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30 de abril de 2020

La verdad de la contradicción entre economía y salud

La cuarentena ha resultado el método principal para retrasar o evitar que crezcan de manera exponencial los contagios de coronavirus, que llevarían al desborde del precario sistema de salud de nuestro país.  Precariedad llevada a  límites extremos con la política privatizadora y de ajuste  del gobierno de Macri. Las medidas del gobierno son en general justas, aunque insuficientes, y están destinadas sobre todo a aliviar la situación de los más necesitados.

Pero la  cuarentena tiene como consecuencia una paralización de grandes sectores de la economía, lo que causa nuevos sufrimientos a los desocupados, obreros, cuentapropistas, comerciantes, pequeños y medianos productores de la ciudad y el campo.  Y agrava las condiciones económicas y sociales de una gran parte de nuestro pueblo, que llegó a esta situación inédita, con niveles altísimos de desocupación y hambre, después del período macrista.

Apoyándose en estos hechos ciertos, se ha desencadenado una gran ofensiva de los sectores reaccionarios, incluyendo grandes medios de propaganda cuya influencia está hoy magnificada por el encierro, tendiente a instalar como verdad indiscutible, que la principal contradicción en el país hoy está dada entre la economía y la salud.

La  versión más clara y  retrógrada la expresan gobiernos como los de Trump y Bolsonaro, que han permitido un verdadero genocidio, planteando casi descarnadamente: “que se salven las empresas aunque mueran muchos viejos”.

Un equivalente a la frase de Macri cuando explicó “que causaban más daño los populismos que el coronavirus”. Aunque ahora no se le ocurre repetirla. Pero reaparece en sociedad  con los más grandes reaccionarios del mundo firmando un documento con esas ideas.

Algún antropólogo no tuvo vergüenza, para mencionar en el diario La Nación, a  una supuesta comunidad de esquimales, en la que los viejos cuando ya no podían cazar y se le caían los dientes, se autoaislaban elegantemente, para morir con tranquilidad sin perjudicar a los demás!

Si esto parece exagerado, hay que mirar las últimas cifras que revelan que una gran proporción de los muertos en EEUU y en Italia, fallecieron sin atención, internados en geriátricos. Y que en Italia muchos de esos geriátricos con miles de plazas cada uno, pertenecen a un pequeño número de sociedades anónimas.

Cuando ellos hablan de economía, hablan de la maximización de las ganancias de las grandes empresas imperialistas, aprovechando incluso las grandes desgracias mundiales, para acrecentar esas ganancias y poder avanzar en la disputa imperialista por el control del mundo.

Además de abiertamente reaccionaria y claramente interesada, esta supuesta contradicción principal entre salud y economía, es abiertamente falsa.

La contradicción principal instalada en la Argentina hoy, en el terreno de la pandemia, no es entre la salud y la economía, es entre la salud o la muerte. Y si la economía es el manejo de lo que producen los pueblos, hoy tendría que estar al servicio de resolver esta contradicción y derrotar el coronavirus con el menor costo posible de vidas.

Y a partir de eso, hay que considerar las múltiples contradicciones que se dan en el terreno de la producción frente a una situación nunca vivida por nosotros.

Lo primero que habría que establecer es que no todos sufren por igual los costos de la enfermedad. Que no hay “economía” en general. Que hay quienes pierden todo y quienes siguen ganando durante la tragedia e incluso con ella.

 

Hay quienes siguen ganando

Para abordar solo la zona del gran Rosario, un puñado de terratenientes, dueños de pooles de siembra, fábricas de aceite, puertos y exportadoras se apropian de lo fundamental de las riquezas que producen miles de trabajadores, utilizando la infraestructura de dragado, rutas, ferrocarriles, servicio de salud, etc., hechos por el Estado que ellos tanto denigran, de un modo directo o por medio de subvenciones.

Ese pequeño número de empresas y empresarios, en su inmensa mayoría extranjeros, no dejaron de trabajar un solo día durante la cuarentena. Han embarcado alrededor del 90% del  promedio histórico. El faltante es debido a que, por la bajante del río Paraná, los barcos pueden cargar entre el 85 y el 95% de su carga total (según el tamaño de los graneleros). Pero completan su carga en el Sur, particularmente en el Puerto de Bahía Blanca.

Cuando mencionan menores cantidades, no se están refiriendo a la carga, sino a la liquidación de los dólares producto de la exportación, ya  que pueden hacerlo libremente fuera del país y con extensísimos plazos. Así se benefician también con la especulación en un periodo en que aumentan las tendencias inflacionarias.

A la vez aumentan la explotación de sus trabajadores, mediante la inflación, con el atraso de las paritarias, cuando no directamente con la reducción de salarios como Vicentin que paga menos del 70% de lo que correspondería.

Para no hablar de las condiciones de trabajo y particularmente las sanitarias. Los recibidores  de granos denuncian que son obligados a entrar a los barcos sin protección. Y ya hay al menos un foco de coronavirus, entre los trabajadores de la Cooperativa Portuaria de General San Martín.

Estos grupos son responsables, entre otras cosas, que en la Argentina, exportador neto de trigo,  el precio de la harina que consume el pueblo se duplique porque se fija por los valores de sus  exportaciones.

Los grandes frigoríficos, particularmente el Swift (extranjero), mantienen su producción y sus exportaciones, al nivel de los promedios históricos, con menos personal y condiciones sanitarias pésimas. Mientras se niegan a contribuir con la población de Villa Gobernador Gálvez, para que puedan consumir carne los sectores populares más necesitados.

Acindar está restableciendo su producción.

General Motors está con muy baja producción desde hace tiempo, pero no por la pandemia.

Los grandes bancos  que amasaron fortunas en los últimos años, continúan en medio de la crisis, dedicándose fundamentalmente a la especulación con letras y bonos a costa del Estado. Con los fondos que no ponen a disposición de los pequeños y medianos comerciantes y  productores. Maniobran para no tener que prestar al 24% la plata que ellos consiguen pagando el 18% en sus plazos fijos. Aunque tienen la garantía completa del Estado, para no correr ningún riesgo.

Prefieren seguir en la especulación financiera, exigen que el Estado les pague por la plata que tienen que mantener como garantía (“encajes remunerados”) y están realizando escandalosas operaciones de Pases y Cauciones que sirven para convertir los pesos en dólares en bolsas del exterior. Con lo que aprovechan y a la vez agravan la escalada ascendente del precio del dólar.

Y encima cobran suculentas comisiones por cada una de las jubilaciones o ayudas que pagan por cuenta del gobierno, con absoluto desprecio de la gente, como vimos en las colas de jubilados del “viernes negro”.

Las grandes cadenas de supermercados ganan por la cantidad que venden y por la remarcación permanente de precios.

Mercado Libre y otros grupos monopólicos, venden y ganan como nunca, y explotan al límite a los repartidores que ponen el pecho a la enfermedad en condiciones de precariedad extrema.

De nuevo podemos decir, no todos pierden por igual. Hay quienes ganan y quienes siguen acumulando fortunas pensando en nuevas posiciones dominantes en el mercado después de la pandemia.

 

Las necesidades populares

A la vez siguen multiplicándose las necesidades y demandas frente al  alargamiento de la cuarentena.

Hay más hambre en los barrios, a pesar del inmenso esfuerzo de las organizaciones populares y sociales como la CCC. El hambre es hoy, más que nunca, la primera emergencia nacional. Es una vergüenza que haya hambre en un país que sigue produciendo alimentos para cuatrocientos millones de personas. Pero además, porque no puede haber cuarentena con hambre. Es imprescindible que se mantengan los comedores y merenderos existentes, se aumente la distribución de alimentos y se mantengan las raciones de comida en las escuelas que la efectúan.

Hay necesidades inmediatas de la atención primaria de la salud. En condiciones que ya eran precarias, tiene que seguir atendiendo ahora las necesidades normales, más la verdadera epidemia del dengue y la necesidad creciente de atender a los “posibles COVID”. Con protocolos cambiantes, con personal escaso y mal retribuido y sin los medios para hacerlo con seguridad. Los trabajadores de la salud han dado muestra de su heroísmo, pero no se los puede convertir en mártires por la falta de medios y determinaciones.

También es precaria aún la preparación del máximo nivel de salud, frente a un desborde que es totalmente posible que ocurra. Por ejemplo, la salud pública sigue contando con 237 respiradores en toda la provincia, una cantidad absolutamente insuficiente. Tan insuficiente como la cantidad de personal para atender las camas críticas, que seguramente serán los primeros en enfermarse.

Mientras los monopolios de la salud privada siguen por su lado, mirando sus negocios. Con el agravante que el “máximo exponente de su calidad” ha provocado y mantiene en secreto, uno de los casos más graves de contaminación de operadores de salud en nuestra zona.

Hay que mantener los niveles salariales, menguados por la inflación y no reducirlos. Los docentes y empleados estatales piden la inmediata convocatoria a paritarias, que termine la precarización laboral mediante la figura de “monotributistas”, que se pague a los docentes reemplazantes. Y mientras dure la pandemia exigen medidas y medios para garantizar su vida y la de los demás.

Hay que avanzar con las ayudas alimentarias, con la asistencia a desocupados y cuentapropistas, a los pequeños comerciantes, a la pequeña y mediana producción, por un tiempo que no se puede predecir aún.

 

Y todo eso es imposible sin cobrar impuestos a los que se la llevaron y siguen llevando “en pala”, sin tomar el control de los depósitos de las instituciones financieras y sin dejar de pagar una deuda externa injusta y usuraria.

 Y no puede haber medida más justa y más legal que éstas.

El gobierno nacional debe mantener y profundizar las medidas tomadas hasta ahora. Y no pagar un peso de la deuda externa.

El gobierno provincial no puede decir que no hay plata, porque hay menos recaudación, ni amenazar con emitir “cuasi monedas”, papeles sin valor que ya conocimos en la crisis del 2001. Tiene la responsabilidad de obtener los fondos de donde están.

Si es posible por razones de emergencia obligar a que cierren miles de comercios y fábricas porque es necesario para cuidar la salud, cómo no va a ser legal exigir un esfuerzo de emergencia al puñado de grandes empresas que están en plena producción y tienen los fondos. Por lo menos mientras dure la pandemia.

Si es justo exigir más sacrificios a los que no tienen nada, para cuidar la salud, cómo no va a ser más justo que los que amasan riquezas con el trabajo del pueblo dejen de acumular una pequeña parte de sus fortunas, gran parte de ellas depositadas en cuentas privadas del exterior, y aporten en el país.

¿Cómo no se puede estatizar el banco provincial de Santa Fe, o al menos estatizar el manejo de sus depósitos, si hace sus ganancias con la plata que la provincia pone a su disposición?  Si ganó durante el año 2019, 145 millones de dólares.

Ya  hay proyectos  en la legislatura, como los del Frente Social y Popular  (de Carlos del Frade y Mercedes Meier), sobre el aumento de ingresos brutos, impuestos de emergencia a los grandes terratenientes y reestatización del Banco de Santa Fe. Y en el Congreso Nacional  se está tratando el impuesto a las grandes fortunas (elaborado entre otros por J. C. Alderete).

La Cámara de Diputados de la provincia de La Pampa, por unanimidad acaba de aumentar el impuesto a los ingresos brutos de los bancos  del 9 al 14%, para poder dar créditos de emergencia de $70.000 a tasa cero.

Más de una vez, se nacionalizó en el país, el manejo de los fondos bancarios y financieros.

Y hay decenas de casos en nuestra historia en la  que se tomaron medidas de emergencia.

 

En este caso, además, contarían con el respaldo de las mayorías del pueblo y de sus representantes. Frente a la pandemia, frente al vaciamiento del país, frente a las exigencias del pago de la injusta deuda externa, no puede haber una conducta más necesaria, más justa, más legal y más soberana.

Es una batalla que tenemos que ganar.

Por la vida de nuestro pueblo.

Y porque, además, de esa lucha depende lo que va a pasar en la Argentina después de la pandemia. ¿Se van a volver a descargar los costos de la reconstrucción sobre el pueblo o podremos imponer con la unidad lograda, una Argentina digna de ser vivida?

Y esto no depende de China, ni de Alemania, ni de Estados Unidos, depende enteramente de nuestras propias fuerzas.

 

Escribe Luis Molinas,  Partido Comunista Revolucionario, Regional Santa Fe,

Rosario,  29 de abril de 2020