El puñado de policías del pequeño pueblo santafesino de Cayastá fue él héroe de la captura de los tres narcoasesinos: los hermanos Lanatta y Schillaci. En los 14 días que van desde la fuga a la captura, el gigantesco aparato “de seguridad” —heredado del gobierno de Cristina Kirchner y al que el gobierno de Macri adoptó con un retoque de las cúpulas—, dejó en evidencia la corrupción de ese aparato, su podredumbre, y la impotencia de la ministra Patricia Bullrich y su “equipo” para enfrentar este episodio del tsunami narco que sufren cada día las masas populares. También mostró las feroces internas dentro, y entre, esas fuerzas, que tienen que ver con la feroz disputa por la hegemonía en el bloque dominante.
Del penal a Santa Fe
Los tres fugitivos estaban en un penal de máxima peligrosidad en el que las cámaras no graban o no funcionan, en la enfermería y juntos, y no en sus celdas, con un solo custodio (otro no llevaba armas “por cuestiones de conciencia”), se subieron a un coche y salieron por la puerta grande. Así es el servicio penitenciario, puede abrir la puerta o puede torturar.
Es enorme el aparato que funcionó para la fuga. Jueces, y fiscales de Gils Carbó, que daban tiempo antes de ordenar un allanamiento o una pinchadura de teléfonos, las telefónicas demorando días para informar, y servicios de inteligencia que pinchan los teléfonos de cualquier dirigente popular y no tienen pinchados los de narcos peligrosos.
Ya en la calle, la Bonaerense les garantizó zonas liberadas para que se hicieran de la logística necesaria para la fuga: vehículos, armas, lugares para alojarse, a través de contactos conocidos y que debieron estar fuertemente custodiados. Hubo episodios de distracción. La jefatura política bonaerense afirmó que “los tenían rodeados”, cuando los prófugos llegaban tranquilos a Santa Fe, donde, al parecer, habrían estado cerca de subirse a una avioneta y desaparecer hacia algún país vecino.
Por los caminos santafesinos
Las andanzas de los prófugos en Santa Fe son otra película. Se burlaron del “cerrojo” de Bullrich para dormir cómodamente en Santa Fe, comprando víveres y medicamentos, rotando los vehículos y lugares de ocultamiento. No se sabe todavía cuáles estaban preparados o fueron provistos por quienes los auxiliaban en la fuga, y cuáles fueron requisados a punta de pistola.
Un hecho importante, es que hubo numerosos llamados de la población santafesina dando pistas, y “el aparato de seguridad” llegó siempre tarde. Eso muestra la podredumbre de ese “aparato”, que filtraba información a los prófugos para que siempre estuviesen un paso más adelante, inutilizando las informaciones que proveía el pueblo.
Sea porque les hubiese fracasado la fuga en la avioneta, o por el cansancio y la falta de logística para continuar, se entregó Martín Lanatta a la comisaría Cayastá. En medio del descrédito del aparato “de seguridad nacional”, y con la desesperación de aparecer en las cámaras de TV que tiene la ministra Bullrich, el gobierno cometió la payasada de anunciar la captura de los tres prófugos. ¿Por qué no le pidió a la policía santafesina que le pusiera a los capturados en la cámara de un celular, antes de salir corriendo a mostrarse como “la heroína” que no había sido? Le hubiera evitado a Macri el papelón de felicitar a los que no habían sido parte de esa “captura”.
La “primera prioridad”
Macri llegó al gobierno prometiendo que su “primera prioridad” era “la lucha contra el narcotráfico”, para lo cual, Gendarmería y Prefectura iban a volver a su función de custodiar las fronteras. Lo dijo en su asunción a la presidencia. Después cambió, y consideró, como “primera prioridad”, negociar con la Bonareanse y reforzarla con la Federal, Gendarmería y Prefectura, para reprimir “saqueos y ocupaciones” que supuestamente se preparaban para fin de año. Al mismo tiempo, anunció la preparación de un “protocolo”, para “reglamentar” los piquetes.
Macri nombró a Patricia Bullrich ministra de Seguridad. En un gobierno con tantos gerentes, lo único que gerenció Bullrich fue el ministerio de Trabajo de la Alianza de De la Rúa. Y su “gran obra”, fue anunciar que iba a “desalojar las rutas”, cuando decenas de miles de mujeres salían a reclamar comida para sus hijos en medio de la terrible hambruna que provocó la política de la Alianza, de descargar aquella crisis económica sobre los trabajadores y el pueblo. Fracasó Bullrich por la firmeza de esas madres y esos padres en las rutas, que le torcieron el brazo en el histórico corte de La Matanza. Poco después, el gobierno de la nefasta Alianza huyó en helicóptero el 20 de diciembre del 2001.
Ahora, es notable el silencio de Aníbal Fernández y la cúpula kirchnerista.
Así no, hay otro camino
¿Cómo piensa el gobierno de Macri y su ministra de Seguridad? ¿Quién paga los platos rotos por los negociados del kirchnerismo con los dueños de Cresta Roja? Los trabajadores que salen a la ruta defendiendo su puesto de trabajo y el alimento para sus hijos, a ellos los reprimieron. Los responsables de esa situación, los patrones y los funcionarios K, disfrutan en sus casas.
Represión y protocolo para sacar al pueblo que reclama por derechos, si. Represión y protocolo para los responsables de haber llevado el país a esta situación, no.
Macri prometió trabajo genuino, y ahora, gobierno nacional, provincias y municipios, llevan adelante una oleada de despidos, miles y miles. Cada repartición echa, no a los ñoquis K que cobran $50.000 ó más, sino a trabajadores que ganan un sueldo para malvivir, que en algunos casos apenas es de $1.500. Así, en lugar del trabajo genuino prometido, les dan palos y balas de goma a municipales de Echeverría y La Plata.
Entonces, policías, gendarmes y prefectos ¿para qué? Para aplicar el protocolo que intenta sacar al pueblo de las calles, poniendo una infracción de tránsito por encima de los derechos humanos y constitucionales del pueblo a un trabajo digno y alimentar a su familia.
Ese “aparato de seguridad” que sirve al objetivo de reprimir la protesta popular, es absolutamente funcional al gigantesco negocio y la capacidad de corrupción del narcotráfico. Es cierto que el macrismo, casi todo, lo heredó, del gobierno K y los anteriores. Pero la Metropolitana es parte de ese aparato, fue hecha por Macri, y mostró la hilacha en la represión al Indoamericano y el Borda.
Hay otro camino. Después del papelón del “cerco” a los prófugos en Buenos Aires, los datos del pueblo santafesino fueron los que crearon las condiciones para reducir el espacio en el que se movían los prófugos. Brotan en numerosos lugares del país organizaciones de prevención de la droga, de lucha contra el dominio territorial de los narcos en complicidad con comisarías, jueces y políticos, y de recuperación de jóvenes adictos. En México la rebelión popular frente al narcoasesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa demostró que era posible enfrentar a los narcos, en un país en el que el Estado es una sociedad de políticos y narcos con la DEA yanqui. La DEA es la agencia del Estado yanqui que garantiza el negocio de la droga a 65 millones de consumidores de Estados Unidos, y que las millonarias “ganancias” vayan a sus bancos. Vidal acaba de darle la dirección a la Bonaerense.
Solo la más amplia, libre y profunda movilización popular, puede crear las condiciones para enfrentar el narcotráfico, que ha penetrado profundamente en el territorio, la economía y el aparato del Estado argentinos.
En este año del Bicentenario de la declaración de la Independencia de toda dominación extranjera, los trabajadores, los campesinos, las mujeres y los jóvenes, debemos y podemos avanzar en la autoorganización popular para enfrentar también a ese nuevo y poderoso enemigo, en el camino de la segunda y definitiva independencia, que barra con todas las lacras de esta sociedad de explotados y explotadores, de opresores y oprimidos, ganando en fuerza y experiencia para llegar a que el pueblo pueda ser dueño del gobierno y construya su nuevo Estado.