Y vino con Onganía el plan de Krieger Vassena; un plan que avanzó como una topadora. Primero reestructuraron el puerto. Hubo una gran lucha de los obreros portuarios, que fue doblegada. Después marcharon a la reestructuración de los ferrocarriles: clausura de ramales, privatizaciones, despido de miles de obreros.
Los ferroviarios libraron batalla. La Unión Ferroviaria, que tenía una dirección tripartita entre los radicales de Scipione, los comunistas, dirigidos por Vázquez, y los peronistas de Pepe, entregó la lucha. Esta fue una de las causas principales de descontento en el PC que generó el surgimiento de nuestro partido. Por eso nosotros, que cuando rompimos teníamos un núcleo fundamentalmente estudiantil, arrancamos con decenas de afiliados ferroviarios en Bahía Blanca, en Tolosa –donde dirigíamos la seccional de la UF–, en Alianza, en la línea Mitre, en Rosario, en Remedios de Escalada, etc.
Pero, en definitiva, las medidas de Onganía pasaron también allí. Pusieron proa a la llamada reestructuración de la industria azucarera, con el cierre de varios ingenios en Tucumán, que dejaron a miles de obreros del azúcar en la calle, y a miles de zafreros y cañeros sin posibilidades de trabajo. Estos trabajadores habían protagonizado las luchas que, junto con las ocupaciones de fábricas del 63-64, tuvieron mayor envergadura en la Argentina de esos años. Fueron las grandes marchas de los cañeros pobres hacia Tucumán y su empalme con la lucha de los obreros de los ingenios azucareros, lo que está en el trasfondo de los acontecimientos que van a sacudir posteriormente a Tucumán hasta el 76. Grandes luchas. Onganía aplicó estas medidas y pasa ron. Una reestructuración profunda –como decía él– del Estado. Miles de obreros y de empleados estatales a la calle. Al mismo tiempo metieron la policía en la Universidad y barrieron con todas las conquistas democráticas del movimiento estudiantil, producto de muchos años de lucha desde la década del 50, y que habían permitido teorizar a algunos reformistas del Partido Comunista que la Universidad era una isla democrática. A la “isla democrática” la barrieron. Aplicaron también su reestructuración en el agro, abiertamente latifundista, arruinando a miles de arrendatarios.
El gobierno de Onganía parecía consolidarse. El plan de Krieger Vassena parecía ir sin mayores obstáculos hacia adelante. Había estabilidad económica. Mucha gente, de izquierda incluso, hablaba del milagro que se estaba produciendo desde el punto de vista económico; así como allá por el 79 se habló de los profundos cambios y el milagro que estaba produciendo en Argentina Martínez de Hoz. Es que todos estos planes tienen también sus momentos de ilusión, donde aparentemente las “variables económicas” han sido controladas y se va hacia adelante.
El nuevo plan se proponía la readecuación del Estado argentino a una concentración y centralización monopolista, al mismo tiempo que reforzar el latifundio. En el período anterior, Illia había intentado algunas tímidas reformas: revisó los contratos petroleros entreguistas de Frondizi; propuso una ley de medicamentos que golpeaba a los laboratorios monopolistas extranjeros, e impulsó algunas medidas de transformación agraria, pálidas, como esta ley que nosotros acordamos en el programa del Frejupo, la ley de arrendamiento impuesto, para dar tierra a los jóvenes campesinos. Y contra todo eso enfiló Onganía.
Todo el mundo hablaba del reflujo; y del reflujo poderoso. En torno a esto se dio la gran batalla de líneas en el movimiento obrero y popular.
Nosotros recién nos constituíamos. La izquierda revolucionaria tenía en esto muchos puntos de contacto con el trotskismo, y partía de este largo período de reflujo para planificar con tranquilidad distintas formas de focos guerrilleros en el campo. De modo que en las ciudades, en el movimiento obrero, estudiantil, etc., practicaban una política de tipo pedagógico, de explicar las cosas a las masas, pues entendían que lo de Onganía se había producido a partir del profundo reformismo que predominaba en el movimiento obrero argentino. Hallaban una contraposición entre la adhesión de las grandes masas obreras y populares al peronismo, y las luchas enormes que había protagonizado el proletariado argentino, como las ocupaciones de fábricas del año 64, en épocas de Illia, en las que se produjo el asesinato de Mussi, Retamar y Méndez, que fue un acontecimiento muy pocas veces visto en el mundo capitalista, salvo en aquellas ocupaciones de fábrica en París que precedieron al Frente Popular a mediados de la década del 30.
Su visión de la realidad se apoyaba también en las posiciones de muchos dirigentes sindicales que, al igual que el general Perón, cuando se produjo el golpe de Onganía propusieron “desensillar hasta que aclare”.
Hay que tener presente que cuando el gobierno de Onganía asumió, dirigentes sindicales muy caracterizados del vandorismo, que entonces eran hegemónicos en la CGT, estuvieron presentes en la ceremonia. Estas eran las condiciones y lo que estaba en discusión.
Nosotros decíamos que las medidas de Onganía habían resecado un polvorín de odio popular bajo los pies de la dictadura, y que ese polvorín iba a estallar. Lo que nos orientaba a nosotros era la confianza poderosa en la clase obrera argentina. Teníamos, claro, una evaluación diferente de las luchas de esos años. Nosotros veíamos que el factor principal de ese movimiento obrero y popular era su combatividad y que había elementos de conciencia revolucionaria, aun cuando estos elementos estuvieran en gran parte mezclados con elementos ideológicos burgueses por su adhesión al peronismo. Teníamos en cuenta las condiciones en que se había producido esa adhesión, con un partido comunista que había claudicado en su rol de partido de la clase obrera.
Otra cuestión era la evaluación de la situación internacional. Se habían producido los golpes de Estado en Brasil, Ghana, Indonesia, entre otros.
Había muerto el Che Guevara. Teníamos una dictadura en Bolivia. La URSS había invadido Checoslovaquia. Los árabes habían sido derrotados por Israel en la guerra de 1967 y la OLP recién surgía, era prácticamente desconocida. Las corrientes prosoviéticas veían sólo estos hechos. Para ellos no tenía relevancia que el país donde vivía uno de cada cuatro habitantes de la tierra, China, estuviera sacudido por la Revolución Cultural (nosotros tampoco valorábamos a fondo esto) y había sucedido el Mayo Francés (los prosoviéticos analizaban despectivamente el Mayo Francés, que había dejado en el aire al PC revisionista de Francia). También se habían producido algunos estallidos de masas estudiantiles en México y en Brasil, y continuaba la heroica lucha del pueblo vietnamita contra los agresores yanquis.
Implícitamente, cuando nosotros hablábamos del polvorín, teníamos en consideración una diferencia de enfoque sobre esta situación internacional y sobre lo que predominaba en ella.
Hoy N° 1765 08/07/2019