Noticias

20 de noviembre de 2019

“Así paga el diablo”, dijo Perón en su momento sobre el imperialismo yanqui

La particular posición de Rusia sobre Bolivia

La calificación por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia de “golpe de Estado orquestado” al ocurrido en Bolivia se ha relacionado al hecho de que con el gobierno de Morales lograron proyectos lucrativos para las empresas estatales rusas. Pero también se ha relacionado a las necesidades políticas internas del presidente Vladimir Putin, a quien se cuestiona que se sostenga en el poder más allá de los límites constitucionales vigentes en esa potencia imperialista.

Bolivia tiene una larga historia de golpes militares y presidencias abortadas. En lo que va de este siglo se recuerda cuando los generales bolivianos siguiendo las órdenes del entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, en 2003, hicieron uso de la fuerza contra manifestantes que exigían la nacionalización de los depósitos de gas natural del país. Al menos 67 personas murieron y unas 400 resultaron heridas; Lozada tuvo que terminar resignando su cargo en su vicepresidente Carlos Mesa, quien acordó la convocatoria a un referéndum que respaldó la nacionalización de los recursos naturales del país. Pero Mesa no la implementó y tuvo que renunciar en 2005 en medio de protestas masivas.

Eso allanó el camino para la primera victoria electoral de Morales en diciembre de ese año. El nuevo presidente declaró que el poder ahora pertenecía a los pueblos indígenas de Bolivia y que los recursos naturales del país serían nacionalizados, en lo que avanzó durante su gobierno ganándose el odio de la tradicional oligarquía y del imperialismo de los Estados Unidos, que fomentaron la división racista y religiosa en el pueblo.

A su vez Morales fue forjando una buena relación con los líderes de las potencias imperialistas rivales de los Estados Unidos, como Rusia, China y Alemania. En el caso del régimen de Putin en Rusia se le facilitó hacer negocios de armas y energía para los autócratas allí dominantes: Rosatom Corp., el monopolio nuclear del Estado ruso, obtuvo en julio de este año un contrato para construir un centro nuclear de US$300 millones cerca de La Paz, la capital boliviana, y comenzó a negociar una concesión para el desarrollo de las grandes reservas de litio de Bolivia, rubro en el que están involucrados los imperialistas de Alemania y de China; Gazprom PJSC, la estatal rusa de gas natural, tiene presencia en Bolivia desde 2010. Rusia también trató de vender armas a Bolivia, especialmente helicópteros; el propio Putin hizo las gestiones, pero las ventas reales se han visto frenadas por la escasez de fondos de Bolivia.

Rápidamente los imperialistas de Estados Unidos e Inglaterra apoyaron a los golpistas fascistas, que contaron con la intermediación de Bolsonaro en Brasil. Ahora Putín, pese a haber calificado de golpe de Estado a lo sucedido en Bolivia, ha abierto también una puerta a los militares golpistas al anunciar que considerará a la autoproclamada Jeanine Añez como líder hasta que se celebren nuevas elecciones, tratando de preservar sus intereses económicos y sobre todo las relaciones forjadas en estos años con sectores de la cúpula de las Fuerzas Armadas de Bolivia. En tanto los jerarcas socialimperialistas de China y los imperialistas de Alemania, comprometidos en el ambicioso proyecto de una gran fábrica de baterías a partir de la industrialización de las reservas de litio de Bolivia y también con relaciones en la cúpula de las Fuerzas Armadas –viejas en el caso de los alemanes–, no se han definido sobre el golpe ni sobre el autoproclamado nuevo gobierno.

Hoy N° 1792 20/11/2019