Sobre las relaciones diplomáticas y comerciales entre la URSS y la Argentina en los años 20, brinda abundante información Isidoro Gilbert en “El oro de Moscú”. Gilbert fue durante casi treinta años corresponsal de la agencia de noticias soviética TASS, y se ha caracterizado en todas sus obras por defender a sus viejos patrones, los socialimperialistas rusos, incluso por encima de los dirigentes del PC de la Argentina. Además, Gilbert profesa un odio particular hacia los dirigentes que rompieron con el PC en la década del 60 y formaron nuestro PCR. Dicho esto, no deja de extrañar que en el capítulo sobre las idas y vueltas entre los gobiernos argentinos y el soviético en los años 20 y 30, hay una mención apenas tangencial a la pelea del PC por el reconocimiento del gobierno de los soviets, y ni se habla de la Asociación Amigos de Rusia a la que nos referimos en columnas anteriores.
Al contrario, Gilbert se preocupa por establecer que entre el Comisariado de Asuntos Extranjeros y de Comercio Exterior de la URSS, del que dependía la empresa Yuzhamtorg, que se estableció en la Argentina a mediados de la década del 20, y el PC, no había relaciones. “Jamás Moscú envió dinero para el PC criollo por intermedio de la representación comercial, como se comprobó en los archivos de la Internacional Comunista 60 años más tarde”.
Escribe Gilbert que en esos años avanzaron las relaciones comerciales, incluso con la llegada de turistas argentinos a la URSS (entre ellos menciona a un muy jovencito Rodolfo Puiggrós, quien viajaba con su padre “próspero comerciante catalán”). Pero no ocurrió lo mismo con la diplomacia: “…en 1925, la Argentina, Brasil y Chile se habían comprometido a no reconocer por separado a la Unión Soviética”, y cita al encargado de negocios argentino diciéndole a un representante soviético: “En esta cuestión la Argentina no ocupará una posición independiente y seguirá los pasos de los EEUU”. Distinta fue la postura del gobierno del Uruguay, que en 1926 reconoció al gobierno bolchevique como el legítimo representante del pueblo soviético, siendo el segundo país de América en hacerlo, tras los pasos de México.
Afirma Gilbert que “Como en la preguerra, durante los primeros años del poder soviético la Argentina importaba productos rusos a través de casas alemanas y suecas: pieles costosas, maderas, cabritilla, que se cotizaban muy alto en el mercado local”. Luego vendría la Yuzhamtorg, que desató una dura disputa entre sectores de las clases dominantes argentinas, entre su reconocimiento y su cierre tras el golpe de 1930.