Le preguntamos a María el porqué de tomar tierras, a lo que nos contestó: “Por necesidad. Somos 160 familias, no sé si todos pensamos igual, pero creería que la mayoría sí. Por vivir en casa ajena, en propiedad ajena. Tarde o temprano teníamos que salir de ahí. De todos los casos que yo escuché acá la mayoría estaba alquilando. Supuestamente el alquiler con la cuarentena no iban a cobrar, pero era mentira. Algunos fueron desalojados porque no pudieron pagar al quedarse sin trabajo. Otros vivían en casa ajena y ¿quién no quiere tener un lugar propio? Para los hijos, para el futuro. Uno piensa siempre en los chicos”.
“No tuvimos otra posibilidad. Habría que comprar un terreno, pero ¿cuánto está para comprar? No hay plata. Este lugar estaba totalmente vacío. Fue por eso que nos metimos todos”.
Le preguntamos cómo toman las decisiones en la toma: “Tenemos reuniones acá. Hubo amenaza de desalojo y amanecimos quemando gomas. Por suerte no pasó. Apareció un abogado que nos está ayudando muchísimo. Teníamos otra comisión y otro abogado. El abogado nos jodió, nos sacó plata a todos y nos abandonó. Entonces cambiamos la comisión, somos todas mujeres y otro abogado. Ahora tenemos esperanzas.
“Hicimos una reunión y votamos: tesorera, delegada, presidenta. Cuatro mujeres que son las cabecillas principales; que tienen que estar por cualquier lado: frente a la Casa de Gobierno, reunión, lo que sea. Después estamos otras, que somos diez, yo entre ellas.
En la anterior comisión entraban a las reuniones con los funcionarios una o dos personas. Ahora cambiamos, definimos que entran cinco, cuatro mujeres de la comisión y una persona más que no sea de la comisión. Y entre todas nos informan. Eso para que nosotros tengamos confianza y creamos lo que está pasando”.
“Así como muchos necesitamos -agrega nuestra entrevistada-, otros se aprovecharon de esta situación, porque agarraron terreno y vendieron. Eso nos perjudicó porque salió en todas las redes. Ahora eso cambió, está prohibido por nosotros mismos: no vamos a permitir más que se vendan los terrenos. Si no quiere una familia quedarse acá, entonces avisa a la comisión y se le entrega a otra familia que realmente está necesitando. Sin venta se le entrega. Eso es algo que nos tranquilizó a todos. La venta terminó”.
María nos cuenta cómo es el día a día en la toma: “Pasamos frío, lluvia, tormenta. Se nos mojó todo, el colchón y la frazada. De todo pasó. Pasamos sed, traíamos agua del barrio cercano, de algunos que tienen parientes ahí. Y pasamos hambre también, porque no se podía trabajar. Nos arreglábamos con lo que había.
“Vino la CCC y nos hizo almuerzos y cenas, y de eso comíamos, a veces una vez por día. Al principio estábamos sin luz ni agua. Sin nada. Y con todos los chicos abajo de carpas. Ahora tenemos nuestra casita de lo que traemos del basural que hay cerca. Madera, chapas que estaban tiradas allá. Y con eso hicimos la casita, hasta que podamos ir comprando algo o que nos den una solución.
Finalmente, María cuenta que entre la gente de la ocupación se conocen entre todos: «Pasamos de todo y vimos lo que pasamos. Ya somos como familia. Tenemos que luchar entre todos para tener un lugar propio. Nuestro interés no es quedarnos acá. Queremos que nos ubiquen, que nos den un lugarcito para cada uno. Por nuestros hijos. Para poder vivir en paz. Hay muchos jóvenes con hijos, muchas embarazadas. Muchísimos niños. Todos tienen 4, 5, 7 hijos. Cada uno planta su arbolito, sin saber, a veces pensando ¿qué pasará? Pero por las dudas plantamos nuestro arbolito.
Cuando mi hija crezca le vamos a contar todo lo que pasamos para poder tener un lugar, pensando en ella, porque uno no sabe hasta cuándo va a llegar, así que uno lucha por ellos, por los hijos”, dice María.
Hoy N° 1837 21/10/20