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15 de noviembre de 2017

Un caso de abuso infantil y un Estado que no protege a los niños 

¿Por qué el Estado no resguarda a los niños de sus abusadores?

Jujuy

Ella con tres añitos y un cabello largo envidiable. Vivió en Salta pero la historia de sus padres la trajo a Jujuy durante cinco días, y el resto en aquella ciudad cercana.

Su mamá tuvo una nueva pareja en esta ciudad. Una familia ampliada continente, su tía materna permitió que en medio de cosquillas la pequeña contara que CUTIPA, pareja de su mamá, le metía los dedos en la cola.

Ella con tres añitos y un cabello largo envidiable. Vivió en Salta pero la historia de sus padres la trajo a Jujuy durante cinco días, y el resto en aquella ciudad cercana.

Su mamá tuvo una nueva pareja en esta ciudad. Una familia ampliada continente, su tía materna permitió que en medio de cosquillas la pequeña contara que CUTIPA, pareja de su mamá, le metía los dedos en la cola.

Comenzó desde allí el develamiento familiar. La consulta médica hospitalaria, la denuncia penal del papá. Pero una situación probada y brutal de violencia de género que también sufre la mamá de la nena, impide que ésta reaccione. La mamá niega el hecho relatado por la propia niña, y en esa negación no la pone a salvo.

El papá, al igual que la familia materna de la niña, comenzó la carrera por protegerla. Denunció penalmente e interpuso una medida cautelar en Salta. El resultado fue la acusación formal del abuso sexual contra CUTIPA por el fiscal Cussel de Jujuy, y una extraña decisión del juzgado salteño, que aun teniendo en sus manos la constancia de esa acusación, le reintegró la niña a la madre que hoy sigue con el abusador… ¡y con la niña!

Por eso el viernes 10 de noviembre, con la urgencia y la angustia infinitas, interpusimos en el Juzgado de Violencia de Género Nº 1, una demanda cautelar de violencia para lograr que el Estado resguarde a la pequeña, sacándola del entorno de su abusador, y la entregue a su padre. Hoy es solo el progenitor quien está en condiciones de resguardarla, mientras el abusador es detenido –quebrando las complicidades que lo mantienen libre-.

Pero hasta este exacto momento, el mundo gira, pero no a favor de esta niña. Ella sigue con el abusador y su madre, y nosotros seguimos esperando la medida cautelar que no llega.

¿Por qué será que el abuso infantil que conocemos en forma directa nos destroza con ríos de lágrimas y sin embargo al Estado le resbala? La tristeza parece infinita si nos toca, y los temores que tenemos muchos padres para evitar estas situaciones a veces nos lleva a caminos poco sanos para la vida cotidiana de nuestros niños.

Sin embargo, el Estado naturaliza, invisibiliza, como si su rol fuera de simple impunidad y reproducción. Niños tomados como objetos de placer de adultos, con todo el daño que ello implica, parece no hacer mella ni siquiera en juzgados especializados en violencia de género, que hoy tienen en su competencia los abusos sexuales a niñas.

“Si quiere más rápido, que elija la vía que corresponde”, me hicieron llegar ayer como mensaje en la guardia diaria que hago desde el viernes en el Juzgado de Violencia de Género. “Esta es la vía, y necesitamos que resguarden a la niña de su abusador”, fue mi respuesta que llena de razones no parece tener eco en la oficina estatal que generó tantas expectativas, pero parece ser solo una cortina de humo.

No nos vamos a resignar a que el Estado no proteja a los niños, que naturalice esta violencia sexual que la impunidad expande como hecho tolerable en sus vidas. Que además se acompañe de discursos justificadores como la alienación parental, películas y prensa acorde, y operadores judiciales que se apropian de estas violencias para dejar a niños librados a más abuso.

Esperamos que el Juzgado de Violencia de Género resguarde a esta pequeña del infierno al que la desidia estatal la sigue sometiendo. No vamos a pasar por alto responsabilidades.