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30 de noviembre de 2016

El miércoles 23 se realizó en el anfiteatro del Bauen un acto por los 99 años de la Revolución bolchevique. A sala llena se vivió una jornada con características inhabituales.

A 99 años de la Revolución de Octubre

Acto camino al Centenario

 

 
El panel estuvo conformado por 10 compañeros representativos de diferentes corrientes de nuestra izquierda. Tras la bienvenida a cargo de Sebastián Ramírez (coordinador de la Comisión para el Centenario de la Revolución de Octubre) hicieron uso de la palabra Osvaldo Bayer, Alejandro Bodart (Movimiento Socialista de los Trabajadores), Julio Gambina (Corriente Política de Izquierda), Mario Mazzitelli (Partido Socialista Auténtico), Claudio Spiguel (Partido Comunista Revolucionario), Jorge Cardelli (Emancipación Sur), Jaime Fuchs, Eduardo Furno (Partido Revolucionario Marxista Leninista), Néstor Kohan y Carlos Ponce de León (Partido Revolucionario de los Trabajadores).
Nadie escapaba al temor de una duración excesiva del acto en función de la extensión del panel. Tal posibilidad fue explícitamente señalada como un “costo” de la iniciativa unitaria. No obstante ello las intervenciones fueron breves, la preocupación se fue disipando y nadie se movió de los asientos hasta el final del acto.
Cada cual dijo lo suyo. Nadie se guardó nada. ¿Ello lleva necesariamente a la discordia? Todo lo contrario. La franqueza es la condición de posibilidad para encarar cualquier acción en común. Y el espíritu que viene presidiendo esta iniciativa es el del respeto y camaradería para empujar un Centenario unitario y de masas. Tal propósito estuvo expresamente señalado en todas las exposiciones.
En la ocasión se presentó la edición centenario de El Imperialismo fase superior del capitalismo, con prólogos de distintos representantes de la izquierda y se anunció que han comenzado las tareas para reeditar con la misma modalidad El Estado y la Revolución. Dos de las obras fundamentales de Lenin. Un generalizado orgullo nos recorre por haber sido parte de este trabajo tan bien logrado.
Uno de los motorizadores de la Comisión desde sus inicios, Carlos Chile, imposibilitado de concurrir, estuvo tan presente como el que más, saludado en varias de las intervenciones. El PCR estuvo presente con una numerosa delegación encabezada por su secretario general Otto Vargas.
 
Palabras de Osvaldo Bayer y Claudio Spiguel
Osvaldo Bayer leyó lo que él escribió para el Prólogo de El imperialismo de Lenin, resaltando la precisión de Lenin en su definición de imperialismo: “desigualdad y explotación. Y a la vez sometimiento de los pueblos del mundo”.
Claudio Spiguel del PCR partió de la obra El imperialismo, escrita por Lenin en Suiza en un momento en que se desataba la Primera Guerra Mundial: “En esas condiciones fue escrito este libro, desde ya que había un partido y que había un pueblo que había tenido múltiples luchas y revoluciones previas, pero en el momento más oscuro este libro iluminó la base económica de esa guerra. Demostró que la única salida para acabar con la guerra era hacer la revolución, dar vuelta los fusiles y enfilar contra el propio gobierno, al revés de matarse unos a otros los obreros y los pueblos de las potencias imperialistas”.
Afirmó Spiguel que a partir de la revolución rusa, que dio vuelta los fusiles y convirtió esa guerra en la tumba del imperialismo en una sexta parte del globo. Las masas obreras y campesinas fueron dirigidas por un partido con una visión teórica y política que supo unir en torno suyo a los grandes protagonistas que fueron esos millones de obreros y campesinos que lucharon por la paz, el pan y la tierra. Inauguraron una nueva etapa en la historia del movimiento revolucionario. En un proceso el desarrollo de la revolución socialista llegó a abarcar a un tercio de la humanidad. Además, aseguró Spiguel, la Revolución Rusa fue como un rayo de luz fulgurante para las perspectivas de la larga lucha de los pueblos y naciones oprimidas por el imperialismo; los pueblos coloniales, semicoloniales y dependientes.
Se refirió luego a las verdades que alumbró la Revolución Rusa y sus realizaciones que hoy quieren ser sepultadas: primero, que fueron millones los que resistieron la intervención del 14 potencias, y pudieron mantener el poder, iniciar un camino difícil, tortuoso, pero con una significación muy distinta para las grandes masas, que el camino que ofrece el capitalismo a los pueblos de hoy. Un camino en el que se demostró que empezaron a aparecer nuevas relaciones sociales, nuevas relaciones de producción, donde el móvil de la producción no fue –como se dice ahora, que es el único posible- la ganancia, sino que al contrario, el móvil pasó a ser satisfacer las necesidades crecientes del pueblo en todos los planos y construir el socialismo y avanzar hacia la sociedad sin clases.
La otra verdad es que hubo un Estado de nuevo tipo, como decía el leninismo: un Estado instrumento de las mayorías, la democracia proletaria, los soviets obreros y campesinos, para poder por primera vez ejercer el poder sobre una minoría, destruir esa vieja máquina estatal zarista y burguesa, y ejercer ese poder mayoritario sobre una minoría. Por eso pudieron triunfar y por eso pudieron sostenerse, contra los augurios del mundo entero.
Planteó Spiguel que el socialismo se expandió hasta un cierto momento, la lucha de clases continuó, y luego esas experiencias que llegaron a abarcar a un tercio de la humanidad fueron derrotadas. Y al ser derrotadas, la burguesía mundial, del oeste y del este, buscó categorizar con el estigma del fracaso estas experiencias: fracaso de los objetivos, fracaso de las luchas, fracaso de las realizaciones, fracaso de la teoría que las alumbraron.
“Ahí vino la revancha. Revancha que tuvo un aspecto ideológico importante difundiendo mentiras e infundios sobre la Revolución Rusa. Esta revancha adquirió proporciones gigantescas con la derrota de esas revoluciones, incluyendo la operatoria de confundir las experiencias del socialismo -con todas sus dificultades-, con los regímenes restauradores del capitalismo que, aun con fachada socialista, fueron en realidad lo contrario, la negación y la tumba del socialismo. Esa es la operación más mentirosa y confusionista”.
Más adelante Spiguel señaló que no conmemoramos sólo para rectificar la verdad histórica; conmemoramos de cara al presente y al futuro. Hay elementos en el análisis de Lenin que están en el mundo actual y que por eso son fundamentales para investigar la nueva realidad, los nuevos problemas en función de la lucha revolucionaria.
Por último, resaltó que también tapan no solo aquellas verdades resumidas en experiencia histórica, resumidas en teoría, sino que tapan las luchas de hoy en todo el mundo. No bastan las condiciones objetivas que son forjadas también por los hombres, sino que hacen falta fuerzas revolucionarias; partidos que puedan unir en la diversidad a todos los sectores populares en torno a la clase obrera, interesados en encontrar ese sistema en cada país. Hay una búsqueda y hace falta poder desarrollar esas relaciones, esas fuerzas organizadas que puedan guiar la lucha por un camino revolucionario. 
En nuestro caso, en los pueblos de América Latina, toda la historia -incluida la nuestra reciente-, es imposible no sólo el socialismo sino hacer la más mínima y duradera conquista social en el marco de las dependencias y la opresión. También la experiencia histórica demuestra que para acabar con la dependencia y la opresión imperialista, hace falta un camino revolucionario que destruya los instrumentos de esa dominación, los Estados manejados por las clases dominantes locales subordinadas a esas potencias imperialistas.