Carne de yugo, ha nacido
	más humillado que bello,
	con el cuello perseguido
	por el yugo para el cuello.
	Nace, como la herramienta,
	a los golpes destinado,
	de una tierra descontenta
	y un insatisfecho arado.
	Carne de yugo, ha nacido
	más humillado que bello,
	con el cuello perseguido
	por el yugo para el cuello.
	Nace, como la herramienta,
	a los golpes destinado,
	de una tierra descontenta
	y un insatisfecho arado.
	Entre estiércol puro y vivo
	de vacas, trae a la vida
	un alma color de olivo
	vieja ya y encallecida.
	Empieza a vivir, y empieza
	a morir de punta a punta
	levantando la corteza
	de su madre con la yunta.
	Empieza a sentir, y siente
	la vida como una guerra,
	y a dar fatigosamente
	en los huesos de la tierra.
	Contar sus años no sabe,
	y ya sabe que el sudor
	es una corona grave
	de sal para el labrador.
	Trabaja, y mientras trabaja
	masculinamente serio,
	se unge de lluvia y se alhaja
	de carne de cementerio.
	A fuerza de golpes, fuerte,
	y a fuerza de sol, bruñido,
	con una ambición de muerte
	despedaza un pan reñido.
	Cada nuevo día es
	más raíz, menos criatura,
	que escucha bajo sus pies
	la voz de la sepultura.
	Y como raíz se hunde
	en la tierra lentamente
	para que la tierra inunde
	de paz y panes su frente.
	Me duele este niño hambriento
	como una grandiosa espina,
	y su vivir ceniciento
	revuelve mi alma de encina.
	Lo veo arar los rastrojos,
	y devorar un mendrugo,
	y declarar con los ojos
	que por qué es carne de yugo.
	Me da su arado en el pecho, 
	y su vida en la garganta,
	y sufro viendo el barbecho
	tan grande bajo su planta.
	¿Quién salvará este chiquillo
	menor que un grano de avena?
	¿De dónde saldrá el martillo
	verdugo de esta cadena?
	Que salga del corazón
	de los hombre jornaleros,
	que antes de ser hombres son
	y han sido niños yunteros.
		Miguel Hernández (1910-1942) nació en Orihuela, España, y falleció en una cárcel franquista a los 31 años. Poeta campesino (“el más real de todos”, dijo Vicente Aleixandre ante su tumba), fue comunista y combatió en la Guerra Civil Española: “…aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo, / y defiendo tu vientre de pobre que me espera. // Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado, / envuelto en un clamor de victoria y guitarras… // Es preciso matar para seguir viviendo”. Sus libros son: Perito en lunas (1933), El silbo vulnerado (1934), El rayo que no cesa (1936), Viento del pueblo (1937), El hombre acecha (1939), Cancionero y romancero de ausencias y Poemas últimos (1938-1941). Reproducido de Poesía social y revolucionaria del siglo 20. Selección y notas, Jorge Brega, Editorial Ágora, segunda edición, 2012