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26 de octubre de 2016

El objetivo de frenar la inflación tomando sólo su aspecto monetario –manteniendo sus causas de fondo– resulta en un incremento de la especulación financiera basada en un aumentado endeudamiento del Banco Central a altas tasas de interés, ahogando el consumo y toda inversión productiva.

Una política monetaria perversa

El aumento de la deuda y el déficit del Banco Central

 

 
Tras la drástica devaluación del peso de diciembre de 2015, para evitar que el excedente pesos en “el mercado” se fuera a una mayor compra de dólares, el Banco Central elevó las ya leoninas tasas de interés que pagaba el kirchnerismo, a un astronómico 39% anual. Así sostuvo e incrementó el volumen de la “bicicleta financiera” a favor de los grandes bancos, heredada de Kicillof-Vanoli, tomando más deuda propia (la llamada deuda cuasi fiscal), principalmente emitiendo las letras llamadas Lebac, aumentando también el déficit del Banco Central (llamado déficit cuasi fiscal) por el aumento de los intereses que paga todas las semanas o meses, según su plazo.
El mantenimiento de esta bicicleta no es gratuito: requiere semanal o mensualmente emitir mayor cantidad de Lebac que las que vencen y mantener sus elevados intereses, con lo que se sigue aumentando la deuda y el déficit cuasi fiscales. A esto se sumó, en el primer semestre de 2016, la mayor emisión de letras para pagar la estafa montada por el kirchnerismo con la venta de dólares a futuro, que el macrismo pagó avalando su “legalidad”, pese a que todavía sigue el juicio a Cristina y sus funcionarios. Unos 70.000 millones de pesos más con sus exorbitantes intereses, a favor de los grandes bancos y cerealeras imperialistas, que fueron sus principales beneficiarios.
La creciente montaña de Lebac y sus intereses ha proseguido con el ingreso de dólares especulativos del exterior. Es el llamado carry trade: si el dólar no sube o sube menos que la inflación esperada, pueden conseguir un buen retorno en esa moneda, contratando incluso seguros de cambio. Así, los “inversores” ingresan dólares que se cambian por pesos para ganar la diferencia entre las tasas de interés y el práctico “planchamiento” del dólar, que ese mismo ingreso de dólares genera. A ello se suman también los ingresos de dólares por el endeudamiento del gobierno nacional y la Ciudad de Buenos Aires y las provincias, que el Banco Central tiene que cambiar por pesos, aumentando aún más la deuda propia (ya que debe emitir más Lebac para absorber los pesos que emite para comprar esos dólares).
Incluso el tan festejado endeudamiento en pesos del gobierno nacional a tasas más bajas, no ha aliviado el aumento de esta carga al Banco Central. Por ejemplo, sobre el nuevo bono en pesos emitido por el Tesoro Nacional el 30 de septiembre –del que se tomaron $50.000 millones para dejar la tasa al 18,20% anual– el 77% fue a cambio de dólares que ingresaron del exterior especulando con la política de “contención del dólar” por el año electoral. El decir también ha implicado por esos dólares una mayor emisión de pesos y la necesidad del Banco Central de absorberlos, con más deuda propia y manteniendo altos los intereses.
 
Una bola imparable
Por todo lo descripto, la recuperación de reservas se da con la contrapartida de un mayor aumento de la deuda y el déficit cuasifiscales del Banco Central. A fines de septiembre, las Lebac no solo superan el stock de circulante, sino que crecen a una velocidad mayor que la base monetaria. Así el stock de letras ya ascendía a $658.300 millones, equivalentes a 42.830 millones de dólares; un volumen que casi duplica al de fines de diciembre de 2015. Y como una cosa crece con la otra, según la consultora Ledesma, en lo que va del año el Banco Central ya debió pagar $105.000 millones en intereses por las Lebac.
Todo potente y especulativo: cerca de la mitad del stock está fuera del sistema financiero y, en plena escalada, ya iguala a las dos terceras partes de los depósitos a plazo fijo. El resto corresponde a los bancos y también va animado por el diferencial en las tasas de interés: 26,7% de las letras contra el 20% de los plazos fijos. Así se entiende la popularidad que han adquirido las Lebac entre quienes nunca invirtieron en otros productos financieros que no fuesen depósitos o dólares. Y se entiende que también entre ellos haya prendido la muy rendidora bicicleta que lleva de los pesos al dólar, aprovechando, además, el tipo de cambio cuasi fijo.
 
Se mantienen las elevadas tasas
La semana pasada el titular del Banco Central, Sturzenegger, se sumó al relato oficial de que la tasa de interés conseguida por el Tesoro sería demostrativa de que la inflación ya ha sido domada. Pero luego del optimismo que mostró el martes 18 a la mañana, a la tarde de ese mismo día resolvió mantener sin cambios la tasa referencial en 26,75% anual. 
Es que si bien el índice de precios medido por el Indec arrojó 1,1% en septiembre, ese índice se logró descontando el aumento del gas que caerá en la estadística de este mes. Ya con el gas adentro, algunas consultoras elevan la inflación de octubre al 2 o al 2,5%.
El gobierno de Macri, a través de Sturzenegger, ratifica que su política monetaria sólo puede sostenerse engordando la bicicleta financiera, aunque eso mantenga aplastado el consumo y la inversión. Por lo pronto, al haber mantenido las tasas (arrancan en el 26,75% a 35 días y caen luego a 25,90%, 25,44%, 24,79%, 24,26% y 23,89% para colocaciones a 63, 91, 147, 210 y 273 días, respectivamente), el Banco Central logró el mismo martes 18 no sólo renovar la deuda por $73.500 millones que le vencía en Letras, sino adjudicar otras nuevas por un total de $86.489 millones. Así, la base monetaria terminó registrando una contracción de $9.678 millones, pero su pasivo creció en otros $12.925 millones.
Querer dominar la inflación sin atacar sus causas de fondo, con esta política perversa de contención de la liquidez monetaria a través de la emisión de Lebac, y las altas que implica su sostenimiento en el tiempo, es continuar haciendo pagar su costo con mayor recesión y caída del poder adquisitivo de los salarios y demás ingresos de los trabajadores, reforzando los pilares de la pobreza estructural con más desocupación, entrega y hambre.
El mezquino bono con que el gobierno macrista piensa ganar tiempo hasta diciembre, será así para entonces un paliativo que dure apenas un mes, mientras sigue creciendo la bola de nieve del endeudamiento del Banco Central para festín de los grandes especuladores, principalmente latifundistas e imperialistas. Ya hemos visto anteriormente a que lleva todo esto, con Videla-Martínez de Hoz, Alfonsín-Sourrouille y Menem-Cavallo. Lo que se prefiguraba con Cristina-Kicillof y el gobierno de Macri sigue profundizando.