La multitud protestaba contra las reformas emprendidas por los jerarcas que habían restaurado el capitalismo tras la muerte de Mao Tsetung en 1976, apoderándose del poder en el Partido Comunista de China y en el Estado, en diciembre de 1978.
Las potencias imperialistas occidentales han aprovechado este aniversario para machacar que esta masacre fue provocada por un gobierno “comunista”, contra seguidores de la “democracia”. Esto es falso. Nuestro Partido, ya desde 1979, denunció el proceso que se venía dando en la República Popular China, donde los “seguidores del camino capitalista” –como los marcara a fuego Mao– en un complejo proceso lograron derrocar al proletariado y hacerse con el poder.
Mucho hemos escrito desde el PCR analizando la Revolución Cultural Proletaria en China, esa inmensa lucha revolucionaria por el poder encabezada por Mao, que logró, entre 1966 y 1976, derrotar a los revisionistas y burgueses que desde posiciones de dirección dentro del Partido y del Estado trataban de mellar las conquistas revolucionarias.
Las protestas de 1989
En 1989, habían pasado 10 años desde que la camarilla burguesa venía realizando cambios de fondo en la estructura y la superestructura para restaurar el capitalismo. Las consecuencias, como denunciaban los manifestantes en Tiananmén, fueron un gran aumento de la inflación, el desplazamiento de millones de trabajadores de las zonas rurales hacia las “zonas especiales” de desarrollo de grandes empresas capitalistas, el surgimiento de una capa de multimillonarios, una inmensa corrupción y la brutal represión que cercenaba los derechos democráticos de las grandes masas, impidiendo su libertad de expresión y movilización.
En las protestas de 1989 confluyeron obreros, campesinos y estudiantes, que muchas veces manifestaron unidos. En las fábricas y universidades habían vuelto a aparecer los “datzibaos”, carteles murales de grandes caracteres, en los que se denunciaba al gobierno y su “plan de reformas”.
Los estudiantes se reivindicaron herederos del Movimiento 4 de Mayo, que a principios de siglo 20 había enfrentado al poder imperial, del que formara parte el joven Mao. Desfilaban con pancartas que acusaban a los jerarcas del gobierno chino de nazis, y una parte de ellos proponía reformas democráticas de tipo occidental. Otro sector, como consignan las crónicas de la época, cantaba La Internacional en las marchas, y reivindicaba al socialismo. En los Consejos de Fábricas, los viejos y los nuevos obreros de origen campesino se declaraban en apoyo a los estudiantes y exigían medidas para mantener su injerencia en la decisión de qué y cómo se producía, frente a la ofensiva capitalista que se apropió de las empresas y desmanteló las cooperativas y comunas populares, imponiendo la más brutal explotación capitalista.
La nueva burguesía imperialista en el poder –encabezada entonces por Deng Xiaoping y su primer ministro Li Peng– no sólo desoyó los reclamos populares sino que envió tropas del todavía hoy llamado Ejército Popular de Liberación a desalojar el acampe de Tiananmén. La noche del 4 de junio los tanques y los blindados pasaron literalmente por encima de las carpas de los manifestantes, y dispararon sobre la multitud. Hasta el día de hoy no se conoce la cifra real víctimas, pero se estima que hubo casi 3.000 muertos, y más de diez mil heridos.
Nuestro Partido denunció públicamente esta barbarie. En el semanario hoy del 7 de junio de 1989, sólo tres días después de los hechos, titulamos “Domingo negro en Pekín”, afirmando que esta “brutal represión militar contra estudiantes y obreros”, tenía “pocos ejemplos comparables en el mundo. Entre ellos el llamado viernes negro de 1905 en la Rusia zarista”. Remarcábamos en ese artículo y en otro del 14 de junio de 1989, que las consecuencias de esos diez años de reformas eran “la adopción de las leyes del mercado como norma general del desarrollo económico”, y que “China no será la misma tras la masacre ‘modernizadora’”.
Hoy N° 1770 12/06/2019