Enero de 1921. La huelga patagónica se desarrolla tanto en las principales ciudades como en las estancias. La profundidad de movimiento enciende todas las alarmas entre las clases dominantes, y crece el reclamo para que el gobierno de Hipólito Yrigoyen reprima a los “exaltados” y “antisociales”, como eran algunos de los calificativos usados en la prensa burguesa.
Enero de 1921. La huelga patagónica se desarrolla tanto en las principales ciudades como en las estancias. La profundidad de movimiento enciende todas las alarmas entre las clases dominantes, y crece el reclamo para que el gobierno de Hipólito Yrigoyen reprima a los “exaltados” y “antisociales”, como eran algunos de los calificativos usados en la prensa burguesa.
Apenas llegadas las primeras tropas de la Armada desde Buenos Aires, y todavía a la espera del designado gobernador Yza, el gobernador interino y a la vez gerente de la Sociedad Rural de Río Gallegos, Correa Falcón, despliega una razzia por la que detienen a casi todos los integrantes de la dirección de la Sociedad Obrera, y al abogado José María Borrero. Además, allanan y destruyen la imprenta donde se editaba La Verdad, periódico que se mostraba comprensivo con la causa de los trabajadores.
Antonio Soto, secretario de la Sociedad Obrera, se escapa de los intentos de detención, escondido en lo de su paisana, “doña Carmen”, una gallega conocida como Máxima Lista, apodo ganado por su consecuente defensa, pese a su filiación anarquista, de los maximalistas de Rusia, es decir de los bolcheviques.
El periódico La Unión, donde se expresaban los estancieros, los grandes comerciantes y “los elementos del orden”, como llamaría Correa Falcón a los 25 marineros llegados con el alférez de navío Alfredo Malerba al frente: “se tiene plena confianza en su eficacia porque es la acción de la fuerza armada de la nación. Rebelarse contra ella es ir contra la Patria que la representa y simboliza y los que tal hicieren se expondrían a ser considerados como enemigos de la nación y tratados con el rigor de las leyes militares”. Por las dudas que los símbolos no alcanzaran, Correa Falcón decreta para la ciudad de Río Gallegos: “Prohibir las reuniones públicas invitando a la población a abstenerse de portar armas y de circular por la vía pública después de las 21 horas…”.
El pánico de las clases dominantes traspasó las fronteras. El 12 de enero de 1921 el ministro Noel, jefe de la Legación Argentina en Santiago de Chile, manda una comunicación a la cancillería de Buenos Aires, “confidencial y reservada”, al ministro de Relaciones Exteriores argentino sobre los “desmanes bandoleros del extremo sur que están en posesión de los establecimientos rurales en la frontera chileno-argentina a 250 kilómetros de Punta Arenas, cuya población pide protección” y preguntaba si el gobierno argentino “cuenta con fuerzas” ofreciendo a la policía chilena “para actuar conjuntamente contra los bandoleros”.