Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron ejecutados en la ciudad de Boston, donde ambos vivían y fueron acusados injustamente del asesinato del sereno de una fábrica de zapatos de South Braintree, Massachusetts, el 15 de abril de 1920. Encarcelados desde ese momento, los juicios que atravesaron fueron una farsa. La Justicia de las clases dominantes había decidido de antemano terminar con “esos bastardos anarquistas”, como dijo el juez que ordenó la sentencia de muerte el 23 de abril de 1927, luego de seis largos años desde que el jurado los declarara culpables.
Las alternativas de su juicio fueron seguidas por las obreras y obreros de todo el mundo, y en muchos países se realizaron combativos paros, actos y marchas reclamando por la vida y la libertad de Sacco y Vanzetti. Sacco, de profesión zapatero, había nacido en la ciudad italiana de Torremaggiore, el 22 de abril de 1891. Vanzetti era oriundo de Villafalleto, en el Piamonte, donde nació en 1888. Ambos llegaron a Estados Unidos en 1908. Militantes anarquistas, al momento de su encarcelamiento estaban en plena campaña por la libertad de otro anarquista, Andrea Salsedo, que apareció convenientemente “suicidado” en su celda al poco tiempo.
Los juicios fueron una farsa de principio a fin. Tan grande eran las injusticias, que con el correr de los años de encarcelamiento, al reclamo de las corrientes obreras se sumaron distinguidos intelectuales de todo el mundo como Upton Sinclair, John Dos Passos, George Bernard Shaw y H.G. Wells, y hasta hubo pedidos de clemencia del Papa y de la Cámara de Diputados de la Argentina.
Además de las protestas de masas, hubo varios atentados, en Estados Unidos a alguno de los miembros del jurado, y en distintas ciudades contra propiedades yanquis, como la bomba que estalló en la embajada norteamericana en Buenos Aires, el 16 de mayo de 1926.
Repercusiones en la Argentina
Miles seguían a través de la prensa los avatares del juicio, y la negativa absoluta del juez y de todas las instancias del gobierno yanqui de conmutar la pena de muerte. Entre el dictado de la sentencia en abril, y la ejecución el 23 de agosto, hubo decenas de actividades en todo el país. No sólo en las grandes ciudades, hasta en pequeños poblados, desde Jujuy hasta Santa Cruz, se elevaban las voces contra este crimen del capitalismo.
La fecha de la ejecución estaba prevista para el 10 de agosto de 1927. Para ese día, al igual que en muchos países, las centrales obreras decretaron un paro de 48 horas, que se llevó adelante en todo el país donde se festejó el aplazamiento de la condena a Sacco y Vanzetti, ya para ese entonces símbolo de resistencia para millones de trabajadores. El 21 de agosto, domingo, la Plaza del Congreso en Buenos Aires fue testigo de una gigantesca manifestación convocada de manera conjunta por las distintas centrales y partidos políticos con trabajo entre los obreros. Tan grande fue la concurrencia que hubo que levantar cuatro tribunas en las que se distribuyeron los oradores, entre los que estaban representantes de la Unión Sindical Argentina, de los partidos Socialista, Socialista Independiente, Comunista y anarquistas.
El 23 de agosto, finalmente, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron ejecutados en la silla eléctrica. Multitudes en todo el mundo repudiaron y pararon acongojados ante este crimen, que tanto el zapatero Sacco como el vendedor de pescado Vanzetti enfrentaron con gran valentía y mensajes que aún hoy emocionan a todos los que luchamos por una sociedad mejor: “Muero como he vivido, luchando por la libertad y por la justicia” dijo Vanzetti, y agregó “No he sufrido inútilmente. Mi sacrificio valdrá a la humanidad a fin de que los hermanos no continúen matándose; para que los niños no continúen siendo explotados en las fábricas y privados de aire y luz. No está lejos el día en que habrá pan para todas las bocas, techo para todas las cabezas, felicidad para todos los corazones. Tal triunfo será mío y vuestro, compañeros y amigos”. Por su parte, Nicola Sacco afirmó “¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como mueren todos los anarquistas -altivamente, protestando hasta lo último contra la injusticia… Por eso muero y estoy orgulloso de ello. No palidezco ni me avergüenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será destruida…”.
Al cumplirse un año de la ejecución, un nuevo paro convocado por la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y la USA (Unión Sindical Argentina), volvía a paralizar ciudades como Buenos Aires, Córdoba y Rosario. La clase obrera no olvidaba a sus mártires.
A los trabajadores argentinos
Reproducimos extractos de la carta que Vanzetti, en nombre de ambos, envió a los trabajadores argentinos pocos días antes de su ejecución, desde la Cárcel de Dedham, Massachusets.
“Nosotros deseamos decir a los compañeros, a los amigos, al pueblo argentino, que sabemos cuán grande, sublime y heroica es su solidaridad hacia nosotros. Sabemos que han dado el pan y el reposo, su sangre y su libertad por nosotros. Sabemos que hubo quien dio su vida por nosotros.
“Su solidaridad generosa nos reafirma en la fe anárquica y humana. Su sacrificio heroico, nos hace sangrar el corazón, más nos sostiene el ánimo dándonos la certeza de una victoria final del proletariado.
“Nosotros saludamos a quien lucha por nosotros; a quien está preso por nosotros; a quien ha muerto por nosotros. Compañeros, amigos, pueblo de la Argentina: nosotros morimos con ustedes en el corazón. Y que ninguno de ustedes se desaliente, que ninguno vacile, que ninguno pierda el ánimo, cuando les llegue la triste nueva de nuestra muerte, que ella no los espante.
“La vía de la libertad, que es la vía del progreso y de la justicia, está empañada de sangre, sembrada de fosas. Sólo los fuertes la pueden recorrer. Ustedes son fuertes. Dos caídos más: ¿Y qué? Otros ocuparán nuestros puestos, más resueltos y numerosos que nunca. En alto los corazones: ¡Viva la anarquía y la revolución social!
Y recuerden de cuanto queremos decirles: el enemigo nos quiere muertos, y nos tendrá muertos para defender el privilegio y la tiranía, para humillarnos, para acobardarnos, para vencernos, destruirnos y encadenar los pueblos al carro de su esclavitud… Hay que aplastarle la cabeza. Él pasaría de buena gana sobre los cuerpos de los rebeldes, de los revolucionarios y de los libertarios: él se prepara a pisotear a la humanidad.
“Los caídos, todos los caídos, deben ser vengados ¡Guay si no lo son! Nosotros les enviamos un abrazo fraterno y el saludo augural”.