En 1932, Celedonio Flores (1896-1947), “el Negro”, escribió Pan, un tango que narra maravillosamente la desesperación de una persona que no tiene trabajo, su familia pasa hambre, y en la noche decide con una barreta, lograr un pedazo de pan.
El tango fue cantado por Gardel, por Rivero, por Goyeneche y muchísimos artistas más, integrando las canciones populares de protesta que resistieron la década del 1930.
Es la misma década, en la cual mientras el pueblo trabajador pasaba miserias, el vicepresidente Julio Roca hijo, manifestaba en Londres que estaría orgulloso de ser una perla en la corona británica.
La expresión pan, en el lenguaje de la lucha, significa la dignidad para vivir, ganar para lo básico. La lucha por el pan es la forma popular de manifestar la carencia de las necesidades básicas. En la religiosidad popular, a San Cayetano, el patrono del trabajo, se lo asocia con el trigo y el pan.
El protagonista del tango, un obrero que no sabe robar, desesperado intenta con una barreta una salida individual, termina preso, acompañado y visitado por la luz de la aurora en su celda. También en este final, Celedonio nos muestra que el camino es otro, ayer y hoy pasa por la resistencia y la lucha organizadas, pero el gran valor actual de este tango es haber encontrado los caminos para popularizar la existencia del hambre entre los pobres.
Hoy, que renace la falta de pan en los hogares de los desocupados, es bueno escuchar y difundir este tango de protesta:
Él sabe que tiene para largo rato,
la sentencia en fija lo va a hacer sonar,
así -entre cabrero, sumiso y amargo-
la luz de la aurora lo va a saludar.
Quisiera que alguno pudiera escucharlo
en esa elocuencia que las penas dan,
y ver si es humano querer condenarlo
por haber robado… ¡un cacho de pan!…
Sus pibes no lloran por llorar,
ni piden masitas,
ni chiches, ni dulces… ¡Señor!…
Sus pibes se mueren de frío
y lloran, hambrientos de pan…
La abuela se queja de dolor,
doliente reproche que ofende a su hombría.
También su mujer,
escuálida y flaca, con una mirada
toda la tragedia le ha dado a entender.
¿Trabajar?… ¿En dónde?… Extender la mano
pidiendo al que pasa limosna, ¿por qué?
Recibir la afrenta de un ¡perdone, hermano!
Él, que es fuerte y tiene valor y altivez.
Se durmieron todos, cachó la barreta,
se puso la gorra resuelto a robar…
¡Un vidrio, unos gritos! ¡Auxilio!… ¡Carreras!…
Un hombre que llora y un cacho de pan.
Escribe Gustavo Roseler
Hoy N° 1719 30/05/2018