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11 de febrero de 2016

Etractado del trabajo de Lenin ¿Qué hacer?, escrito en marzo de 1902* (Cuadernos… del hoy, Sobre el sindicalismo [1] y [2], números 180 y 181).

Lucha económica y lucha política

De la experiencia histórica del proletariado

¿Qué sentido concreto, real, tiene el hecho de plantear ante la socialdemocracia la tarea de “imprimir a la lucha económica misma un carácter político”? La lucha económica es la lucha colectiva de los obreros contra los patronos por conseguir condiciones ventajosas de venta de la fuerza de trabajo, por mejorar las condiciones de trabajo y de vida de los obreros. Esta lucha es, necesariamente, una lucha profesional, porque las condiciones de trabajo son extremadamente variadas en los distintos oficios y, por tanto, la lucha por la mejora de estas condiciones tiene que hacerse forzosamente por oficios (por los sindicatos en Occidente, por asociaciones profesionales de carácter provisional y por medio de volantes en Rusia, etc.). Imprimir a la “lucha económica misma un carácter político” significa, por tanto, procurar la consecución de esas mismas reivindicaciones profesionales, de ese mismo mejoramiento de las condiciones de trabajo en los oficios por medio de “medidas legislativas y administrativas”. Es justamente lo que siempre hacen y han hecho todos los sindicatos obreros.
¡Así, pues, la frase pomposa de “imprimir a la lucha económica misma un carácter político”, “terriblemente” profunda y revolucionaria, oculta, en el fondo, la tendencia tradicional a rebajar la política socialdemócrata al nivel de la política sindicalista! En efecto, la frase “imprimir a la lucha económica misma un carácter político” no tiene absolutamente ningún otro contenido que la lucha por las reformas económicas.
 La socialdemocracia revolucionaria siempre ha incluido y sigue incluyendo en la órbita de sus actividades la lucha por las reformas. Pero utiliza la agitación “económica” no sólo para reclamar del gobierno toda clase de medidas, sino también (y en primer término) para exigir que deje de ser un gobierno autocrático. Además, considera su deber presentar al gobierno esta exigencia no sólo sobre el terreno de la lucha económica, sino también sobre el terreno de todas las manifestaciones en general de la vida social y política. En una palabra, como la parte al todo, subordina la lucha por las reformas a la lucha revolucionaria por la libertad y el socialismo.
Las concesiones “económicas” (o seudo-concesiones) son, se entiende, las más baratas y las más ventajosas para el gobierno, pues espera ganarse con ellas la confianza de las masas obreras. Precisamente por eso, nosotros, los socialdemócratas, no debemos de ningún modo y absolutamente por ningún motivo dar lugar a la opinión (o a la equivocación) de que apreciamos más las reformas económicas, de que justamente estas reformas las consideramos de particular importancia, etc. ¡Como si la masa obrera no fuese capaz (y como si no hubiese demostrado su capacidad, pese a todos los que cargan sobre aquélla el filisteísmo propio) de sostener activamente toda protesta contra la autocracia, incluso la que no le promete absolutamente ningún resultado tangible!
 
 
Notas:
* Cuando Lenin se refiere a la “socialdemocracia revolucionaria” está hablando de la corriente marxista que, luego de la traición de los revisionistas, retomaría el nombre de comunista (nota de hoy).