Hace pocos días terminó de emitirse la miniserie Chernobyl, una coproducción entre el conglomerado HBO de Estados Unidos y la compañía de telecomunicaciones Sky de Inglaterra. A lo largo de cinco capítulos, Chernobyl recrea la explosión ocurrida el 26 de abril de 1986, de esta central nuclear ubicada en el norte de Ucrania, en ese entonces parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
La miniserie se centra en cómo el gobierno soviético trató de minimizar y ocultar las consecuencias de lo que se considera el mayor desastre nuclear civil de toda la historia, así como el papel de algunos científicos por dar a conocer la verdad de lo ocurrido.
La URSS ya no era un país socialista
Lo primero que hay que decir, cosa que no hace la serie, es preguntarse, ¿era la URSS en 1986 un país socialista? ¿Dirigían los obreros y los campesinos el gobierno del Estado, a través de una dictadura del proletariado, como la que surgió de la Revolución Rusa de 1917? La respuesta es no.
Como denunció Mao Tsetung ya a comienzos de la década de 1960, en la URSS, en un complejo proceso, tras la muerte de Stalin en 1953, se restauró el capitalismo, y una nueva burguesía dio un golpe de Estado en 1957 encunbrándose en la dirección del Partido Comunista de la URSS, y en el gobierno soviético.
Surge así un capitalismo monopolista de Estado que, con los años, se transformó en socialimperialismo (cumpliendo con todos los rasgos analizados por Lenin para el imperialismo). Este régimen, en lo interno, derivó en un socialfascismo, terriblemente opresor del pueblo ruso y las nacionalidades integrantes de la URSS.
Nuestro PCR denunció sistemáticamente este carácter socialimperialista de la URSS desde comienzos de los años 70, y sus consecuencias en la política internacional y en nuestro país en particular. Nuestro camarada Carlos Echagüe realizó varias obras de imprescindible lectura para los revolucionarios del siglo 21, sobre las características de este proceso (ver sus tres tomos de Revolución, restauración y crisis en la Unión Soviética).
La explosión de Chernobyl
La serie, de muy buena factura en lo que hace a la recreación histórica, muestra las reuniones de la cúpula soviética dirigida en esos años por Mijail Gorbachov. Gorbachov fue secretario general del Comité Central Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1985 y jefe de Estado de la Unión Soviética hasta su disolución, en 1991, y promotor de reformas económicas conocidas como la perestroika, y la glasnost (transparencia), que como dice Echagüe fue la instauración del parlamentarismo burgués, manteniéndose la formalidad total de los soviets.
El desastre de Chernobyl ocurrió apenas dos meses después de un Congreso del PCUS (febrero de 1986), en el que Gorbachov lanzó su plan de reformas. La serie deja entrever los límites de la “democratización” impulsada por este sector de las clases dominantes, ya que se mantenía con total crudeza una terrible opresión sobre las masas.
Tan es así que tras la explosión del reactor, la primera reacción de la dirigencia socialfascista, junto con el ocultamiento, fue la militarización de la zona. Como señala Echagüe, en tiempos de Gorbachov los ministerios encarnaban grupos de intereses y tendían a transformarse en vastos imperios económicos. Esta es la base de la “desidia y burocracia ‘irracional’” que aparecían como producto de la corrupción moral de algunos individuos.
Hay que rescatar que, aunque no entra en honduras, la miniserie muestra varios ejemplos de valentía y sacrificio por parte de los trabajadores, particularmente mineros, que fueron enviados a Chernobyl a tratar de paliar las consecuencias del desastre. También hay escenas que evidencian las contradicciones entre los representantes de esa nueva burguesía, los funcionarios de los ministerios, y los trabajadores.
Qué dijo el PCR cuando explotó Chernobyl
En el número 116 de nuestro semanario hoy, aparecido el 30 de abril de 1986, apenas cuatro días después de la explosión del reactor nuclear de Chernobyl, dábamos cuenta en un recuadro de las concentraciones realizadas en “Alemania, Italia y otros países europeos en repudio a la desinformación y falta de medidas de seguridad con que los soviéticos manejaron el accidente de la usina nuclear”.
En el número siguiente, del 7/5/1986, un artículo titulado ¿Qué pasó en Chernobyl?, comenzaba diciendo: “El problema básico del accidente de Chernobyl está en que los reactores rusos no tienen edificio (cúpula) de contención (con muros de un metro de espesor) que en caso de accidente impidan que se diseminen por el aire los elementos radiactivos”.
Esto está reflejado en la serie, como parte del alegato del personaje que representa a uno de los científicos investigadores de la explosión. La serie remarca, al igual que lo decía el artículo citado que “la razón por la que no tienen cúpula de contención… es porque de esa manera su costo es del 10% de los que tienen esas seguridades”.
Luego nuestro periodista describe que en esos años la URSS tenía 14 reactores nucleares de las mismas características, e incluso los exportaba a países como Polonia y Cuba, sin muro de contención. Tras analizar que esta “reducción de costos” se manifestaba en todas las ramas de la industria soviética, decíamos. “El desprecio de la vida humana y de las condiciones de seguridad mínima en el trabajo son una de las bases del sistema productivo capitalista de Estado, imperialista, soviético”. En la misma nota se destacaba el “carácter fascista de un régimen que especula con eso como factor de ‘crecimiento’”, y cómo el PC de la Argentina, a través de su periódico Qué Pasa, negaba “la desidia soviética y se burlan de las consecuencias en los países vecinos como mera ‘propaganda imperialista’”.
Carlos Echagüe, en el tomo 3 de su obra citada, subtitulada “Del socialimperialismo al imperialismo, de Jruschov a Putin”, aparecida en 2010, decía que este desastre nuclear “puso al desnudo la criminal culpabilidad de la clase dominante rusa”, y que “a 25 años del desastre, los sobrevivientes y los familiares de las víctimas siguen pidiendo que se diga toda la verdad. Según versiones de los protagonistas el número de muertos ascendió a 55 mil; mientras que para los estudios oficiales fueron ‘solamente’ 4 mil. Pero las investigaciones independientes estiman que hasta hoy ha habido 500 mil muertos” (ver pág. 290/291).
Hoy N° 1770 12/06/2019
Escribe German Vidal