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18 de mayo de 2016

La carestía de la vida

Crónicas proletarias

“La carestía de la vida es un mal endémico del régimen capitalista y tiene con él una ligazón tan fuerte que sólo será posible curarlo destruyendo el sistema que lo prohija”. Esto decía la Memoria y balance del Consejo Federal al undécimo congreso de la FORA sindicalista en 1920. Reflejaba de esta manera la preocupación de un sector del movimiento obrero organizado frente al alza del costo de la vida, y planteaba que, frente al mismo, el camino era la lucha por recuperar salarios. 1919 fue el año con más huelgas en décadas: 367 con la participación de miles de trabajadoras y trabajadores.
El Partido Socialista, por su parte, tenía una larga tradición en la denuncia por el “alza del costo de la vida y”, y ponía el acento en la organización de los “consumidores” y la promoción de “cooperativas de consumo” que abaratasen el costo de los productos. La cooperativa El Hogar Obrero fue fundada en 1905, y su sección “Consumo” operaba desde 1913.
El diputado socialista Nicolás Repetto fue uno de los principales impulsores del “Comité pro defensa de los consumidores”, y el concejal del PS en la Ciudad de Buenos Aires, Spinetto, impulsó la Comisión Especial Pro Abaratamiento de la Vida del Concejo Deliberante.
Diarios burgueses como La Prensa reflejaban cotidianamente la inflación que se generalizaba, tras el fin de la primera guerra. Los rubros principales en los que los diarios constataban esta suba eran los alimentos, vestimenta y vivienda. Optamos por el relato desde la prensa del momento, sin dejar de mencionar que ya en esos años se comenzaron a elaborar completas tablas estadísticas desde órganos estatales y de investigadores. Se consignaba que en 1919 se necesitaba $173 para adquirir los productos que en 1910 se conseguían a $100, y en 1914 a $146.
Esta carestía se sumaba a las condiciones de superexplotación en los lugares de trabajo, y el hacinamiento en conventillos y viviendas precarias. Pese a la rebelión de los inquilinos de 1907, poco había cambiado para miles de trabajadoras y trabajadores. En 1919, una pieza de madera y zinc, sin ventanas, le costaba al inquilino el 25% del salario mensual de un obrero promedio.
Un artículo del diario Santa Fe del 12 de septiembre de 1919, comentando un proyecto de venta económica de pescado económica a cargo de la municipalidad decía que así se terminaría “con el monopolio de los que se han adueñado del mercado e imponen precios irrisorios a los pescadores y completamente fabulosos al consumidor”. Cualquier parecido con la realidad actual no es pura coincidencia.