“Los cultivos intensivos, con grandes extensiones, han expulsado al productor chico del campo, las economías de los pueblos han sufrido variaciones, entonces aparecen cánceres que no había, problemas bronquiales que antes eran de quienes vivían en la ciudad, en ciudades húmedas. Pero ahora vemos que esto se desarrolla en el campo, porque hay pueblos fumigados”, así arranca la doctora Elda Cargnel.
“Los cultivos intensivos, con grandes extensiones, han expulsado al productor chico del campo, las economías de los pueblos han sufrido variaciones, entonces aparecen cánceres que no había, problemas bronquiales que antes eran de quienes vivían en la ciudad, en ciudades húmedas. Pero ahora vemos que esto se desarrolla en el campo, porque hay pueblos fumigados”, así arranca la doctora Elda Cargnel.
Como se viene denunciando desde distintos lugares, el cultivo intensivo de soja viene destrozado las economías regionales: Se han formado grandes pooles de siembra, favorecidos por las políticas de los últimos años. “Es toda una trama y con esto tienen que ver políticas nacionales que tienen que cambiar, tratar de encontrar la forma más racional del uso y del consumo que vamos a tener”, arranca Cargnel.
Campos fumigados
La fumigación de campos es una de las principales causas de enfermedades. “La gente que vive en el medio del campo está fumigada. Están fumigadas las escuelas, el impacto que tiene en la salud, tiene consecuencias. A veces uno no lo ve en el primer momento pero lo ves después, en generaciones, porque se modifican ADNs, uno está consumiendo productos, te estás poniendo productos… el que tiene su casa en un pueblo pequeño o en el medio del campo, está fumigado. Vos lavás la ropa, la tendés para secar, y le está cayendo el rocío del veneno.”
La doctora Cargnel es rotunda que para detener este envenenamiento hay que promocionar otros cultivos. “Por ejemplo: el amaranto que es propio de nuestro país, de América Latina y es muy sustancioso. Pero en el norte, donde hay campos de soja, se han cambiado costumbres, se han cambiado cultivos. Hoy tenemos grandes producciones de soja con poblaciones enfermas… si bien es cierto de que el alimento es un problema de la humanidad, vos fíjate que cada vez hay más pobres y más excluidos. Esto no ha dado la solución.”
Acceso al agua sana
El otro gran tema en Argentina es el problema del acceso al agua sana: “La cuenca lechera de Ceres (Santa Fe), por el propio terreno, tiene valores de arsénico muy alto. Porque nuestro terreno es un terreno terciario, con mucha base arsenical”, explica. “Toda la zona de la pampa húmeda, tiene agua con mucho arsénico. De hecho Argentina siempre puso niveles de 50, porque no lo pueden bajar a nivel 10 que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). A partir de 10 microgramos de arsénico, ya hay problemas de potabilidad, aparecen las enfermedades. Entonces uno tendría que fijarse bien en la cantidad de hipertensos, de diabéticos.
El desarrollo de patologías
“Hay patologías que se han visto en aumento pero esto tiene que ver, un poco con los agrotóxicos que traen problemas respiratorios, otros muy asociados al cáncer como el glifosato Clasificación 2 A según la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer). Médicos de pueblos fumigados y científicos de diferentes universidades como Universidad Nacional de Córdoba, de Río Cuarto, de La Plata y de Rosario han llevado adelante estudios epidemiológicos que asocian la patología del cáncer y malformaciones con este herbicida y otros más.
Pero también hay otros, que son grandes disruptores endocrinológicos, que traen trastornos desde la tiroides hasta malformaciones en recién nacidos como las hipospadias y epispadias (problemas en las vías urinarias en los bebés varones) que son consecuencia de las grandes fumigaciones y la gran exposición de estos agrotóxicos.
“También se ven niños con problemas de conducta: por ejemplo el clorpirifós que se usó como insecticida en el hogar -está prohibido-, se usa mucho en veterinaria y en fumigación, en el paquete tecnológico de la soja. Las alteraciones que produce en el niño son de tipo excitatorio, son chicos que si están ante una exposición crónica los podés parangonar con un chico con Déficit de Atención e Hiperactividad, y muchas veces se buscan las causas cuando puede ser este insecticida.”
Según Cargnel, al respecto hay profesionales que están haciendo trabajos epidemiológicos en el interior y que la escuela es un buen lugar para detectar qué está pasando. “Al hospital nos llegan cuadros que no son fáciles de diagnosticar. Yo he atendido niños que han venido de Entre Ríos, con polineuropatías, por exposición a insecticidas que están prohibidos hace 12 años, pero que aparecen en sangre, porque perduran en tierra o en alimentos. Son chicos que teóricamente no tendrían por qué estar expuestos a insecticidas clorados (que forman parte de la docena sucia que se han ido perdiendo). Muertes por insuficiencias hepáticas que no se les ha hecho el diagnóstico a tiempo. Niños pasibles de transplante y otros que se han muerto y que no se han diagnosticado. Esto pasó en las tomateras en la provincia de Corrientes, por ejemplo.
“El endosulfán, recién en 2015 se termina de utilizar, porque lo siguieron usando en forma escalonada hasta terminar el stock. Eso no se debe hacer, cuando se prohíbe se prohíbe. Yo creo que hay que tener conciencia con todos los insecticidas que se usan porque son para matar, así como matan insectos los herbicidas… también nos están dañando porque somos seres vivos.
“Nosotros podemos hacer diagnóstico si hay un organofosforado o no, si hay una exposición crónica. En la ciudad de Buenos Aires no hay lugar oficial donde realizar el dosaje de glifosato en sangre, entonces nos vemos limitados en el diagnóstico. Si bien muchas veces nosotros hacemos diagnóstico desde lo clínico, decimos por descarte “puede ser esto”, nos falta poner el último sello. No puede ser que seamos un país productor agrícola ganadero, donde se usan agroquímicos a gran escala y que para hacer un diagnóstico tengamos que estar pensando siempre en lo clínico y no tener la confirmación de laboratorio. Sé que en algunas partes del país es posible dosarlo, pero no sé si la técnica está lista para que sea a nivel poblacional.
Un negocio que mata
El glifosato está en boga pero también hay otros venenos que son muy tóxicos, dentro de ellos el Clorpirifós y el endosulfán (SENASA lo ha retirado del mercado). “En la fruta se usan muchos insecticidas que después terminan en las acequias. Son cuadros que no se detectan”, afirma la médica. Pero ninguno de los otros herbicidas que los laboratorios propongan son inocuos, aclara: “Algunos derivan del 2,4D, el fenoxiacético tiene partículas cloradas, son persistentes y te pueden traer trastornos de piel, son derivados del Agente Naranja… todos dependen de la misma”.
El negocio de los tóxicos es interminable, y los daños también. Por eso, plantea la médica que hay que tener cuidado con las mezclas de diluyente y el mordiente de glifosato: Muchos de estos agrotoxicos necesitan como vehículo hidrocarburos, no se usa el de mejor calidad, sino el más barato, que tiene benceno. Entonces vemos un aumento de leucemias, y nos preguntamos hasta dónde no es también el vehículo que lleva ese principio activo. Porque algunos se diluyen en agua, pero la mayoría en solventes. Y eso también te contamina el suelo, las personas.
“Otra cosa nociva son los lavaderos clandestinos de los envases de insecticidas, porque el agua que usan va a las napas. No hay un control y hemos tenido niños intoxicados con esto. No sabemos todavía el alcance de su contaminación. Muchas veces esos envases son reciclados y vuelven en juguetes o los mandan a China para el tejido de bolsas de plástico. Y si no se lava bien, las moléculas persisten.
“En el cultivo de tabaco se utilizan agrotóxicos que son muy nocivos; lo hemos visto en chicos de Misiones. El tabaco es uno de los productos que más insecticidas y químicos lleva. De la nicotina derivan insecticidas como los neonicotinoides. Por algo las tabacaleras han sacado de los países centrales el cultivo de tabaco y lo han traído a estas regiones. Es una especie de genocidio disfrazado de verde, disfrazado de alimentos. Es una cadena interminable”, reflexiona la doctora Cargnel.
Un cambio de política agraria según nuestras necesidades
“En Argentina, ¿para qué queremos la soja? Es para hacer biodisel. Yo creo que tiene que haber producción, pero algo racional, no enfermemos a nuestros niños, porque son el futuro. Tenemos que apoyar producciones locales.: hoy el campo es expulsivo y además te va dejando la tierra improductiva: talás árboles, la lluvia no penetra como antes, te cambió todo el ecosistema. Al poner tanto insecticida, tanto herbicida, te elimina las lombrices que no producen humus. Te dicen bueno pero tenés urea. Pero estás modificando la tierra, estás poniendo químicos.
“Esta política deja muchísimas secuelas, no sólo las malformaciones, imaginate chicos viviendo todos los días prácticamente en un hospital, en tratamiento, para ir corrigiendo cosas, pero hay otras que ya no se pueden corregir. Por eso, se necesita un cambio de políticas agrarias que atiendan la necesidad de alimentos pero preservando la salud de la población”, concluye Cargnel.