Lenta, pero inexorablemente, la crisis hipotecaria se ha ido mostrando como una crisis financiera más profunda que corroe no sólo la economía norteamericana sino al conjunto del sistema capitalista imperialista mundial. Los intentos de los Estados Unidos de frenarla metiendo más dólares en el mercado y reduciendo las tasas de interés, han agravado el debilitamiento estructural del dólar (por los déficits fiscal, comercial y financiero externos yanquis) y alimentado la inflación interna e internacional.
El 2007 cerró en Estados Unidos con una inflación del 4,1%, la más alta en 17 años, empujada principalmente por las subas de precios en energía y alimentos. A su vez, la crisis hipotecaria extendida a otros instrumentos de crédito, a los bancos y las Bolsas de valores (las Bolsas yanquis perdieron, en lo que va de mediado de mes en enero de 2008, todo lo que ganaron en un año, en 2007), han comenzado a horadar el consumo y la inversión, augurando una nueva crisis general de sobreproducción (en relación a las posibilidades de venta de las mercancías obteniendo en su precio una ganancia o siquiera su costo de producción).
Esto no es otra cosa que la mentada recesión que se impone por las leyes del capitalismo, más allá de la voluntad de los hombres. Frente a esto lo que los gobiernos pueden hacer es tratar de atemperar sus efectos sobre los capitalistas, prolongándolas en el tiempo y descargándolas sobre sus trabajadores y sobre otros países cuando son potencias imperialistas, como es el caso de los Estados Unidos.
De ahí que el gobierno de Bush proponga rebajas de impuestos y de las tasas de interés para tratar de sostener el consumo de las familias (por supuesto de las que tienen capacidad para pagar impuestos) y la inversión de las empresas, aunque eso implique “algo de inflación” y un mayor debilitamiento del dólar. Mejor dicho: descargando la crisis sobre los trabajadores con ese “algo de inflación” y trasladándola al resto del mundo con la perdida de valor del dólar, mientras el resto del mundo tenga que seguir aceptando el dólar debilitado como principal moneda de cambio y de reserva en el mercado mundial capitalista (ver en nuestra edición anterior “Sacudones en la economía mundial”).
Cruzando los océanos
La crisis hipotecaria yanqui “contagió” a otros países capitalistas no sólo porque algunos grandes bancos habían invertido fondos allí, sino además porque en la mayoría de esos países se venían formando también “burbujas” de especulación inmobiliaria. Y se transformó también en ellos en crisis financiera porque al igual de las Bolsas yanquis, sus Bolsas venían “infladas” acumulando presiones alcistas. Algunas todavía se siguen “inflando”, aunque sufrieron ya algunos sacudones, en particular las de China e India, que acumularon subas de más del 50% en solo un año, en 2007.
Entretanto los países de la Unión Europea y Japón, además de las pérdidas de sus bancos y Bolsas de valores, vienen sufriendo en sus exportaciones, es decir en sus posibilidades de vender al resto del mundo, por la valoración del euro y el yen, en relación a la desvalorización del dólar. Lo que también acerca sus economías a la mentada recesión, con menos margen que los yanquis para trasladar su crisis a los trabajadores y hacia otros países, por las mayores limitaciones que tienen sus políticas monetarias (en el caso de la Unión Europea hay un pacto supranacional que los obliga a restringirse para que la inflación no supere el 3%, hoy en el borde por la inflación internacional en los precios de la energía y los alimentos).
El viento del Este
Las perspectivas de recesión (o de estancamiento con inflación en el caso yanqui) en esos países que son los principales compradores de la producción de China y de India, hace que estos dos países con sus economías orientadas principalmente hacia la exportación, sean los más expuestos a la crisis de superproducción, dentro de los grandes países capitalistas. Aparte que hoy también son los más expuestos en el aspecto financiero, por la afluencia de capital especulativo que vienen teniendo sus Bolsas.
Sea que la debacle en estos países se inicie por la caída de sus exportaciones o de sus Bolsas –ambas inevitablemente se van a unir–, lo cierto es que sus efectos sobre la economía mundial capitalista imperialista, en particular sobre los trabajadores y los países dependientes –incluso en la Argentina pese a lo que dicen los economistas del gobierno– van a ser mucho más catastróficos de lo que hemos visto hasta ahora.
La crisis en Estados Unidos, Europa y Japón lleva a que caigan las ventas de China e India. Esto implica el ahogamiento del “gran pulmón” que el sistema capitalista imperialista ha tenido en la última década, que fue decisivo para salir de la crisis anterior, la iniciada en el Sudeste Asiático en 1997, y que aun con China como “reservorio” se prolongó hasta muy entrado el 2002.
Los manotazos de Bush pueden lograr en parte trasladar en el tiempo y en el espacio la recesión yanqui, trasformándola en estanflación (estancamiento con inflación), pero eso será a costa de una crisis capitalista mundial de mayor envergadura y más prolongada en el tiempo que la de 1997-2002. Los vientos de crisis y de guerras, y también de revoluciones, con que se inició el siglo 21, están incubando tormentas mayores.