En el medio de la crisis social más importante provocada por el virus SARs-CoV2, que saca a la luz a nivel mundial la falta de políticas adecuadas para enfrentarla y la falta de inversión en ciencia y salud de los diferentes gobiernos en los últimos años, el presidente de una de las principales potencias imperialistas, Donald Trump, ataca a la Organización Mundial de la Salud (OMS) suspendiendo de forma temporal el aporte económico que hace su país mientras “investiga” el papel que juega el organismo en esta pandemia.
La decisión de suspender el financiamiento se produce con el propio Trump siendo blanco de críticas a nivel mundial por ser EEUU el país con más infectados y muertos en el mundo por COVID-19. Representantes políticos de muchos países han salido al cruce a decir que no es momento de recortar recursos a la OMS. Algo que parece lógico en medio de una pandemia, más partiendo de que EEUU es el país que más aporta a la OMS. Según datos de la propia OMS durante el periodo 2018-2019 de los US$5600 millones de su presupuesto total, EEUU otorgó US$893 millones (US$237 millones como cuota de estado miembro y US$656 como donaciones).
La OMS lejos de la medicina para todos
La OMS pasa a estar entonces en medio del ojo del huracán acusada de no enviar expertos médicos a China para medir la situación de forma objetiva, evitando a tiempo que el SARs-CoV2 se propague. Críticas a la OMS sobran, lejos se encuentra el organismo de los elementos que se trazaron en 1978 en la Conferencia de Alma Ata donde 134 países firmaron una declaración que aspiraba a la “Salud para Todos para el año 2000” a través de un enfoque de atención primaria de la salud integral. Esta visión, adelantada a su tiempo, proponía una medicina social. Luego de la caída de la Unión Soviética, la implementación de la atención primaria de la salud tomó un camino diferente vía programas enfocados en enfermedades específicas (por ejemplo malaria o tuberculosis). Hasta ese entonces la OMS se encontraba financiada por los estados participantes, pero a partir de la década del 90’, comienzan a actuar fuertemente donaciones o contribuciones voluntarias de fuentes públicas y privadas (por ejemplo la Fundación Bill Gates) que hoy superan ampliamente la de los estados miembros (más de un 70% del presupuesto), lo que genera un gran conflicto de intereses ya que terminan los privados estableciendo la agenda de la OMS, en lugar de un criterio objetivo científico y profesional.
Recordemos que la credibilidad de la OMS tuvo su punto mínimo durante la pandemia de H1N1 en 2009, cuando declaró la alerta máxima siguiendo el consejo de su Comité Permanente de Vacunación, integrado por miembros vinculados con las farmacéuticas Glaxo y Roche, fabricantes de Tamiflu y Relenza. Dos drogas que tuvieron más efectos secundarios que la escasa o nula acción contra la gripe y que llevaron a muchos países a invertir millones en adquirirlas.
Está claro que la OMS ha fallado en declarar la pandemia. Desde los primeros casos en China a mediados de diciembre de 2019, hasta la notificación a la OMS transcurrieron sólo dos semanas. El propio Trump en ese entonces elogió a China por cómo contuvo el virus. Pero la OMS declara pandemia recién el 11 de marzo del 2020 y 20 días después para Trump (al igual que para el presidente de nuestro país vecino, Jair Bolsonaro) se trataba de una simple gripe. La situación en EEUU hoy es de más de 1.2 millones de casos y más de 72 mil muertos, la de nuestro querido Brasil está llegando a 120 mil casos y casi 8 mil muertes, superando lamentablemente a China.
El impacto de la falta de aportes de EEUU, será alto para la OMS. Atacar y dejar sin fondos a la OMS solamente empeora las cosas.
Las teorías conspirativas como armas de la opresión
Pero para salvarse a sí mismo Trump, no sólo desfinancia a la OMS, sino que contrataca con teorías conspirativas sobre el origen del virus. Ya hemos escuchado múltiples veces sus ataques hacia China, diciendo que científicos militares chinos produjeron el nuevo coronavirus en un laboratorio de Wuhan (ciudad donde se originó el brote). A las claras, estas declaraciones buscan desprestigiar a China como parte de la lucha por la hegemonía mundial.
Pero esta no es la única teoría sobre el origen creado del virus que anda dando vueltas. El premio Nobel de Medicina francés Luc Montagnier declaró hace poco que el coronavirus había sido creado en un laboratorio y que le habían añadido secuencias del HIV. El argumento de creerle a un premio Nobel sólo por ser premio Nobel es en sí mismo una falacia, es como si invocáramos el derecho divino a la autoridad. Por más que sea un médico y un premio Nobel, si no se basa en evidencia científica, su palabra vale tanto como la de cualquiera.
Las conspiraciones llegaron también a otro premio Nobel, el Nobel de Medicina japonés Tasuko Honjo, al que se le atribuyó un mensaje en el que afirma que el coronavirus no es natural y ha sido fabricado 100% por el hombre, que se volvió viral. La universidad donde trabaja y el propio Tasuko Honjo tuvieron que salir a desmentir este mensaje.
Otra teoría conspirativa que se diseminó ampliamente es sobre el 5G. Un supuesto doctor llamado Thomas Cowan salió a decir que la pandemia se provocó por un salto cuántico causado por el 5G en la electrificación de la tierra. Dicho salto cuántico provocaría que las células de nuestro cuerpo respondieran expulsando trozos de ADN y ARN con proteínas (exosomas) y que eso en esencia serían los virus. Además, esto deprimiría nuestro sistema inmune, llevando al virus al nivel de pandemia.
Las teorías sobre conspiraciones no son nuevas, son una estrategia social muy eficaz para lidiar con la incertidumbre ya que siempre cierran por todos lados. Funcionan como respuestas colectivas frente a la angustia que causa lo incierto. Caracterizándose por tener escaso fundamento. Y sobre todo, son utilizadas de manera política e ideológica.
Las preguntas que nos presenta el séptimo de la familia
Para tirar abajo estas teorías conspirativas, científicos especializados en salud pública de distintos países, que han seguido de cerca el desarrollo de la pandemia y basados en la evidencia científica disponible hasta el momento, han publicado un comunicado en la revista The Lancet a mediados de Febrero apoyando en particular a los científicos y personal de la salud de China (1), desmintiendo los rumores de creación humana del virus citando decenas de trabajos donde se demuestra que el origen genético más probable del SARs-CoV2 es natural. En la misma declaración, citan además una declaración conjunta de las academias de ciencias, ingeniería y medicina de EEUU con idénticas conclusiones.
Lo cierto es que el actual es el séptimo de la familia coronavirus (una familia de virus descrita hace más de 50 años) capaz de infectar humanos. De ellos, cuatro causan diversas variedades del resfriado común y los otros dos provocaron epidemias: en 2002 el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS) y en 2012 el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS). Un trabajo publicado en Nature (2) indica que las mutaciones del actual coronavirus son “anti-intuitivas” porque las simulaciones bioinformáticas infieren otras mutaciones indicando que el origen más probable del SARs-CoV2 sea la selección natural y no el diseño humano. El trabajo también muestra que el virus no posee “cicatrices” de manipulación humana en su genoma, esto no es menor, ya que al modificar un genoma quedan rastros. En el artículo, concluyen que el virus de la actual pandemia no es una construcción de laboratorio ni un virus deliberadamente manipulado.
Los investigadores sugieren que el virus podría provenir del murciélago, el cual podría haber pasado a un hospedador intermedio (probablemente el pangolín), el cual finalmente lo transmitió a los humanos. A este tipo de virus capaz de saltar entre especies se los denomina zoonóticos. Si bien es extraño que esto ocurra, muchos virus han logrado superar esta barrera y han generado múltiples brotes a lo largo de la historia. Los brotes ocurren principalmente porque los virus lograron infectar a un individuo que nunca ha transitado una infección con un agente similar. Se considera que los animales más propensos a transmitir enfermedades virales zoonóticas son las aves, los murciélagos y determinadas especie no nativas o exóticas. Un ejemplo de esto es el MERS-COV que se presume que fue transmitido de dromedarios a los seres humanos. Si bien las zoonosis afortunadamente son hechos aislados, no son situaciones imposibles. Es por eso que a nivel mundial hay una gran vigilancia epidemiológica, es decir que se trabaja constantemente haciendo testeos para detectar la aparición de virus nuevos y evitar la diseminación de los mismos.
Sobre lo comentado anteriormente, un estudio llevado a cabo en 2007 (3) alertaba sobre la situación que ocurría en China, indicando que “la presencia de un gran reservorio de virus similares al SARs-CoV en los murciélagos de herradura junto a la cultura de comer mamíferos exóticos al sur de China es una bomba del tiempo”. Es decir que trabajos científicos ya alertaban los peligros de los coronavirus en China.
Por último, un estudio publicado en The Lancet (4), indica que el nuevo coronavirus difiere lo suficiente del SARS-CoV como para ser considerado un nuevo tipo, capaz de infectar humanos. Del análisis que realizan de relación de parentesco entre linajes virales sugieren que los murciélagos podrían ser el huésped original de este virus.
Por otro lado, respecto a la teoría conspirativa del 5G, podemos decir que el estudio de la radiación electromagnética es parte de la mecánica cuántica, una rama de la física que estudia la naturaleza a escalas muy pequeñas. Pero, qué tiene que ver eso con los virus?…absolutamente nada. Aun así, esta teoría del virus y el 5G afirma que los campos electromagnéticos provocan daño en el sistema inmune encontrándonos indefensos frente al virus.
La tecnología 5G emplea ondas de radio, que son ondas dentro del espectro electromagnético. Son una forma de transmisión de energía por el aire. No todas las ondas poseen la misma cantidad de energía, las de menor frecuencia tienen menos energía que las de mayor frecuencia (básicamente menor frecuencia sería tocar lento la cuerda de una guitarra, mientras que mayor frecuencia sería hacerla vibrar muy rápidamente). Cuando la radiación atraviesa la materia deposita en ella energía. Para generar un daño en un tejido biológico es necesario que exista una radiación ionizante, una emisión de alta energía.
Las células, como unidades fundamentales de la vida y los tejidos biológicos, contienen una estructura compleja compuesta de un 70-80% de agua y el resto de componentes químicos biológicos complejos, en particular en su núcleo (centro de comando celular) contienen al material genético o ADN. Cuando la radiación ionizante atraviesa los tejidos y membranas celulares produce moléculas de agua eléctricamente cargadas, éstas se rompen en entidades denominadas radicales libres (como el radical libre hidroxilo compuesto por un átomo oxígeno y un átomo de hidrógeno). Estos radicales libres son químicamente muy reactivos y pueden alterar las moléculas esenciales de la célula, provocando daños para nuestra salud al dañar nuestro material genético, el ADN. La radiación ionizante es energía transportada por partículas alfa y beta o rayos gama. Los otros tipos de radiación electromagnética, que incluyen a las microondas, ondas de radio o las generadas por los teléfonos móviles, no poseen energía suficiente para producir ionización y se les llama radiación no ionizante. Son de baja energía, y no tienen ningún tipo de capacidad de dañar a nuestro material genético, y mucho menos, de producir o expandir un virus.
Conocer para transformar el mundo
La razón de porqué este virus, SARs-CoV2, se ha expandido, no se encuentra en las teorías conspirativas, sino a que evolucionó y tiene características genéticas diferentes a los anteriores que han hecho posible el desarrollo de la pandemia: es más “eficiente” en el ingreso a las células humanas que el SARs-CoV (el más cercano genéticamente que provocó la epidemia SARS en 2003), y la persona infectada puede pasar entre 5 y 14 días (período ventana) en promedio siendo pre-sintomática, es decir sin manifestar enfermedad, y por lo tanto generando muchos más contagios. A esto se suma el hecho de la hiperconectividad en este mundo globalizado que hizo que rápidamente un virus que apareció en China esté hoy presente en más de 200 países.
Además de la alta tasa de contagios debida en gran parte al “período ventana”, el hecho de que 20% de los contagiados, según los datos recopilados por la OMS, requieran asistencia médica hizo que los sistemas de salud más robustos del mundo colapsen en el término de días.
En este sentido, los presidentes de varios países que en un principio ningunearon la gravedad del asunto (Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Emmanuel Macron, Donal Trump, entre otros) y ante el fracaso de sus políticas, argumentaron que esta pandemia fue demasiado rápida, que no se pudieron preparar. Pero epidemias recientes como el SARS de 2002, la gripe H1N1 del 2009 y el MERS de 2012 deberían haber servido de alerta. Sumado a los trabajos que, como el del 2007 citado más arriba, alertaban de la bomba de tiempo del coronavirus en murciélagos y en China. De más está decir que EEUU, al igual que la Argentina, tuvo su primer caso en marzo habiendo podido aprender del desastre de Europa o de lo que sucedió en China tres meses antes.
Sumado a lo anterior, a través de un ensayo en el diario La Jornada de México, Ignacio Ramonet (5) señala que Trump estaba al tanto de la posibilidad que un virus respiratorio se propague rápidamente. También que el sistema de salud de su país estaba débil para dar respuesta. Trump en vez de invertir en salud, eliminó el comité de técnicos y epidemiólogos encargados de realizar dichos análisis. Queda demostrado que sólo los conmueve la ciencia del lucro y la opresión. Frente al peligro que podría generar la aparición de un nuevo coronavirus los gobiernos como el de Trump decidieron hacer caso omiso y no invertir en salud, en ciencia ni en tecnología para afrontar al virus y abordar las necesidades de su población. Hoy están pagando los costos con muertos y con economías de guerra donde toda su industria se encuentra avocada a fabricar respiradores y elementos de protección personal. De hecho, al desaparecer el SARS y el MERS, investigaciones científicas que se estaban llevando adelante para generar una vacuna fueron totalmente desfinanciadas. Muchas de estas investigaciones que estaban avanzadas, son hoy punta de lanza, tras realizar las modificaciones correspondientes, para tal vez encontrar una vacuna para el SARs-CoV2. Quizás si esto último no hubiese ocurrido, hoy tendríamos la vacuna y nos hubiéramos ahorrado miles (tal vez millones, el tiempo dirá) de muertos. Quizás si los gobiernos hubieran invertido en salud, ciencia y tecnología, hoy no estaría casi toda la población mundial en cuarentena y con una crisis social sin precedentes.
La pandemia abrió un interrogante, los pueblos debemos ser protagonistas
Lo que está claro es que este virus reabre los debates sobre el sistema económico mundial, sobre las desigualdades que éste genera. En Argentina como en todo el mundo se plantea un impuesto a las grandes fortunas, se valoriza al Estado, se aplaude a la salud pública, a la investigación científica integrada a la resolución de problemas de las poblaciones, se vive la amplia solidaridad de múltiples sectores para enfrentar la pandemia, se recibe ayuda de médicos cubanos, donaciones del gobierno chino. Pero esta no es la única cara de esta pandemia, también se viven injusticias de la mano de la policía por abuso de autoridad, se persigue a quién rompe la cuarentena, se escracha a médicos en edificios, se apedrean casas de enfermos, se propagan mucho más rápido los casos y los muertos en los barrios populares de CABA. Cuando termine la pandemia nada va a volver a ser como era, lo que es seguro es que este virus no va a ponerle fin al sistema capitalista, sino que los pueblos del mundo tendremos que seguir luchando por un mundo más justo, sin opresores ni oprimidos, sin explotadores ni explotados, recreando las experiencias socialistas, habiendo pasado por la crisis social más importante de los últimos casi 100 años. Y podamos decir para todos el pan, para todos la belleza.
Escriben Belén Almejun y Rodolfo Kempf