John Murray Forbes llegó a Buenos Aires en octubre de 1820, designado cónsul por el gobierno de EEUU. Era la continuación del acuerdo que la Junta Grande celebrara con el secretario de Estado Monroe, por el cual se compraron armas y se permitió la instalación permanente de un observador norteamericano en el Río de la Plata.
John Murray Forbes llegó a Buenos Aires en octubre de 1820, designado cónsul por el gobierno de EEUU. Era la continuación del acuerdo que la Junta Grande celebrara con el secretario de Estado Monroe, por el cual se compraron armas y se permitió la instalación permanente de un observador norteamericano en el Río de la Plata.
Cuando llegó, el gobierno nacional se había disuelto, y trató con el gobierno de la provincia de Buenos Aires, luego con Rivadavia y también con Rosas. Los informes que produjo, algunas cartas y opiniones, se encuentran recopilados en el libro Once años en Buenos Aires, editado en 1956, por Emece. La propia edición de este libro merece comentarios políticos, dado que como algunas otras cosas semiocultas, se planeó su difusión durante el gobierno del general Perón, pero producido el golpe gorila de 1955, el libro salió recién un año después. No se volvió a editar, a pesar de que contiene importantes datos de valor histórico.
Le escribe al secretario Adams “El constante crecimiento de la influencia británica acá, es cosa difícil de imaginar. Su origen político está en los deseos de esta gente de obtener el reconocimiento de su independencia por parte de los ingleses y su motivo comercial debe encontrarse no solo en la riqueza individual de los comerciantes ingleses, sino en el hecho de que controlan prácticamente las instituciones públicas y muy especialmente un banco gigante que a través de los favores que concede a los comerciantes necesitados, ejerce el dominio de las opiniones de ese grupo. Su influencia se hace todavía más poderosa porque los ingleses adquieren a menudo grandes estancias en el campo, en síntesis, no es exagerado afirmar que Inglaterra deriva de este país y de Chile todos los beneficios de una dependencia colonial, sin tener que incurrir en los desembolsos ni asumir las responsabilidades de una administración civil y militar”.
Más adelante Forbes reconoce que los ingleses llegaron primero; dice “El grupo más despreciable de comerciantes ingleses que está chupando la sangre al país, con un comercio desproporcionado a sus recursos, tiene más influencia que lo que podía tener cualquier ministro que enviemos nosotros… Vastas mansiones, antes ocupadas por las principales familias del país, están ahora en poder de comerciantes ingleses”.
Casi un siglo después, cuando el imperialismo ya había mostrado sus rasgos como etapa superior del capitalismo, Lenin, pudo observar cosas parecidas sobre la Argentina, como modelo de país dependiente, con una independencia política solo formal.
Forbes falleció en Buenos Aires en 1831, a la edad de 60 años. El libro tiene importantes consideraciones sobre la campaña de San Martín en Perú y también una interesante observación sobre Rosas. Además hay una crónica del voto en el congreso norteamericano para reconocer nuestra independencia, con los diversos sectores que debatían el tema, así como el pedido denegado de aplicar la doctrina Monroe en la guerra contra Brasil, por considerar que Portugal era un potencia europea; le contestaron que era una guerra local sudamericana y que los EEUU debían ser neutrales.