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02 de noviembre de 2016

Las grandes huelgas en Santa Cruz (2)

Crónicas proletarias

 

 
La primera de las grandes huelgas rurales patagónicas, en diciembre de 1920 se desarrollaba con fuerza, y los peones, que sumaban ya cerca de 400, recorrían las estancias enfrentando las partidas policiales y a los rompehuelgas. Recordemos que el pliego de reivindicaciones planteado en el “Convenio de capital y trabajo” contenía reclamos elementales como que en una pieza no duerman más de tres hombres y que tuvieran “cama o catres, con colchón”, que el patrón provea de velas, que el “sábado a la tarde será única y exclusivamente para lavarse la ropa los peones”, y que el pago fuera en moneda nacional. Reclamaba también la Sociedad Obrera de Río Gallegos que los estancieros fomentaran la instalación de puesteros con sus familias, para “fomentar el aumento de la población y el engrandecimiento del país”. El punto de mayor  discordia fue el 4, por el que los obreros planteaban no sólo el reconocimiento exclusivo de la Sociedad Obrera como representante de los obreros, sino “la designación en cada una de las estancias de un delegado que servirá de intermediario en las relaciones de patrones con la Sociedad Obrera, y que estará autorizado para resolver con carácter provisorio las cuestiones de urgencia que afecten tanto a los derechos y deberes del obrero como del patrón”. 
Como la huelga se extendía por todo el territorio santacruceño, y varios de los líderes, como “El 68” y El Toscano, lo que no tenían de oradores lo tenían de resueltos, y eran hombres de “armas tomar” como se decía, los estancieros a comienzos de diciembre de 1920 contraofertaron un pliego donde aceptaban la mayoría de los reclamos, hasta los delegados, pero que los mismos “se designarán por los obreros de cada estancia de común acuerdo con cada patrón tomando en cuenta su antigüedad y conducta; en todo caso con recurso del patrón de interponer su rechazo ante la Sociedad Obrera y también con la reserva de su parte de que tal cargo no significa o autorice su estabilidad dentro del personal”.
El 4 de diciembre de 1920 Antonio Soto pone a consideración de una nutrida asamblea la propuesta patronal, planteando que hay que rechazarla y continuar con la huelga hasta el logro de la totalidad de los reclamos. En la asamblea se produce una profunda división entre Soto, que encabeza al sector anarquista, y los sindicalistas que siguen la orientación de la FORA del 9° Congreso. Esta división, dice Otto Vargas en El marxismo y la revolución argentina, Tomo 2, “sería fatal para la suerte del movimiento huelguístico”, ya que los sindicalistas se opondrían a continuar la huelga, y los estancieros “utilizarían a fondo esa línea”.