Noticias

18 de marzo de 2020

Ante la epidemia de coronavirus es hora de preguntarse algunas cosas

Los determinantes sociales de enfermedad

Reproducimos extractos de una nota publicada en el Facebook de Horacio Micucci.

¿Por qué hay reiteradas apariciones de nuevos virus? ¿y por qué reaparecen aquellos que creíamos vencidos? ¿Por qué varios de ellos han surgido en el sudeste asiático? Y en zonas donde hay menos acceso a servicios de salud o alimentación adecuada y dónde hay una convivencia intensa entre los pobladores, aves domésticas (fácilmente contagiables por los virus de aves silvestres) y cerdos, que suelen ser la probeta previa donde se mezclan virus “silvestres” que mutan y atacan a humanos. En China, por ejemplo, no es lo mismo la costa que el interior. Y Wuhan está en el interior. Una reciente publicación de la revista científica británica The Lancet destaca esta situación. Y de la diferencia de letalidad es distintos lugares, en función del acceso a la atención sanitaria y a condiciones de vida distintas.

¿Cuál es la calidad y el acceso de los sistemas de atención de la salud? ¿Son igualitarios? ¿Tienen su centro en la prevención o actúan ante el hecho consumado? ¿Existen y se cumplen los planes de vacunación?

La OMS había destacado el sistema de salud chino en una publicación de comienzos de la década del 80. Sin embargo, datos recientes hablan una degradación del mismo; de diferencias de acceso entre distintos sectores sociales y entre distintas regiones.

Se dirá que en esta nueva epidemia de coronavirus se han producido casos en cruceros donde viajaba gente que no es precisamente pobre. Cierto, pero eso no anula la causa social del origen de la epidemia. Lo que sí demuestra es que un mundo, de tremenda desigualdad, es inviable. Y que es un espejismo que se pueda vivir entre tanto infortunio social sin que eso nos salpique de alguna manera.

El descubrimiento de los gérmenes hizo pensar que las condiciones sociales nada tenían que ver con la enfermedad. Los sectores más conservadores de las sociedades, aprovecharon ese avance científico para postular que no era necesario ocuparse de la cuestión social para curar. La aparición de una amplia batería terapéutica posibilitó la ilusión de que sólo con antibióticos se resolvía la cuestión. La pobreza, las condiciones de vida dejaron, para ellos, de ser motivo de investigación sanitaria.

Sin embargo, la existencia de enfermedades crónicas no infecciosas en las cuales no se encontró un germen causal fue la primera desilusión para aquella teoría unicausal del germen. Pero, además, a poco de andar se comprendió que los antibióticos permitían curar casos, pero no evitar que las epidemias surgieran.

Uno de los más eminentes sanitaristas argentinos, Ramón Carrillo, decía: “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas…”.

La teoría del germen como única causa (teoría unicausal) hoy ha sido desechada. Sin embargo, a menudo resurge la concepción que intenta ocultar y negar el factor social como condicionante de la enfermedad. Como ejemplo, la teoría del gen, como teoría unicausal, adolece de los mismos defectos. Portar un gen, se sabe, puede ser causa necesaria pero no suficiente para una enfermedad. Las condiciones de vida también deben ser consideradas. Conocer el código genético no permite predecir que alguien se morirá efectivamente de una enfermedad. Hay condiciones sociales que hacen que las condiciones genéticas se manifiesten.

Junto a la permanente mutación de los agentes patógenos, los principales motivos que favorecen estas epidemias, guardan relación con la pobreza, la desigualdad y las debilidades de los sistemas de salud, insuficiencias en la vacunación, el consumo de alimentos sin el debido control sanitario, las personas forzadas a vivir en zonas marginales sin recursos, la penetración de animales domésticos en zonas de animales salvajes que contraen enfermedades que transmiten posteriormente a las personas, los conflictos sociales, las catástrofes naturales y el cambio climático, la deforestación, un modo de producción no sustentable que daña y agota al ambiente y a los humanos que son parte de él, que agudizan las malas condiciones de vida de los grupos humanos.

Seguramente, se descubrirán medicamentos ante el nuevo agresor de estos días. Se descubrirán vacunas, tarde o temprano. Pero, de una buena vez, es hora de atacar las causas primeras. Las desigualdades primeras. Si no, como en el mito de Sísifo, la humanidad estará condenada a levantar, una y otra vez, la misma roca.

Hoy N° 1806 18/03/2020