Se reavivó el debate acerca de la violencia de masas.
Los sectores dominantes descargaron su acción ideológico propagandística. Se victimizaron ante el reclamo popular. El viejo truco de sacar de escena el robo a los jubilados y la escalada represiva. “La República bajo asedio de los desestabilizadores”. Nada nuevo bajo el sol.
Se reavivó el debate acerca de la violencia de masas.
Los sectores dominantes descargaron su acción ideológico propagandística. Se victimizaron ante el reclamo popular. El viejo truco de sacar de escena el robo a los jubilados y la escalada represiva. “La República bajo asedio de los desestabilizadores”. Nada nuevo bajo el sol.
Hay que ser muy cínico para equiparar hondas y guijarros al pertrecho de las “fuerzas del orden”. Consta en las crónicas de todos los diarios la idea de que “por milagro la represión no causó muertes”. Azuzan a los “pobres” policías de la Ciudad a tomar revancha y soliviantan a las fuerzas federales hacia próximos entreveros.
Una canasta de “ideas fuerza”, operaciones de inteligencia, desinformación. El relato macrista a toda orquesta. Un encadenamiento de sofismas envueltos para regalo. Machaqueo incesante. “Especialistas” trabajando 24/24 para contrabandear gato por liebre. Tema del día: la violencia.
Hablemos entonces de violencia
Que la hay, la hay. En primerísimo primer lugar la violencia cotidiana de las injusticias y la explotación. Los Macri de ayer y los de hoy chorrean sobre nuestras espaldas el costo de su fiesta. Año tras año. En las buenas y las malas. Esta violencia está sacralizada por las costumbres y las leyes. Sus costumbres y sus leyes. Con esa habitualidad algunos efectos consiguen. No son pocos los que soportan estas injusticias como algo natural. Pero muchos otros ya han calado la esencia de esa violencia de minorías sobre las grandes mayorías.
Tienen a su servicio al Estado. Para nada neutro y mucho menos ingenuo. En el corazón de ese Estado, sus fuerzas represivas. Porque la maceración ideológica no es un disuasivo 100% efectivo. Cuando escasean las zanahorias, entonces ¡palos!
De vez en vez el horno no está para bollos. Algún ajuste, alguna provocación y resurge la decisión de frenarlos. En todas las culturas, en todos los idiomas, nos preguntamos ¿hasta cuándo? Y como respuesta un vibrante ¡basta! Cuando se los enfrenta reprimen.
Una democracia chica
Cuando combatíamos la dictadura, no los vimos. Ahora nos imparten lecciones de democracia. Le dan la espalda a los derechos y garantías de la Constitución, pero recitan su Art. 22 “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades…”.
Flamantes senadores y diputados hicieron campaña asegurando que no harían lo que hicieron. Macri se exhibió como garante de dicho compromiso. ¿Qué defensa tiene el pueblo frente a esa corporación de mentirosos? ¿Tendremos derecho a sentirnos violentados por representantes y autoridades tramposas?
Desde hace centurias, aún en la juridicidad burguesa, está admitida la prevalencia del espíritu de las leyes sobre su fría letra. Sobre ese espíritu es que el pueblo exige rindan cuenta estos estafadores.
Dialéctica de la violencia
“El árbol quisiera estar quieto pero el viento no lo deja”.
Una vez más un proyecto fundacional. Con Macri resurge la intención de expresar la Argentina “viable”. Para los inviables (parte del proletariado, los desocupados estructurales, los jubilados, ramas industriales enteras, las economías regionales) la nada. Suponer que esta política no va a generar una respuesta es no conocer a los afectados y nuestra historia.
Ante la sordera del funcionario de turno los sectores afectados responden (¡horror!) con un piquete, una sentada. Al atropello de la patronal con una huelga. Ante el lock out con la ocupación de la fábrica. La acción y la reacción… todos actos violentos. Medidos, no alocados. Durante el Argentinazo se combatió duro. La desigualdad de medios estaba asumida. Los tiros venían de un único frente y el pueblo puso todos los muertos. Los mapuches “violentos” del Mascardi, demonizados por Macri, puede que tuvieran algunas armas. Pero no dispararon. Un “aterrado” pelotón de prefectos asesinó a mansalva a Rafael Nahuel. En ambos casos prevaleció el concepto de que una batalla no es la Guerra. Los actores populares gradúan la condigna réplica.
Contra Macri y su política y ante la OMC hubo una movilización de centenares de miles de indignados. ¿Creerá realmente Patricia Bullrich en la eficacia de sus Robocop por sobre 100.000 manifestantes? ¿Se arriesgará el gobierno a la eventualidad de que sus esbirros precipiten una masacre? Podemos afirmar, sin margen de error, que en la situación actual, el principal factor desestabilizador radica en la mismísima política oficial. Y en sus predecibles reacciones ante la lucha popular.
Al gobierno su primaverita eleccionaria le duró tan solo unos días. Muchos de sus votantes de octubre caceroleaban en diciembre. Aún debilitado pudiera ser fatal subestimarlo. Conserva poder de fuego propagandístico. Y por supuesto represivo. En el horizonte son de esperar nuevas provocaciones de Macri y sus Servicios.
Las masas y la violencia
En defensa propia las masas combaten al macrismo en los terrenos económico, social y político. Combatividad que es condición necesaria para pararle la mano. Nuestro PCR, en tanto Partido de vanguardia, juega en este terreno un indiscutible papel.
Lograremos triunfos, sufriremos derrotas. Éxitos y fracasos jalonarán la larga marcha de nuestro pueblo hacia la liberación nacional y social.
Profundizando la contraofensiva frente a la política macrista, que no será un paseo, debemos prepararnos y preparar a las masas para dar esa batalla a como dé lugar.