La guerra comercial entre los sectores del imperialismo de Estados Unidos expresados en el gobierno de Donald Trump con sus agresivas políticas en todos los terrenos, incluido el militar, y los sectores rivales de las otras potencias imperialistas, especialmente de China y también de Europa, ha tenido un notable recrudecimiento la semana pasada.
La guerra comercial iniciada en particular en los sectores del acero y el aluminio, con los aranceles que impuso el gobierno de Trump a sus importaciones en Estados Unidos, ha venido teniendo respuestas de represalias escalonadas de las otras potencias imperialistas, y contrarrespuestas del gobierno de Trump, que ya afectan a los más diversos sectores de producción de bienes y servicios, desde los agrícolas a los automotores y tecnológicos, con sus consecuencias en las Bolsas y mercados financieros, una sorda guerra entre las monedas.
En el caso de China, a la guerra por la siderurgia, se sumó ahora la decisión de Estados Unidos de aplicar, a partir del 6 de julio, aranceles a 34.000 millones de dólares en productos chinos para castigar a Beijing por obligar a compañías estadounidenses a ceder tecnología a cambio de acceso al mercado de China y otros intentos hostiles de mermar el dominio tecnológico estadounidense. Pekín prometió tomar represalias. Y Trump ha advertido que responderá de nuevo con aranceles sobre 450.000 millones de dólares de importaciones procedentes de China, casi el 90% del total.
En cuanto a la disputa los monopolios estadounidenses con sus “socios comerciales” más cercanos, el viernes pasado, la Unión Europea comenzó a imponer aranceles a mercancías estadounidenses por 3.400 millones de dólares –desde whisky y motocicletas hasta maíz dulce, jugo de naranja, maníes y arándanos– en represalia por los aranceles que el presidente Donald Trump impuso al comienzo de esta guerra. China, e incluso países dependientes como la India y Turquía –con fuerte presencia de distintos monopolios imperialistas asentados en ellos– ya habían comenzado a castigar los productos estadounidenses en respuesta a los aranceles contra los metales.
Al daño que esta guerra provoca a la economía en general, se suma el daño que la misma provoca a distintos sectores de las economías particulares, no sólo en los países dependientes, sino también en todos los países imperialistas, incluidos los propios Estados Unidos. Por ejemplo, los productores de carne de cerdo en Ohio, Estados Unidos, ya resienten una caída de precios y menores ingresos desde que China impuso un arancel de 25% a la carne de cerdo estadounidense en represalia por los aranceles que Trump dispuso para el acero y el aluminio. En la próxima tanda de aranceles, China prepara nuevos castigos a la soja estadounidense, un producto de exportación económicamente vital para los agricultores del centro norte de Estados Unidos y la caída de su precio ya se siente en países sojadependientes como Argentina y Brasil.
La economía de Estados Unidos está en peligro de entrar en fase de recesión con una guerra comercial total, han advertido economistas del Bank of America Merrill Lynch.
Las consecuencias en las bolsas
Las bolsas de China vienen sufriendo fuertes caídas como consecuencia de esta guerra comercial con Estados Unidos, lo mismo las de Japón por sus importantes inversiones imperialista en China, en particular las tecnológicas. Esa tendencia negativa se ha mantenido en las principales Bolsas de Europa, e incluso en el propio Wall Street, en Estados Unidos, los vaivenes son muy similares.
En cuanto a la incidencia de esta guerra comercial sobre las monedas, se advierte un impulso imparable para la suba del valor del dólar. El dólar se aprecia debido a que los operadores optan por divisas consideradas menos riesgosas por el miedo a la disputa comercial entre las dos economías más grandes del mundo, aunque las medidas recíprocas en comercio que están tomando Pekín y Washington todavía han tenido un impacto limitado en el mercado de divisas. Pero el recrudecimiento de esta guerra y viene produciendo fuertes bajas en algunas monedas vulnerables a las medidas proteccionistas, como las divisas de los llamados países emergentes.
Pero la semana pasada el dólar avanzó fuertemente frente al euro, al yen y a otras tres importantes divisas, alcanzando su nivel más alto desde julio de 2017. La razón es que los operadores prevén que la disputa arancelaria escalará y ocasionará una aceleración de la inflación en Estados Unidos por el aumento de los costos de importaciones, lo que a su vez podría abrir el escenario que apure más alzas de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal.
Hoy N° 1723 27/06/2018