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08 de agosto de 2018

Consumo de sustancias psicoactivas y adicciones (2)

¿Prevención comunitaria o “reducción de daños”?

Continuamos aportando elementos en torno a nuestra polémica con la corriente de “reducción de daños como políticas públicas” desde nuestro trabajo acerca de la “prevención comunitaria”.

Hay dos criterios para hablar de “reducción de daños”. Uno como parte integral de un abordaje clínico terapéutico de personas con trastornos por consumos de sustancias, donde restringir los consumos o abstenerse de los mismos implica “reducir los daños” que han provocado o provocan las ingestas. Otra cuestión es considerarlos como estrategia de políticas públicas sobre drogas, concepción con la cual polemizamos.

Ya hemos señalado el recurrente error de sus omisiones acerca de la situación económico-social y cultural que atraviesan amplios sectores de nuestro pueblo, sometidos a la vulneración de sus derechos más elementales desde hace generaciones y condenados a pobreza e indigencia creciente, a la pérdida de empleos, a la falta de vivienda, a cambios en los tipos de consumos que afectan profundamente los proyectos de vida personales, familiares y comunitarios, etc. Esa lectura de la situación, los conduce a incurrir en el error de generalizar para el conjunto de la población un abordaje posible para una franja de la misma.

Cabe preguntar a quienes definen las políticas públicas en salud si sigue siendo parte de esta propuesta lo que algunos “teóricos” propusieron en ocasión de las “fiestas electrónicas”, que se realizaron en Rosario y donde murieron dos jóvenes el año pasado, cuando plantearon la necesidad de disponer agua mineral como forma de “educar en el consumo”, o “controlar los daños” que tal consumo pudiera provocar.

La magnitud del consumo de sustancias psicoactivas (legales e ilegales) y las adicciones constituye hoy una situación de emergencia en materia de salud pública. Lo afirmamos desde el conocimiento directo que tenemos desde la Mesa #NiUnPibeMenosPorLaDroga compuesto por organizaciones sociales y espacios de abordaje y tratamiento de la problemática como nuestra “Casa de Acompañamiento y Asistencia Comunitaria”, profesionales de la educación, trabajadores de la salud, párrocos comprometidos con sus barrios, legisladores provinciales y nacionales.

La prevención debe ser el corazón de una política pública de Estado
Mirando la problemática de conjunto y atendiendo a las urgencias de las políticas públicas, consideramos que estas deben centrarse en la prevención. En primer lugar, llegando a miles a través de medios masivos de comunicación junto al trabajo, capacitación y fortalecimiento de equipos interdisciplinarios en los efectores de salud pública y las escuelas, en clubes, vecinales e instituciones barriales, etc. instalando el mensaje de prevenir el consumo, señalando los riesgos para la salud y promoviendo hábitos saludables, a la vez garantizando los espacios deportivos, culturales y gratuitos para la niñez y juventud. Desarrollando las actividades que fortalezcan lazos solidarios y colectivos junto al aprendizaje, la reflexión y el conocimiento. La prevención no prohíbe el consumo, genera conocimientos alertando sobre los riesgos de estas conductas y produciendo actitudes adversas hacia los mismos.

Hoy, dramáticamente ha bajado la edad de inicio de consumos de sustancias. Y vuelven a aparecer niñas/os que inhalan pegamento en las barriadas más excluidas para mitigar el dolor interno del hambre. Se debe intervenir urgente para que niñas/os y adolescentes no entren en contacto con sustancias psicoactivas, produciéndoles daños irreparables por una ingesta precoz. A su vez, trabajar para detener el paso de quienes han usado y usan las sustancias, a un abuso y puedan llegar a perder el control cayendo en una adicción.

Quienes hemos tomado el problema en nuestras manos apostamos a la comunidad organizada, luchando para torcer el rumbo de esta situación. Impulsamos la construcción de redes de organizaciones que desplieguen la “prevención comunitaria” con el protagonismo popular y profesionales al servicio de las necesidades de su pueblo y que desde la lucha exijan respuestas a aquellas causas estructurales que empujan a situaciones de violencias, de consumos y de muertes a miles y miles de jóvenes que sufren en sus cuerpos y mentes el lucro con sus vidas y a quienes este sistema propone anestesiar la rebeldía ante tanta injusticia cotidiana.

El camino de construir Centros de Prevención (CAACs) como los que viene desarrollando el Movimiento #NiUnPibeMenosPorLaDroga a lo largo y ancho del país, con los espacios para las familias (ahí donde se escuche, informe y ayude a comprender que estamos ante una problemática social) y aquellos donde las pibas y los pibes sean protagonistas de la lucha por revertir la situación que los atraviesa, debe ser una experiencia a generalizar y poder desembocar en un Movimiento poderoso, masivo, de extensión nacional que, junto a las organizaciones sociales y políticas, aproxime nuestros objetivos de alcanzar una niñez y juventud sana y plena en una vida feliz, materializando la consigna lanzada hace dos años cuando nos animamos a soñar #NiUnPibeMenosPorLaDroga.

Escribe Pablo Landó. Miembro de la Mesa Ni un pibe menos por la droga de la ciudad de Santa Fe / Integrante del Partido del Trabajo y del Pueblo

Hoy N° 1729 08/08/2018