Donald Trump inició su campaña electoral, en la interna del Partido Republicano, en 2015. Llamó a los inmigrantes mejicanos “criminales y violadores”. Propuso construir un muro para impedir la inmigración mejicana y que lo pagara el Estado de ese país. Propuso prohibir la entrada de musulmanes a EEUU, se burló de asiáticos, afroamericanos, periodistas, etc. Recibió acusaciones de abuso sexual por parte de 12 mujeres. Se encontraron antiguas grabaciones en las que se jactaba de acoso sexual a mujeres. Recibió el apoyo explícito del ex jefe del Ku Klux Klan. Es decir, un programa de características fascistizantes y xenófobo. ¿Qué es lo que permitió su triunfo?
Además de un sistema electoral por colegio electoral, que impide el voto directo de los ciudadanos (en número de votos totales ganó Hilary Clinton), es necesario remontarse a algunos antecedentes.
La crisis del 2008 y sus consecuencias
EEUU viene recuperándose lenta y lánguidamente de la crisis del 2008, una crisis cuya magnitud y extensión no ha conocido la historia del capitalismo. Una crisis de superproducción propia del sistema capitalista. La caída del Lehman Brothers puso de manifiesto esta crisis. Se derrumbó el mercado inmobiliario, las cotizaciones bursátiles se desplomaron en EEUU un 54% y en Europa un 57%. El gobierno de EEUU le soltó la mano al Lehman Brothers, pero luego Bush apeló a los dineros públicos, a un mayor endeudamiento del Estado, para evitar la quiebra de los grandes bancos y monopolios. Lo mismo hicieron, con mayor demora, los países europeos.
Esto continuó con el gobierno de Obama. Hubo una fenomenal emisión de títulos del Tesoro (y de dólares en consecuencia). Todos los países imperialistas, en acuerdo del G8, tomaron medidas semejantes: millones de millones (billones) de dólares fueron volcados a la banca privada y los monopolios para frenar su caída, a costa de un aumento fenomenal del déficit y del endeudamiento de los Estados y sus bancos centrales. También China tomó medidas semejantes, en grandes dimensiones.
De esta forma se socializaron las pérdidas, mientras la burguesía monopolista pudo hacerse de gigantescas ganancias. Se pro-dujeron recuperaciones relativas, dependientes de fondos públicos.
Pero el desempleo siguió en alza, con millones de desocupados y subocupados, y bajas generalizadas de los salarios. Por otra parte los avances tecnológicos, la robotización, no fueron aprovechados para mejorar las condiciones de vida y de trabajo, sino que produjeron mayor desocupación: el 1% de los ingresos más altos captó el 95% del crecimiento de los ingresos tras la recesión (2009-2012). Además, se profundizó el proceso por el que los monopolios trasladaban sus principales fábricas a los países donde la mano de obra es más barata y las condiciones son de mayor explotación: desde China hasta Vietnam, Méjico, Pakistán, etc.
Así, zonas enteras de tradición industrial de EEUU, como Michigan, cuya capital, Detroit, ha sido el centro de la industria automovilística de EEUU; Ohio, con industria del plástico; Pensilvania y Wisconsin, etc., no se han recuperado nunca después de la recesión del 2008. Michael Moore, el cineasta de izquierda que ha hecho películas de denuncia de la realidad norteamericana, como Columbine, fue de los pocos en anticipar la victoria de Trump. Dijo: “han perdido sus empleos, les cerraron las cuentas bancarias, después viene el divorcio, su mujer se fue con sus hijos, no pueden reponer su auto, hace años que no tienen vacaciones, están atascados con el plan de cuidado médico de Obama, lo único que no han perdido es el derecho al voto. Pueden estar sin un peso, pueden estar sin casa, pueden estar sin trabajo, pero su voto vale igual que el de un millonario. Votan ‘al enemigo de mi enemigo’. Cuando el pueblo de Michigan, Pensilvania, Ohio, Wisconsin, que tiene derecho a estar enojado, vea que Trump no hace ni una maldita cosa por ellos, va a ser tarde”.
Componentes del voto
Desde ya que hay en este voto un componente racista, porque los índices de desocupación y pobreza son mucho mayores entre la población negra, los de origen latino y los de origen asiático, que mayoritariamente no votaron a Trump. Aunque es necesario tener en cuenta que Trump también hablaba de renegociar el Nafta, y los tratados de libre comercio que han “devastado a los trabajadores norteamericanos”.
Ya Bernie Sanders, socialista, que decidió jugar en la interna del Partido Demócrata, había denunciado la situación de la población norteamericana y había levantado un programa que planteaba: “Educación superior gratuita, salud pública y universal, lucha contra el cambio climático, reforma migratoria y del sistema judicial, vacaciones y licencias de maternidad pagadas para los trabajadores, fin de las contribuciones de las corporaciones a las campañas políticas, mayor control de Wall Street y sus bancos, fin de las rebajas fiscales para los ricos”.
Sus posturas atrajeron a multitud de jóvenes, cansados tanto de demócratas como de republicanos, cuya política representa los intereses de los millonarios donantes a las campañas. Sanders decidió no aceptar para su campaña ni un solo dólar de las grandes empresas, logrando recaudar en el último trimestre de 2015 apenas US$33 millones gracias a las pequeñas donaciones de sus seguidores. Por ello, había ya expresado que la popularidad de Trump es producto de la ruptura social causada por las políticas neoliberales.
Noam Chomsky, el famoso lingüista y activista estadounidense también apoyó a Sanders, aunque consideró que no tenía “demasiado chance” debido al sistema de elecciones “en gran parte compradas” que rige en Estados Unidos y además advirtió de que “la victoria de los republicanos en las elecciones presidenciales que se celebran este año tendrá graves consecuencias para la humanidad”.
Muchos de sus seguidores se apartaron cuando Sanders –después de perder la interna del Partido Demócrata (con sospechas de fraude contra él en California)– decidió apoyar a Hilary Clinton, que implicaba la continuidad de la política interna y exterior norteamericana, aunque tuvo que hacer su discurso más “progresista” en temas sociales, por la influencia de la campaña de Sanders. Por ejemplo, Berta Cáceres, activista ambiental asesinada recientemente en Honduras, había denunciado en su momento el apoyo de Hilary Clinton al golpe de estado en ese país.
Ya antes de las elecciones, Sanders dijo “El miedo, junto con la ruptura de la sociedad en el periodo neoliberal, explican el avance de Trump” en los sondeos electorales de EEUU. Después de las elecciones dijo: “Donald Trump recogió el enojo de una clase media en decadencia que está enferma de la economía del establishment, la política del establishment y los medios del establishment. La gente está cansada de trabajar largas horas por menos salario, de ver que los trabajos con pagas decentes se van a China y a otros países donde se pagan bajos salarios, de multimillonarios que no pagan impuesto a las ganancias y de no poder afrontar el costo de la educación universitaria de sus hijos. Todo eso mientras los sectores muy ricos se enriquecen más”.
“No es mi presidente”
Después de las elecciones miles de personas participaron en manifestaciones contra Trump en muchas ciudades de EEUU bajo el lema “No es mi presidente”. Una manifestante en California, cuya opinión es recogida por la página Democracy Now dijo: “Creo que el hecho de que Trump pueda ser visto como alguien que ofrece algo a las masas da cuenta de la enajenación de la gente. Creo que Hillary tampoco es una salvadora: tiene un historial imperialista, considero que es una candidata muy peligrosa. Pero creo que la capacidad de Donald Trump para movilizar pensamientos racistas, quizá latentes, es increíblemente aterradora y [por eso] es urgente estar aquí hoy”. Otros hablan de “tomar el Partido Demócrata y devolverlo al pueblo”. Miles de estudiantes universitarios y secundarios también realizaron manifestaciones contra Trump, especialmente en California.