La corrida de febrero obedeció, en lo inmediato, a la errática estrategia cambiaria del Banco Central, en el marco de un gobierno que, por sus desavenencias internas, no ha definido una estrategia antiinflacionaria ni un programa de reordenamiento fiscal.
La corrida de febrero obedeció, en lo inmediato, a la errática estrategia cambiaria del Banco Central, en el marco de un gobierno que, por sus desavenencias internas, no ha definido una estrategia antiinflacionaria ni un programa de reordenamiento fiscal.
Primero, Sturzenegger subió abruptamente las tasas y dejó bajar el dólar libre a 13,10 pesos, cuando los formadores de costos ya habían fijado precios a 14,40.
Después bajó abruptamente las tasas y sin ninguna intervención dejó que el dólar superara los 15 pesos.
La corrida forzó otro cambio: el BCRA se vio obligado a intervenir fuerte y perder reservas. El BCRA salió de su pasividad y en apenas tres días, entre 26 de febrero y el lunes 1° de marzo, vendió US$515 millones de las reservas. Y como no resultó suficiente, cuando arrancaban las operaciones del martes puso sobre la mesa US$500 millones: no fue necesario usarlos, alcanzó con mostrarlos.
Simultáneamente, el mismo martes hizo otra jugada fuerte, un incentivo al fin para que los grandes operadores buscasen ganancias en otro lugar. Ofreció tasas de interés del 37% anual en el plazo más corto de 35 días, o sea, por encima de cualquier índice de precios.
En la inestabilidad cambiaria también influye la sorda disputa en el gabinete por la disputa entre los distintos sectores del bloque dominante cuyos intereses representan sus distintos miembros.
Hay una larga historia de cortocircuitos entre ministros de Economía y jefes del Central. El punto es que éste ocurre hoy y en una circunstancia bien complicada para un gobierno tironeado de todas partes. No es ni ha sido la única puja. Y eso habla de un déficit político de coordinación, por más reuniones de gabinete que existan.
Hasta ahora las discusiones mantienen los modales y están contenidas. Todos tienen un argumento de peso para su defensa: actúan de acuerdo a las órdenes que emanan de Marcos Peña, el poderoso jefe de Gabinete. La decisión política de la Casa Rosada es no anunciar ningún plan de ordenamiento fiscal ni tampoco uno antiinflacionario. Marcos Peña y Jaime Durán Barba consideran que esos anuncios podrían dañar la imagen de Macri.
El acto de contrición que llevó adelante el BCRA, al convalidar un incremento de casi seis puntos en interés a corto plazo –pese al freno extra que eso implica para una economía ya inmersa en recesión–, reitera la misma manera de actuar que en los días posteriores a la apertura del cepo. De hecho, la curva de tasas queda casi tan invertida (con rendimientos más altos para los plazos más cortos) y empinada como en ese entonces, lo que supone reconocer la turbulencia actual. Pero también deja a la vista que optó por pagar temporalmente ese costo con tal de disminuir la presión sobre sus debilitadas reservas, que permanecen en el nivel crítico en que las dejó el kirchnerismo, más allá de los anabólicos vía préstamos recibidos en enero.
El desconcierto en el gobierno de Macri tiene que ver con que la devaluación finalmente se exacerbó en el momento menos indicado del mes: cuando el precio de la divisa termina de ponerle número a la pesada herencia que debe afrontar el BCRA por los millonarios contratos de futuros que la anterior administración colocó en el mercado a precios bajos.
Esto es porque dicho perjuicio se determina en función de la diferencia entre el precio al que fue pactada esa operación (promedio de $ 10,40 para ese mes) y el que efectivamente marca el último día del mes. “A esta altura puede decirse que heredaron un quebranto de 40.000 millones de pesos por Vanoli. Pero también que lo agravaron en 20.000 millones en dos meses al no poder administrar el precio del billete”, sostuvo Eric Ritondale, de Econviews.
Las tasas de interés, que se ubican en el 37% anual para colocaciones de corto plazo, reabren una puja con el dólar que, desde hace más de un mes había quedado definida muy a favor de las posiciones en divisas por el sendero bajista de los rendimientos en pesos en un contexto de aceleración de la inflación local.
El dólar acumula un aumento de $ 2,66 (20%) en lo que va del año, aunque buena parte de ese recorrido alcista lo mostró desde comienzos de febrero, cuando escaló sin ningún tipo de pausa de $14,30 al nivel actual, frenado por el momento en torno a los 16 pesos con las draconianas tasas de interés que aumentan el déficit cuasi fiscal del BCRA.