La teoría del capitalismo dependiente fue elaborada entre otros por ideólogos socialdemócratas desarrollistas* como Fernando Cardoso (luego presidente de Brasil) y Teotonio Dos Santos. Fue tomada por el teórico ruso Víctor Volski y divulgada por el Departamento para América Latina de la Academia de Ciencias de la URSS, una tapadera del KGB (el servicio de inteligencia del socialimperialismo soviético) y adoptada luego como teoría oficial de los partidos comunistas prosoviéticos de América Latina en la Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina y el Caribe (La Habana, 1975). La difusión de esta teoría en América Latina –dejando de lado a algún incauto adherente, que los hubo y los hay– estuvo vinculada a las necesidades expansionistas, concretas, de la entonces superpotencia socialimperialista soviética.
Esta teoría se fundamenta en el carácter capitalista predominante en las relaciones de producción en nuestros países, por lo que la contradicción principal en los mismos sería burguesía-proletariado. Secundariza la división del mundo que señaló Lenin entre países opresores y países oprimidos, división que para él era fundamental, y consideran a la dependencia del imperialismo como un simple rasgo de nuestras economías.
Así los teóricos del capitalismo dependiente no diferencian en la burguesía nacional a los sectores limitados en su desarrollo por el imperialismo y el latifundio, y la golpean en bloque, junto con el imperialismo y la oligarquía. Tampoco prestan atención a la lucha interimperialista, porque al ser una teoría al servicio de un imperialismo, ven un mundo unipolar, dirigido por el imperialismo norteamericano y secundarizan las contradicciones de éste con los otros imperialismos, con los que buscan una alianza. Para la mayoría de esos teóricos, aún hoy, Rusia no es una gran potencia imperialista; lo mismo, la China actual.
Por otro lado, los teóricos del capitalismo dependiente revisan el análisis marxista del proceso histórico concreto de nuestros países e idealizan el latifundio que predomina en nuestros campos, considerando modernizador al monopolio capitalista de la propiedad de la tierra. Cuestionan el origen feudal del latifundio en nuestros países, planteando que habría sido capitalista de inicio, desde la Colonia. Los terratenientes habrían sido y son simples burgueses, adhiriendo en esto a la vieja definición del socialismo de Juan B. Justo de caracterizarlos como burguesía terrateniente: un sector de la burguesía que solo se diferencia de los otros sectores –industrial, comercial, o financiero– por ser agrario, ya que consideran a la tierra como si fuera un capital, sin tener en cuenta que una cosa es la tierra, como bien natural, y otra el capital que se necesita para explotarla. Esta teoría del capitalismo dependiente –que considera a la dependencia y al latifundio como formas particulares del desarrollo del capitalismo–, es utilizada para fundamentar el carácter principalmente anticapitalista, directamente socialista, de la revolución, como hace también la mayoría de los trotskistas.
La teoría del capitalismo dependiente, que oprime como un yugo teórico no sólo a los partidos revisionistas sino también a muchas fuerzas revolucionarias, ha hecho un daño tremendo en toda América Latina. Pues con fraseología de “izquierda” se sigue negando la línea de hegemonía proletaria en la revolución. Sin ubicar a los enemigos principales como tales (el imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria), se golpea en bloque a las clases explotadoras sin diferenciar, en ellas, al sector que oprime al conjunto de la sociedad ni, incluso, a los sectores de esas clases explotadoras que son llevados a la ruina y se resisten sin por ello ser revolucionarios, como ocurre ahora frente a la política del gobierno macrista que se expresan políticamente a través del peronismo e incluso de sectores del propio radicalismo integrante de Cambiemos.
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* El desarrollismo se fundamenta en la teoría revisionista del marxismo sobre el papel determinante del desarrollo de las fuerzas productivas. Estas por sí solas revolucionarían las relaciones de producción y de propiedad, sin importar el modo que se dé. Por eso se postula ese desarrollo sobre la base de la tecnificación del latifundio y de la inversión del capital imperialista en minería o agroindustria, aunque eso sea a costa de la ruina y el empobrecimiento de otros sectores, la opresión de la mayoría del pueblo, la superexplotación obrera y la entrega del patrimonio nacional.
Escribe Eugenio Gastiazoro
Extracto del Programa del PCR
La burguesía nacional, una fuerza intermedia
En un país oprimido por el imperialismo como el nuestro, la burguesía se divide en dos sectores:
-La burguesía intermediaria, lacaya de los imperialismos, enemiga de la revolución, y
-La burguesía nacional (urbana y rural) y el campesinado rico.
La burguesía nacional como clase es oprimida por el imperialismo y constreñida y limitada por el latifundio terrateniente. Pero a su vez está vinculada por múltiples lazos a los monopolios imperialistas y a los
terratenientes. La burguesía nacional es una clase de doble carácter: por un lado es oprimida por el imperialismo y por el otro es contraria a la clase obrera.
La consideramos una fuerza intermedia porque en esta etapa de la revolución no integra el campo de sus enemigos. Pero tampoco integra como clase el frente de liberación nacional y social. Como enseña nuestra experiencia histórica la burguesía nacional es incapaz de enfrentar revolucionariamente al imperialismo y a los terratenientes.
Desde nuestro Primer Congreso definimos nuestra línea de neutralizar a la burguesía nacional como clase. La política del proletariado hacia ella, en esta etapa de la revolución, es de unidad y lucha y apunta a su neutralización como clase. Esto implica una política activa para ganar a un sector de la burguesía nacional (los sectores patrióticos y democráticos), neutralizar con concesiones a otro sector, y atacar a la capa superior, al sector que se alía con el enemigo.
Para juzgar a los distintos sectores de la burguesía nacional tenemos en cuenta sus características económicas, pero partimos siempre de su actitud política frente al imperialismo: ¿lo enfrenta, forcejea con él, o se subordina? De ahí la necesidad de ver que predomina en cada momento político. La política nos ha enseñado que hay un sector que inexorablemente se une a los enemigos del pueblo, otro sector que enfrenta a los mismos, y que hay un sector muy grande que puede y debe ser neutralizado en esta etapa de la revolución.
Respecto de la capa superior de la burguesía nacional, nos referimos a un pequeño número de elementos de la derecha de la burguesía nacional que se adhieren al imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria, y se oponen a la revolución democrática popular, por lo que pasan a ser, también, enemigos de la revolución.
Incluso el sector de burguesía nacional posible de aliarse en determinados momentos a la clase obrera y a las fuerzas revolucionarias es vacilante, y cuando nos unimos a él, debemos estar alertas, porque lo más probable es que, en el futuro nos traicione; y porque cuando se une a nosotros lo hace disputándonos la dirección de las masas oprimidas a las que influencia. Así como, cuando traiciona, no debemos confundir a la burguesía nacional con los enemigos estratégicos de la revolución, porque muy probablemente en el futuro debamos unirnos nuevamente con ella.
(Programa, PCR de la Argentina, 2013)
Hoy N° 1753 06/02/2019