inteligencia”, y que el Ejército tiene “mayores capacidades que las antenas del Polo Constituyentes [se refiere al Citedef]”.
Este gobierno ha dado suficientes pruebas de respetar el siniestro acuerdo por el que, con el fin de la dictadura militar en el 83, se mantuvo intacto el aparato de la SIDE. Además del rol de Milani, hoy cesado en su cargo por el amplio repudio popular, tienen como secretario de Seguridad (y designado ministro por Daniel Scioli si llega a la presidencia), a un coronel de inteligencia del Ejército como Sergio Berni, que operó como espía del gobierno de Néstor Kirchner en Santa Cruz infiltrándose entre los mineros de Río Turbio. La presidenta hoy, así como Néstor Kirchner antes, se negaron sistemáticamente al reclamo de los organismos de derechos humanos de abrir los archivos de los servicios durante la dictadura. Cristina Fernández tiene entre sus sindicalistas preferidos a Gerardo Martínez, de la Uocra, denunciado hace años como integrante del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército Argentino.
 Está claro que la fuerza política a las que pertenecen las diputadas, el PRO (parte de Cambiemos), pretende utilizar este aparato a su favor en el caso de ganar las elecciones presidenciales en el balotaje. Son muy conocidas las denuncias sobre Mauricio Macri y sus ligazones con sectores policiales como el encabezado por el ex comisario Jorge “Fino” Palacios, al que el hoy candidato presidencial puso al frente de la Policía Metropolitana aunque tuvo que hacerlo renunciar por el repudio a este nefasto personaje.
 Estos servicios, todos, desde los que operan en cada comisaría hasta los dependientes de la hoy AFI o los de las Fuerzas Armadas, son parte de la disputa entre los diversos sectores imperialistas por el control de nuestra Patria. Esto, cuando en el mundo se refuerzan los factores de guerra interimperialista, y el gobierno nos ata a China y Rusia con sus “alianzas estratégicas”, sólo traerá mayores sufrimientos al pueblo. 
 No hay otro camino que el desmantelamiento de este podrido aparato represivo y de espionaje, “hasta que no quede piedra sobre piedra”, como planteó el PCR a fines de la dictadura, si realmente queremos avanzar en un camino de verdadera democracia y soberanía. Y eso no ocurrirá sin desarrollar la lucha y la unidad popular en las calles, en el Frente Popular, y fortaleciendo el PCR y el PTP, como piloto de las tormentas populares que se desatarán en los próximos tiempos.