El movimiento estudiantil universitario había realizado grandes movilizaciones en demanda de un mayor presupuesto durante el gobierno de Illia y había avanzado en la práctica de la unidad obrero estudiantil. Sobre todo durante las tomas de fábrica de 1964, que conmovieron al país y en las que fueron asesinados los obreros Mussi, Retamar y Méndez.
En ese proceso nosotros fuimos denunciando la gestación del golpe de Estado que preparaba Onganía desde la Comandancia en Jefe del Ejército. En el CNC [Consejo Nacional de Centros] realizado en Santa Fe una semana antes del golpe de junio del ‘66 fue éste un tema central de debate. Incluso fue un tema de discusión el funcionamiento de la FUA en caso de que el golpe pasara. Por eso la FUA tuvo una posición de claro enfrentamiento contra la dictadura desde el inicio. La “Noche de los bastones largos” en Buenos Aires y el asesinato de Pampillón –primer mártir de la lucha antidictatorial, asesinado en Córdoba– simbolizaron la lucha antidictatorial del movimiento estudiantil. Pero si bien se siguieron desarrollando luchas parciales en muchos lugares, durante el ‘67 y parte del ‘68 se produjo un repliegue general. Esta situación se revirtió con el paro general del 14 de junio de 1968, lanzado por la dirección de la FUA.
El paro fue muy grande y abarcó a todo el país. Para impulsarlo y concretarlo tuvimos que derrotar las posiciones de quienes sostenían que había “que desensillar hasta que aclare” (esto era un reflejo en la Universidad de la posición de Perón al inicio de la dictadura). También, las de quienes nos acusaban de “voluntaristas” por sostener que se desarrollaba un polvorín de odio bajo los pies de la dictadura. El propio lanzamiento del paro, que hicimos en una reunión de la Junta Representativa en Rosario, fue criticado por “aventurero y ultraizquierdista”. Sin embargo, los hechos nos dieron la razón.
Nosotros basábamos nuestra posición en el análisis de la política y del plan económico impulsado por Onganía y Krieger Vasena y sus consecuencias nefastas para la clase obrera y el pueblo, y en la repulsa que se generalizaba hacia su política represiva. El paro del 14 de junio del ‘68 fue uno de los hechos que marcaron el inicio del auge obrero y popular que se desarrollaría luego con fuerza en el `69. Las luchas en Corrientes, que se iniciaron a fines del ‘68 con la privatización del comedor, la participación estudiantil en el Rosariazo y el Cordobazo, en el que la columna vertebral fue el proletariado industrial cordobés, conmovieron a la dictadura y bocetaron el camino de la revolución en nuestro país.
La Universidad y el Estado
En todos esos años se desarrollaron debates que tiñeron el accionar del movimiento estudiantil. Uno de ellos fue sobre el carácter de la Universidad. Las concepciones liberal-burguesas velaban su carácter de clase tras la consigna de “una Universidad abierta al pueblo”. Esta consigna era tomada también por los “marxistas” del PC. Estos caracterizan a la Universidad como una “isla democrática”. Pero era un hecho comprobado históricamente que tanto el contenido de la enseñanza en la Universidad como la composición social de sus integrantes no podían modificarse de fondo sin un cambio revolucionario en el país. Porque la Universidad es parte del aparato estatal y contribuye a resolver sus necesidades en el plano científico y técnico y a sostener en sus contenidos más profundos la ideología dominante, que es la de las clases dominantes.
Y en relación a su composición social, es claro que si bien está compuesta por estudiantes cuyo origen es predominantemente de las capas medias, no acceden a ella especialmente los hijos de los obreros industriales y rurales y del campesinado pobre, por la situación de miseria a la que los lleva la opresión y explotación a que son sometidos por las minorías de imperialistas y terratenientes que dominan en el país.
Al mismo tiempo cobró importancia el debate con las concepciones trotskizantes, que negaban las particularidades de esta parte del aparato estatal y las contradicciones en su seno, que la transforman en un campo de batalla político-ideológico para la lucha revolucionaria. Contradicciones en un país dependiente como el nuestro entre su carácter y misión fundamental y la composición social predominante del estudiantado y también de los docentes; contradicción agudizada por la existencia del movimiento estudiantil y por las conquistas democráticas logradas e incluso corporizadas en su propia organización. Conquistas en las que la Reforma Universitaria del ‘18 jugó un papel relevante.
De allí entonces nuestra propuesta de luchar por una Universidad del pueblo liberado. Propuesta que hicimos en un CNC realizado en forma clandestina en Mar del Plata a fines del ‘68.
En esta dirección es que cobró también significación el debate acerca del papel de las masas estudiantiles como aliadas del proletariado y bajo su hegemonía en la lucha por la revolución democrática, agraria y antiimperialista en marcha al socialismo. Porque las concepciones mencionadas negaban las contradicciones objetivas que las enfrentan en un país dependiente a los enemigos del proletariado y el pueblo. Negaban la historia concreta de todas las revoluciones de liberación nacional y social, las experiencias de China, de Vietnam, de Cuba, etc. Ese ha sido siempre, por otra parte, el fundamento de la política sectaria que trabaja sobre el activo para “succionar cuadros para la clase obrera”, que tendencializa y divide a los organismos de masas, que se opone a toda política de frente único y desprecia de fondo a las masas estudiantiles, su potencialidad revolucionaria en la lucha liberadora.
Hoy N° 1719 30/05/2018