A partir del escándalo FIFA, a poco de ser reelecto su expresidente Joseph Blatter, la más rica y corrupta organización deportiva del mundo, acudió a un lavado de cara para recuperar la credibilidad y el aporte económico de sus sponsors.
A partir del escándalo FIFA, a poco de ser reelecto su expresidente Joseph Blatter, la más rica y corrupta organización deportiva del mundo, acudió a un lavado de cara para recuperar la credibilidad y el aporte económico de sus sponsors.
La Comisión de Ética de la FIFA suspendió a Blatter y a Michel Platini (vicepresidente de FIFA y presidente de la UEFA) por 6 años para participar de toda actividad vinculada al fútbol, por el desvío de casi 2 millones de euros.
El 26 de febrero se realizó una nueva elección, donde compitieron cuatro candidatos: la mano derecha de Platini, Giani Infantino, el jeque bahreiní Salman Ben Ibrahim Al-Khalifa, el príncipe jordano educado en Inglaterra y EEUU Ali Ben Al-Hussein y el diplomático de carrera francés Jérôme Champagne.
Giani Infantino -que manejaba la federación europea y que, según Diego Maradona, movía las bolillas “frías” en los cuestionados sorteos de la FIFA- resultó electo presidente en segunda vuelta por 115 a 88 votos de Salman, ambos, los más votados en primera ronda.
Futbolista amateur, abogado de 45 años, suizo italiano y fanático del Inter de Milán, Giani Infantino, cuenta como antecedentes en su gestión en la UEFA haber multiplicado los ingresos y aplicar normas del llamado Fair Play financiero, que implicaría que los clubes clasificados a competiciones UEFA deben demostrar que no tienen deudas pendientes con otros clubes, con sus jugadores o con el fisco.
Con gran apoyo de las federaciones de Europa y América, Infantino apuntó en su discurso a “luchar contra la corrupción” en un contexto donde decenas de altos dirigentes están siendo investigados y juzgados por millones de dólares que corrieron sin control por el pago de coimas en la concesión de casi todos los mundiales de los últimos veinte años y los de la próxima década.
Por su parte, Blatter apoyó al jeque Salman, ex secretario general del Consejo Supremo para la Juventud y Deporte de Bahrein, quien se encuentra acusado de participar en la detención ilegal y tortura de más de 150 atletas y dirigentes deportivos, entre otros hechos de represión en la llamada “primavera árabe”.
Promesas de campaña
que dieron frutos
Infantino prometió repartir el 25% de los más de U$S 5.000 millones de ganancia que tiene la FIFA cada 4 años a las federaciones. Esto significa que si cada federación recibe U$S 1.000.000 cada 4 años pasará a recibir U$S 5.000.000 en el mismo período.
Asimismo, propuso ampliar la cantidad de selecciones participantes en los campeonatos mundiales a partir del mundial en 2026, pasando de las 32 actuales a 40. A Sudamérica se le prometió otra plaza, con lo que pasaría a tener 5 clasificados directos y un posible sexto vía repechaje.
El cambio de gestor en la FIFA obedece a recuperar los sponsors que no renovaron sus contratos en 2015 como consecuencia del escándalo de corrupción. Por ejemplo con la baja de la aerolínea Emirates y la empresa de tecnología Sony, perdió ingresos por más de U$S 500 millones. Vale recordar que un tercio de los ingresos de la FIFA obedece a sus patrocinadores.
En esta elección de FIFA, puede verse claramente la puja entre las corporaciones económicas tradicionales y el dinero de los petrodólares árabes y la mafia rusa para manejar el fútbol mundial.
En conclusión, como el fútbol profesional es un negocio, sigue siendo manejado por empresarios y políticos, y no por deportistas.