Se ha escrito y se escribe mucho sobre el triunfo del kirchnerismo en las elecciones de
octubre de 2007 y la posterior reorganización del Partido Justicialista. Pero lo que no se dice (salvo el PCR) es que el no voto fue el gran triunfador en esas elecciones. Su magnitud –pese al fraude oficialista– redujo el apoyo electoral a Cristina Fernández al 30% del electorado. Porcentaje debido principalmente al apoyo de muchos dirigentes justicialistas que Cristina calificaba de “impresentables”. Y esto tiene mucho que ver con la
posterior reorganización del PJ por Néstor Kirchner.
Tenía que ser un hombre de convicciones débiles, de inclinaciones volubles, como José Octavio Bordón (peronista renovador, luego gobernador menemista, fundador del Frepaso y, finalmente, hombre “de” Kirchner) de vuelta ya de tantas cosas, el que confesase por qué Kirchner debió ponerse al frente de la reorganización del PJ.
En una entrevista con Perfil (24/2/08) declaró: “Yo percibo que Kirchner ha leído que un gobierno tan exitoso, con una oposición tan fragmentada, no sacó la cantidad suficiente de votos, creo que ha sabido leer, que los éxitos socio-económicos del gobierno, la recuperación de niveles de paz y de convivencia, de tranquilidad más allá de las dificultades que hay, más la memoria cercana de la catástrofe que vivimos podrían haber permitido una
mayor cantidad de votos. No es leer los votos de la oposición sino los votos que no sacó el oficialismo. Y saber leer que ha sido el justicialismo la base fundamental del triunfo y no la política de transversalidad” (los subrayados son míos).
Bordón ha dicho, en forma sibilina (tal vez resentido por haber sido ninguneado, siendo
embajador en los EEUU, porque el gobierno se apoyaba en un cónsul amigo de Cristina
Fernández y no en él) lo que Néstor y Cristina ocultan cuidadosamente: es por debilidad más que por fortaleza que Néstor Kirchner debió ponerse al frente de la reorganización del PJ.
02 de octubre de 2010