Los propagandistas del macrismo alardearon con algunos indicadores socioeconómicos que comenzaron a mostrar mejoras en relación a su caída de 2016, producto del brutal ajuste devaluatorio e inflacionista de ese primer año del gobierno de Macri. Pero no encuentran o no quieren dar explicación de porqué no baja la inflación y porqué al sostenido déficit fiscal se ha sumado un creciente déficit externo.
En primer lugar, los apologistas destacan una mejora en el índice de empleo, que en el último trimestre de 2017 mostró un alza del 3,8% anual aunque, en realidad, se trató de una leve recuperación en relación a lo perdido en 2016 que no alcanza a cubrir el incremento poblacional de los últimos dos años. Pero, además, eso es engañoso ya el 60% de ese incremento fue explicado por el alza de los trabajadores informales. En tanto en los trabajadores registrados, el sector de asalariados privados, aquel que más emplea, comenzó a perder participación sobre el empleo total: de enero de 2016 a enero de 2017, la participación del empleo privado se redujo un punto, mientras que la de los independientes, entre los que se encuentran los monotributistas, monotributistas sociales y autónomos, se incrementó en la misma cuantía. Y dentro del segmento de asalariados privados registrados, se destaca que en los últimos doce meses, por cada diez nuevos trabajadores, siete fueron del sector de la construcción, mientras la industria manufacturera lleva 24 meses consecutivos de caídas: a enero de 2018 se habían destruido 14.500 empleos comparado al mismo mes de 2017. Esto es relevante, ya que la industria concentra al 20% de la masa total de trabajadores privados registrados.
A este relativo aumento del empleo el gobierno sumó una suba de dos puntos en el salario real y los mayores ingresos de la seguridad social para el segundo semestre de 2017, medidos en relación al pozo de 2016, lo que le dio mejores resultados en los índices de pobreza e indigencia, al igual que en los indicadores de desigualdad, de los que alardeó el gobierno. Aquí es necesario tener en cuenta que la suba del salario real, que se concentró en mayor medida en la segunda mitad del 2017, no compensó la pérdida de casi 6 puntos de 2016 y permanece en los menores valores desde 2010. Además que la pobreza no logró romper su barrera histórica y todavía hay 10,2 millones de pobres, de los cuales 1,9 millones viven en la indigencia.
Tras eso, vino la realidad con los datos de la inflación de enero y febrero con los salarios y haberes atrasados, y el golpe del 2,3% de marzo, con fuerte impulso de los rubros Alimentos y Bebidas, Educación, y Equipamiento para el Hogar. Lo que para el Indec da una inflación interanual de 25,4%, siendo lo más resonante del mes el 2,6% de la inflación núcleo, es decir, la suba de los precios no regulados ni estacionales.
El 2,3% de marzo da para el primer trimestre del año una inflación acumulada del 6,7%, casi la mitad de la “meta” 2018 del 15% redefinida por el BCRA en diciembre pasado. Y las proyecciones para abril no dan menos: con una inflación núcleo en 2,6% y nuevos aumentos en las tarifas de los servicios públicos, el IPC podría ser aún mayor. Con lo vuelve a quedar claro el engaño de dichas “metas”, que ya no la creen siquiera los que se reivindican monetaristas. Pues, con el creciente endeudamiento con que el gobierno y el Banco Central sostienen los déficits gemelos (el fiscal y el externo), y las tasas usurarias que pagan, generan una emisión de pesos que hace que la base monetaria venga aumentando al 30% anual. Esto, con una recuperación del 3% que promete el gobierno para 2018, convalida sólo por la inflación el robo del 27% en los ingresos de los trabajadores y el pueblo al año: un robo inflacionario que el gobierno macrista comparte crecientemente con los oligarcas e imperialistas y su sistema financiero, a cuyo servicio está su política.
Escribe Eugenio Gastiazoro
Hoy N° 1713 18/04/2018