Actualizo la búsqueda de Google cada 5 minutos después que el run run del rumor se va haciendo un ruido casi insoportable. Actualizo deseando que sea falsa alarma. Me escriben distintas compañeras y leo en ellas la misma angustia. Actualizo y el rumor es un hecho: Fátima Florencia está muerta, fue asesinada. La bronca otra vez como cuando asesinaron a Micaela, Gisela, Priscila, Miriam, Lidia, Jésica, Rosa, Florencia, Lucía, Solange, Josefina y todas las demás. Siento que no me da más el cuerpo de angustia, pero sé que me tiene que dar. Nos organizamos rápido, nos llamamos por teléfono, nos consultamos. El domingo familiar se diluye, pero mi amor me abraza y mis compañeras me escriben… me voy sintiendo cada vez menos sola.
En Tribunales somos miles. El mate silencioso, las que van llegando buscando aquel abrazo forjado en la lucha, las lágrimas de bronca, los carteles de pedido de justicia, configuran un deja vú interminable, cíclico. En voz bajita nos comentamos la negligencia estatal: «Ella hizo todo lo que tenía que hacer», «hizo denuncias que fueron desoídas», «Martínez tenía denuncias desde 2017», «la dejaron salir sola», «no volvió al refugio y no hicieron la denuncia», «no metieron en prisión preventiva al femicida a tiempo», «tardaron una semana en encontrarla», «nos querían vetar el reclamo en la Fiesta del Mate», «nadie da la cara». Hay mucha tristeza. La rabia crece. ¿Nos quedamos hasta que salgan? Queremos explicaciones. Exigimos la Ley de Emergencia. Formulamos que hay funcionarios responsables que tienen que renunciar ya.
Me abstraigo, me voy en mí misma. Pienso que hay momentos donde parece que todo vuelve al punto cero, que no se avanza, pero esa sensación desaparece rápidamente y ahí están mis compañeras para clarificar en eso. Todos los derechos los hemos conquistado nosotras, eso me vuelve a ubicar en el tiempo y el espacio, celebro a las que nos antecedieron y dibujaron ese camino. Pienso en Clelia Iscaro y María Conti y en ese nosotras que fue solidificándose en los Encuentros Nacionales de Mujeres y digo «¡qué alivio que nos tenemos!». Busco a mis compañeras más grandes porque con ellas es todo más fácil. Busco a las pibitas y me impregno de una energía que parecía extinguida unas horas antes. Me siento yo de nuevo y no tan enajenada por el dolor. El dolor se va transformando en lucha, como siempre, como todas las veces que nos arrebataron a una.
Seguimos en Tribunales, hay una conferencia que no podemos escuchar, nos avisan lo que van diciendo otros/as que están escuchando, queremos ser parte, pedimos que nos expliquen, nos acusan de que no dejamos salir a los funcionarios y aclaramos la situación: claro que queremos que salgan, estamos esperando explicaciones.
Mientras tanto los grupos de WhatsApp arden. Llegan miles de mensajes de la escuela, de las de familias de la escuela de mi hijo, mis primos, compañeros, amigos. Todos hermanados/as en esa desazón tan particular de cuando ocurren los femicidios.
Son las 20 y todavía la justicia nos tiene en vilo, no salen y nos acusan de no dejarlos salir. Remarcamos: claro que queremos que salgan, estamos esperando explicaciones. Vamos levantando más la voz exigiendo la Emergencia. Que renuncien los funcionarios responsables.
Con un nudo en la garganta comunicamos a nuestras familias como viene: «tal vez no vuelva a dormir», «guárdenme comida», «dale un beso a los chicos de mi parte», «tráeme agua y comida», «te escribo para contarte como sigue».
Nos vamos cruzando con otras compañeras e intercambiamos, pensamos que la marcha de mañana 9M tiene que ser masiva, tenemos que seguir trabajando en eso. Preguntamos a otras: «¿hasta cuándo nos van a seguir matando?» como si las demás tuvieran una respuesta. Nos abrazamos y pensamos que esto tiene que cambiar, que hay que sacudir profundamente las estructuras putrefactas, que nunca más un femicidio cantado puede no ser escuchado. Hablamos con Flor, la amiga de Fátima Florencia, y como si quisiéramos cargar un poco su angustia le decimos que esto marca un antes y un después en la lucha de las mujeres.
Sabemos que es así, que la Ley de Emergencia se extendió demasiado, que tiene que ser ya con presupuesto real e implementación.
Nos abrazamos de nuevo, es la madrugada y diagramamos cómo seguir mañana. Nos decimos que con Fátima Florencia contamos 68 mujeres asesinadas en 2020. Tenemos dolor y una gran certeza histórica: estamos camino a conquistar la mitad del cielo.
Escribe Daniela Vera. Docente, integrante de la Multisectorial de Mujeres Entrerrianas, militante de la Campaña por la Emergencia en Violencia hacia las mujeres y del Partido Comunista Revolucionario – Partido del Trabajo y del Pueblo (PCR-PTP)
Publicado por Río Bravo el 9 de marzo de 2020.