A fines de Junio de 1807, cuando las fuerzas británicas insisten en invadir el Río de la Plata, Martina Céspedes, viuda, era dueña de una pulpería, que atendía con la ayuda de sus tres hijas. El 2 de julio, ya de noche, un grupo de doce soldados ingleses llegaron hasta la pulpería que estaba cerrada,
A fines de Junio de 1807, cuando las fuerzas británicas insisten en invadir el Río de la Plata, Martina Céspedes, viuda, era dueña de una pulpería, que atendía con la ayuda de sus tres hijas. El 2 de julio, ya de noche, un grupo de doce soldados ingleses llegaron hasta la pulpería que estaba cerrada,
y golpearon sedientos de aguardiente. Fue ella misma quien abrió la puerta y les dijo que era muy tarde, pero que igualmente los dejaría pasar con la condición de que entraran de a uno para que no fuera evidente que violaba la orden del virrey de no dar atención a los invasores. Los hombres aceptaron y a medida que ingresaban recibían un golpe en la cabeza, eran maniatados, y conducidos al patio en calidad de prisioneros. Finalmente, cuando el general Whitelocke firmó la rendición y ordenó a sus tropas que entregaran las armas a los vendedores, se presentó Martina con sus prisioneros ante Liniers y le entregó once porque el que faltaba había simpatizado con su hija Josefa y le solicitaba permiso para quedárselo. Liniers se lo concedió y le otorgó además el título de sargento mayor, en reconocimiento a su valor y a su astucia.