No habrá agresión yanqui contra Irán, por ahora. Lo aseguró la semana anterior un vocero del gobierno norteamericano. Sólo que lo hizo “de apuro”, apretado por la publicación de las divergencias con esos planes y la renuncia del almirante William Fallon, jefe del Comando Central, el cuerpo militar de ese imperialismo que vigila a casi 20 países del Medio Oriente, el noroeste de Africa y el suroeste de Asia, incluídos Irak, Afganistán e Irán. El secretario de Defensa, Robert Gates, dijo que es "ridículo" pensar que la renuncia de Fallon significa que Estados Unidos esté pensando en declarar la guerra a Irán, pero el hecho probó que esos planes son reales y están avanzados (aunque ahora se vean dificultados).
Entre setiembre y noviembre del año pasado, en plena ofensiva de provocaciones belicistas de Bush contra Irán, el jefe militar yanqui reiteró públicamente sus discrepancias con la posibilidad de que Estados Unidos inicie una tercera guerra, superpuesta a las de Afganistán e Irak. También se había opuesto a la línea del capo máximo de las fuerzas yanquis de ocupación en Irak, David Petraeus, que para zafar del pantano de la resistencia iraquí recomendó, con el respaldo de Bush, tratar de liquidarla aumentando aún más la presencia y las operaciones militares norteamericanas.
Ninguno de los jefes militares yanquis es “pacifista”, y ninguno “descarta” un ataque a Irán. Pero el hecho de un comandante militar contradiciendo explícitamente la estrategia delineada por la Casa Blanca es insólito, y refleja lo hondo de las fisuras que dividen a esa dirigencia imperialista en el contexto de la crisis financiera y el debilitamiento relativo de su economía, de los embates que viene recibiendo por parte de los pueblos en diversas partes del mundo (Irak, Palestina, América Latina), de las derrotas o bofetadas políticas por parte de gobiernos reformadores y antiyanquis como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador, y de los desafíos y límites que le plantean potencias rivales como Rusia y China (contra la instalación del “escudo antimisiles” en Europa oriental).
El carnicero Bush ratificó el derecho que el imperialismo yanqui se atribuye de imponer sus intereses en todos los rincones del globo: "Desde el Cuerno de Africa a las calles de Bagdad, pasando por las montañas de Afganistán, los soldados, los marineros, los aviadores, los marines y la guardia costera del Comando Central son vitales en nuestra guerra contra el terrorismo", dijo.
Pero los cuestionamientos y la renuncia del jefe del Comando Central —precisamente uno de los instrumentos del expansionismo y de la agresividad en que los yanquis basan cada vez más su hegemonía— le patearon los tobillos.
02 de octubre de 2010