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12 de julio de 2017

Renunció Zulma Ortiz, para los que no la conocen fue la ministra de salud de la provincia de Buenos Aires en estos últimos 18 meses. 

Renunció la ministra de Salud bonaerense

Declaración de la Corriente de Salud Salvador Mazza

Se puede decir sin duda alguna que la situación de la salud pública de la provincia no ha mejorado durante su gestión, sino que además está un poco peor que antes. Hay que decir que asumió la función con una red de hospitales provinciales en pésimo estado edilicio, problemas de insumos, aparatología obsoleta, y con un recurso humano golpeado por los bajos salarios y las malas condiciones laborales. Y en el primer nivel de atención, una situación aún más desesperante producto del abandono al que ha sido sometido por las gestiones anteriores tanto a nivel provincial como a nivel municipal sin distinguir colores políticos. Todo un sistema atravesado por los negocios de una intrincada red entre mafias, proveedores, laboratorios, empresas de servicios tercerizados y funcionarios corruptos. 
Zulma Ortiz aceptó ser la ministra de un gobierno que vino para ajustar y garantizar las ganancias a los sectores más concentrados. María Eugenia Vidal comenzó a delinear su gestión llevando a la Legislatura un presupuesto en donde el porcentaje destinado para salud bajó de un raquítico 6,5 a un 5,7% aprobado por legisladores propios y ajenos. El presupuesto más bajo de la historia. Por más bienintencionada que hubiera sido la epidemióloga e integrante de Unicef el resultado en términos estrictamente sanitarios solo podía ser uno: el fracaso.
No pudieron mostrar mejora en mortalidad global, mortalidad infantil ni ninguno de los indicadores duros de la salud. Apenas generaron insumo para el marketing político con ambulancias del SAME al que ningún médico se quiere subir por los bajos salarios y las precarias condiciones de contratación recordando a las UPA de Scioli. 
Desde el inicio, el Ministerio atravesó un sinuoso camino de renuncias y desplazamientos. La ministra nunca logró consolidar un equipo de trabajo estable. Podría haber resuelto esa debilidad echando mano a una herramienta básica, el diálogo. Sin embargo, eligió el camino contrario. Nunca logró construir una comunicación fluida con el gremio de los profesionales de la salud, la Cicop.
 
Cicop sigue en conflicto
El 2016 fue ocupado casi en su totalidad por un duro y largo conflicto, que culminó luego de 15 semanas de huelgas en un frágil acuerdo paritario aceptado en disconformidad por la mayoría de las asambleas hospitalarias. El acuerdo incluyó un aumento salarial de 24,6%, un cronograma de pase a planta de 1.500 profesionales que habían ingresado con becas durante la gestión anterior y la conformación de mesas técnicas para abordar la aplicación adecuada del decreto de Desgaste Laboral (baja de la edad jubilatoria) conseguido por Cicop y el creciente problema de la violencia en las instituciones. Zulma Ortiz y María Eugenia Vidal no cumplieron el acuerdo provocando una continuidad casi ininterrumpida del conflicto en los hospitales y centros de salud.
Durante el tramo final del 2016 el gobierno realizó un acuerdo político con UPCN y otros gremios afines para imponer un techo salarial del 18% para todo el 2017, rompió definitivamente el diálogo con la Cicop, ATE y todos los gremios que rechazaron el ajuste. Ni siquiera cumplió con los llamados formales a paritarias y comenzó a ejecutar pequeñas sumas salariales en forma unilateral que no resolvieron ni de cerca la asimetría que existe entre los sueldos del sector público y el privado. Luego vino la persecución política con auditorías y descuentos para disciplinar a los trabajadores. Pero aún no lo han logrado y esto se debe fundamentalmente a la firmeza de la Cicop y a la experiencia acumulada por los profesionales de la salud durante los años anteriores cuando hubo que defender a la salud pública frente a la ola privatizadora y los hospitales de “autogestión” en los ‘90 y al doble discurso de la gestión de Scioli durante la década pasada.
Los profesionales en su mayoría nunca aceptamos ser cómplices de la desidia de los políticos y funcionarios de turno. El compromiso de los trabajadores y el sentimiento de la población hacia nuestros hospitales públicos son demasiado profundos como para que sean liquidados tan fácilmente. 
Algún día habrá que preguntarle a la ex ministra hasta dónde compartía las decisiones políticas de la gobernadora, pero en definitiva y hasta el jueves 6 de julio de 2017 fue una eficiente correa de trasmisión de una política sanitaria marquetinera que sólo trajo mayor desigualdad en el acceso a la salud para millones de bonaerenses. 
Por lo pronto el próximo 13 de julio la Cicop volverá a instalar una carpa en el Obelisco levantando las banderas en defensa de la salud pública con un paro provincial que se llevará adelante en los hospitales y centros de salud.