Marx dijo que el primer partido comunista fue el de Babeuf y sus amigos. Antes de ser juzgados y guillotinados en 1796 se hablaba en Francia del peligro comunista y luego la burguesía pensó que habían acabado con el comunismo. Ya no aquel comunismo de los esclavos de Espartaco o el de Jesús, sino con el comunismo que representaba al el proletariado naciente. Pero Buonarotti, antiguo compañero de Babeuf, publicó en 1828 su libro sobre La Conspiración de los Iguales mostrando lo profundo que había sido ese movimiento. Eso se vio pronto en la acción de círculos clandestinos comunistas que se extendieron a Austria, Italia, Bélgica, Alemania. Ellos inspiraron a grandes revolucionarios como Blanqui, quien pasó la mitad de su vida en la cárcel. Con ese movimiento se encontraron Marx y Engels en la década del 40 en París y en 1848 escribieron en el Manifiesto Comunista “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Reprimidos en el 48 y luego en la Comuna de París en 1871 –con 70.000 fusilados– el comunismo sí parecía hacer muerto. Sin embargo, en el siglo 20, con la dirección de los Partidos Comunistas, triunfaron las revoluciones socialistas. Desde la restauración del capitalismo en todos esos países, dicen que el comunismo fracasó y lo dan por muerto. No es así, mientras la clase obrera mantuvo el poder el socialismo demostró ser superior al capitalismo; en esos países los comunistas fueron derrotados en una dura lucha de clases. En Argentina, los comunistas revolucionarios sabemos que no hay recetas para copiar. Estudiamos nuestra historia y el marxismo-leninismo-maoísmo como ciencia de la revolución y seguimos construyendo un Partido capaz de dirigir la revolución que nuestro país necesita.