El cultivo de la soja se extendió a 16,9 millones de hectáreas, la mitad de la tierra sembrada (La Nación, 15/2).
Miles de familias de trabajadores rurales debieron abandonar sus taperas para malvivir en las villas de emergencia de las grandes ciudades. Los pequeños y medianos agricultores son desplazados hacia los pueblos, para vivir, por ahora, mientras duren los precios altos, como mini rentistas.
La soja desplazó a la ganadería, el tambo, el algodón, las huertas y la fruticultura, provocando el encarecimiento de todos esos productos para el pueblo. El precio en la Argentina llegó a $ 1.040 la tonelada, y en Chicago, mercado de referencia, superó los 500 dólares. Sólo el 4% de los mal llamados “productores”, es el que se queda con la tajada grande de la torta de la soja. Muchos son capitales extranjeros que ya se adueñaron de 17 millones de hectáreas. El gobierno se queda con el 35% como retenciones: $ 16.536 millones.
La soja empobrece la tierra, lo que amenaza con desertificar grandes extensiones del campo.
02 de octubre de 2010