La colectivización permitió un salto en el desarrollo socialista de las fuerzas productivas.
La colectivización permitió un salto en el desarrollo socialista de las fuerzas productivas.
En primer lugar, porque liberó a la masa principal del campesinado trabajador y la elevó cualitativamente en el plano social, económico, político y cultural, sobre la base de pasar de la mísera pequeña producción individual con arados primitivos (aún se empleaban unos cinco millones de arados de madera) a la gran explotación colectiva dotada de técnicas modernas.
¿Colectivización forzosa? Es un lugar común de la mitología burguesa y revisionista tildar de forzosa a la colectivización. De hecho se pretende dejar sentado como una verdad científica que decenas de millones de campesinos fueron obligados de una u otra manera, centralmente por el terror, a ingresar en cooperativas de producción.
Sin investigar los hechos demasiado profundamente, puede advertirse que se trata de un disparate. ¿No habría que disponer para ello de millones de gendarmes y policías, en su gran mayoría ellos mismos de origen campesino, disciplinados y dispuestos a todo?
“Los koljoses no se pueden imponer por la fuerza –escribió Stalin a principios de 1930, en critica a las desviaciones izquierdistas–. Esto sería estúpido y reaccionario”.
La principal fuerza “extraña” enviada a las regiones rurales fue una fuerza política de obreros de vanguardia de las empresas industriales. Su misión era ayudar política, ideológica y organizativamente a las células y organismos partidarios.
La coacción se aplicó a los kulaks. En la mayoría de los casos se lo hizo con una línea de masas. La masa de obreros rurales y campesinos pobres fue protagonista de la expropiación y represión de los kulaks que se negaban a cumplir con las normas legales de acopio estatal de granos. El sentimiento generalizado de ese entonces podría resumirse en los siguientes términos: “antes la gente trabajaba para ustedes, ahora les toca a ustedes trabajar para nosotros”.
A mediados de 1929 se produjo una oleada de huelgas de jornaleros ocupados en las haciendas frutihortícolas de las regiones meridionales y sub-orientales. Los dirigentes sindicales sabotearon esas huelgas. Todavía en ese momento Tomski, del grupo derechista de Bujarin, dirigía los sindicatos. Los obreros rurales lograron triunfar y se elevó su conciencia política y de clase.
También a mediados de 1929 se produjo un auge de los campesinos pobres. Pasaron a expropiar directamente a los kulaks, por su cuenta, por encima de las normas jurídicas vigentes. Esto condujo a un viraje radical de la política del PC en cuanto a: 1) las disposiciones que hasta ese momento protegían la propiedad del campesino rico se abolieron en las zonas en las cuales el movimiento koljosiano tenía un carácter de masas, lo cual se generalizó en pocas semanas a todo el país; 2) el ritmo de la colectivización se aceleró al máximo.
Por su parte, los kulaks desataron una furiosa campaña contra los koljoses, difundían toda clase de rumores, provocaban, atacaban e incendiaban dependencias cooperativas, envenenaban el ganado, averiaban los tractores, asesinaban a mansalva a los campesinos comunistas, a los presidentes de los koljoses.
La base de la movilización fueron los soviets rurales, que agrupaban 4 millones de activistas. Los sindicatos obreros durante 1930 enviaron unas 180.000 brigadas proletarias al campo para ayudar a la organización koljosiana y para reparar la maquinaria agrícola. Dentro de esto jugaron un papel destacado los 25.000 obreros de vanguardia antes mencionados.
Sin embargo, es verdad que en cierta medida y hasta cierto punto hubo zonas y momentos donde primaron tendencias izquierdistas y administrativas que ampliaron el radio de aplicación de medidas coercitivas, extendiéndose a una parte de los campesinos medios.
El término de “forzosa” implica también, según sus críticos, que la colectivización fue súbita y partió, prácticamente, de la nada. Esto tampoco corresponde a los hechos. En 1929-30, hubo un salto, un viraje, un ritmo que ningún dirigente había imaginado pocos meses antes.
La política de liquidación de los kulaks como clase se lanzó a mediados de 1929. En primer término, consistió -en las regiones de colectivización masiva- en dejar de lado las leyes y disposiciones que permitían el arrendamiento de tierras y el empleo de mano de obra asalariada en el campo y protegían el libre disfrute de la tierra y de los instrumentos de labranza. Se quitó a los kulaks las máquinas y tractores y se estableció que sólo podían ser utilizados por los campesinos pobres y medios, agrupados en koljoses. Los bienes confiscados a los kulaks se entregaron al fondo de propiedad común de los koljoses, considerándolo como aporte a los campesinos pobres y a los obreros rurales.
*Autor de Revolución, restauración y crisis en la Unión Soviética. Editorial Agora, (3 tomos).