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11 de abril de 2020

La necesidad de políticas públicas en la emergencia sanitaria

Argentina: posibilidad económica y salud

El mundo tal cual lo conocíamos se desconectó hasta nuevo aviso. Lo que urge preguntar es si la lógica de relación entre países imperialistas y los dependientes que conllevaba el rumbo “normal” se reanudará o, por el contrario, habrá un crack sustancial.

Mientras se aguarda el desarrollo de los acontecimientos, una de las primeras certezas que podemos afirmar es que la “sociedad civil” ha dado un giro copernicano en cuanto a sus nuevas prioridades: en esta conmoción ante la pandemia, lo que antes eran libertades básicas resultan necesidades superfluas. Lo único que justifica movernos (existir) es ir en busca de alimentos o insumos de salud; el resto de cuestiones, sin excepción, no son atendibles. El fundamento último de tan drásticas medidas que estamos viviendo, es la de preservar la vida, tanto propia como ajena. Esta premisa compartida por abrumadora mayoría ha venido a ser transversal incluso a las “grietas” argentinas. Esto no hace otra cosa más que reflejar la naturaleza solidaria y cooperativa casi unánime del pueblo: o nos salvamos juntos, o es muy difícil salvarse, bien que aprendimos.

En este contexto, conviene recordar que desde el surgimiento de los Estados Modernos liberales a fines de siglo XVIII, generalizado en el Siglo XIX, se ha fogueado y estructurado la división internacional del trabajo y la producción: mientras países pobres (algunos, ricos en cuanto a recursos) producen alimentos baratos para intercambiar en el mundo; países ricos venden sus manufacturas caras y compran por gangas sus materias primas y alimentos. A esta ecuación se suma la práctica del capital financiero y organismos como el FMI y el Banco Mundial de prestar dinero a los corruptibles gobernantes de países pobres, para que éstos lo pongan a disposición de Bancos y algunos monopolios, sin producir valor alguno y, de esa manera, dejar comprometido para el futuro a un pueblo entero coaccionado a sacrificarse y ajustarse para pagar una deuda que no le impactó favorablemente casi de ningún modo reconocible en su vida. Esto explica porque el Estado Argentino en 2019, gastó un 3% de sus recursos en Salud y un 17% en pagar intereses de deuda. Pero tampoco debemos olvidar que a nivel Legislativo se votan leyes que asignan recursos de tal manera.

En sintonía con lo anterior, el proceso globalizador imperialista que hoy está cuestionado pero que mantiene a todo el globo en cuarentena, empujó a empresas monopolistas operar y extraer riquezas minerales directamente de los países dependientes; quienes con Estados ausentes en este tipo de inversiones, permiten la venta de sus riquezas naturales como baratija. Estas empresas se instalan en las zonas estratégicas, se llevan sus riquezas y dejan los daños ecológicos y humanos sin responsabilidad alguna por el tiempo que dure su negocio. En ese contexto, este año 2020 que se presenta con un panorama negro para las finanzas argentinas y la vida misma de sus habitantes, por los extraordinarios sucesos podría presentarse como una oportunidad única e histórica para nuestro país. A saber:

1.- Con una decisión soberana del Congreso se debe investigar el origen y la legitimidad de toda la deuda pública nacional usuraria, externa e interna que representa el 20% del gasto total del Estado en 2020. A lo que habría que agregar las deudas de las provincias y municipios además de las deudas del Banco Central y de los bancos estatales nacionales, provinciales y locales que no se contabilizan como deuda pública sino como cuasi-fiscales. Es inadmisible que los dineros argentinos vayan a pagar intereses usurarios por bonos o letras en manos de bancos y grupos financieros nacionales o internacionales para sostener un sistema basado en la especulación y la explotación con esta terrible situación de emergencia sanitaria. Basta ver los montos que los Estados de los países Centrales están inyectando a sus economías para salvarlas de la crisis. Frente a eso, que pretendan reclamar los bordes mordidos de las pizzas, desnuda a las claras el motivo esclavizador que tienen las deudas externas e internas. Hasta próximo aviso, solo deberíamos pagar la deuda del hambre y las enfermedades de la mayoría de los argentinos.

2.- Ese default que hasta ayer significaba caernos literalmente del mundo, hoy no surte efecto; las fronteras, puertos y aeropuertos están cerrados. A los argentinos esta excepción, en principio no debería generarnos ningún drama a corto plazo, por cuanto la primera medida excepcional a tomar en el país que produce alimento para cuatrocientos millones de humanos, sería cubrir la comida de dos millones de argentinos indigentes, esto es, que no alcanzan a cubrir las necesidades alimentarias diarias, es decir, que tienen un virus llamado hambre que los conduce inexorablemente a la muerte. El Gobierno está en condiciones de quitarles esa condición de parias y garantizarle la comida diaria, es justo reconocer que en estos días se están tomando medidas de emergencia ante el coronavirus.

3.- Si la situación se prolonga, para garantizar la producción de alimentos para todos en esta crisis, el Estado podría, conforme mecanismos Constitucionales, expropiar la gran cantidad de tierras improductivas que existen en nuestro país. Para dar una idea, sólo en Jujuy existen cerca de 290.000 hectáreas aptas para cultivos y pastoreo calificadas técnicamente de tipo I, II, III, IV y V que se encuentran con dueños que no invierten allí, desde ya que tales características requieren de inversiones de capital en infraestructura para hacer viable las explotaciones. Este tipo de medida liberal-burguesa implica que nadie que tenga tierras y las mantenga en producción, se verá interferido; sino solos aquellos especuladores dueños de tierras, además el Estado podría pagar indemnización por el valor fiscal declarado. Inclusive, podría pensarse en una primera etapa a nivel país, que la medida se inicie con los propietarios extranjeros de tierras argentinas. Para ser entregado a familias argentinas dispuestas a trabajar la tierra y contribuir con una parte de lo producido en alimentarnos, ejemplo claro lo horticultores sin tierra propia que trabajan pagando alquileres elevadísimos.

Sobre este punto, es menester recalcar que Estados Unidos de Norteamérica siguió un camino para democratizar la propiedad de la tierra hace más de ciento cincuenta años, fue el gran presidente Abraham Lincoln el que venciendo con las armas a los latifundistas esclavistas del Sur entregó la tierra en propiedad a los inmigrantes. Los franceses democratizaron la tierra tras la Revolución de 1789 y de igual modo las Revoluciones de Rusia, China y Cuba. En Argentina pasó lo contrario, comenzó Rivadavia entregando la Pampa Húmeda a unas 500 familias y Roca matando a nuestros originarios para repartir la Patagonia entre sus amigos oligarcas y monopolistas imperialistas.

Pensando ese imaginario contexto y ante un Mundo que podría detenerse semanas, meses y años; si existe decisión política estamos en condiciones de multiplicar la producción de alimentos y mejorar la provisión de alimentos en aras de la salud pública. En este año Belgraniano es necesario recordar en su honor que nuestro Prócer proponía como Programa de la Revolución de Mayo devolver la tierra a los pueblos originarios.

 

Escriben Santiago Jorge, Profesor JTP Economía – UNJu, y Benito Carlos Aramayo, Economista – Profesor Emérito UNJu

 

Esta nota fue publicada en el diario El Pregón de Jujuy