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11 de marzo de 2020

La soberanía nacional no se resigna ante ningún imperialismo

Ni amo viejo ni amo nuevo ¡ningún amo!

En la situación internacional y nacional se han producido cambios muy importantes. En Latinoamérica grandes masas vienen protagonizando una oleada de rebeliones. En ese marco y como parte de él, en la calle y en las urnas se produjo la derrota del macrismo por el Frente de Todos que ayudamos a constituir e integramos.

El imperialismo yanqui, enemigo tradicional de los pueblos latinoamericanos, ha pasado a ser el imperialismo más agresivo en la región. Se ha agravado la disputa entre todas las potencias imperialistas que tiñe la situación política en la región.

Atendiendo a la agresividad del imperialismo yanqui, distintos sectores vienen proponiendo en nuestro país integrarnos estratégicamente con China y Rusia. Y en este sentido, insisten con la conveniencia de aceptar sus ofertas de “complementación” técnica e industrial. Hay una gran presión porque Argentina acepte centrales nucleares tanto de origen ruso o chino –tal el caso de Atucha III a manos de China–, de distintos emprendimientos energéticos vinculados a la explotación de hidrocarburos convencionales y no convencionales, infraestructura ferroviaria, etc. Proponen como camino de supuesta afirmación de nuestra soberanía aceptar sus ofertas técnicas, científicas o industriales.

El problema de la independencia científico-técnica, tecnológica y agroindustrial es crucial para las naciones dependientes y oprimidas por los imperialismos y las clases dominantes a ellos asociadas como Argentina.

No es necesario explayarse sobre cómo las distintas potencias imperialistas imponen a las naciones oprimidas sus productos industriales y tecnológicos como un mecanismo más de opresión y dominio.

El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte dominó nuestro desarrollo industrial y científico-técnico a fines del siglo 19 y buena parte del siglo 20, no sin la disputa de otros imperialismos. Alemania, Italia, Francia y Estados Unidos, desde comienzo de ese siglo, fueron duros competidores de los británicos.

Luego de la segunda guerra mundial, Estados Unidos emergió como la potencia hegemónica en el mundo y, en un proceso, pasó a ser la potencia dominante en nuestro país.

A la disputa interimperialista en el mundo, y en Argentina, se sumó, luego, la Unión Soviética (hoy Federación de Rusia) cuando en 1957, mediante el golpe de Estado encabezado por Nikita Jrushchov, dejó de ser un país socialista y se transformó en un país socialimperialista (socialista de palabra e imperialista en los hechos), y socialfascista (socialista de palabra y fascista de tipo hitleriano en los hechos), tal como los calificara Mao Tsetung. Hoy, la Rusia imperialista de Putin disputa ferozmente en todo el mundo. Crimea, Siria, Venezuela, etc., son claros ejemplo de ellos.

China, que ha pasado de ser un país socialista a ser una potencia socialimperialista y socialfascista luego del golpe de Estado encabezado por Deng Xiaoping, con la subsecuente entronización de la burguesía imperialista china hoy encabezada por Xi Jingpin, es un nuevo y feroz competidor a nivel mundial, con poderosos intereses en Argentina, que aspira a transformarse en la potencia hegemónica en el mundo dentro de unas décadas.

Quienes creen que es bueno subordinarse a China o Rusia, cambiando de dependencia, suelen ocultar el carácter imperialista de estos países, y los embellecen calificándolos como “países emergentes”, con lo cual la dependencia con ellos sería más suave y admitiría cierto “regateo”. Entonces, de la teoría de Lenin sobre el imperialismo, aceptan que hay monopolios industriales, monopolios bancarios y su fusión en capital financiero predominante. Pero niegan furiosamente las contradicciones interimperialistas y las guerras interimperialistas como consecuencia. Si no, deberían reconocer que China y Rusia son imperialistas.

Propiciamos la más absoluta independencia científico-técnica, tecnológica y agroindustrial de toda dominación extranjera. Lo hacemos siguiendo el reclamo de los congresales de Tucumán reunidos en 1816 cuando declararon la “independencia del Reino de España y toda otra dominación extranjera”.

Ante quienes difunden cantos de sirena sobre “imperialismos buenos” (como pretenden presentar a Rusia y China), que vendrían a “liberarnos” de imperialismos malos como Estados Unidos y el Reino Unido, oponemos la sabia sentencia de Don Arturo Jauretche: “No se trata de cambiar de collar, sino dejar de ser perros”.

Escribe Alberto F. Cordelli

 Hoy N° 1805 11/03/2020