En los últimos días una nueva ola de la pandemia está golpeando fuertemente en todo el planeta. En medio de una feroz batalla, los monopolios farmacéuticos no están cumpliendo con sus compromisos de efectividad, producción y entrega de las vacunas contra la Covid-19. Los países dependientes y menos desarrollados van quedando rezagados en ese reparto. Esta situación se refleja también en Argentina, donde se agravan aún más el hambre, la falta de vivienda y de trabajo. Particularmente en la provincia de Buenos Aires, que es la más golpeada del país, sobre todo en el conurbano. Al día de hoy, 21/1/21, lamentablemente tenemos en la provincia 25.883 fallecidos que representan más del 51% del todo el país. Sólo en el conurbano 21.531 bonaerenses murieron por covid-19, el 46,5% de todo nuestro país.
Queda claro que la prioridad es frenar la pandemia, derrotar al Covid-19. La crisis sanitaria potencia todas las demás crisis: económica, social, educativa. Acá y en todo el mundo.
Es en este contexto que en nuestro país se está hablando mucho de la educación. Una parte sabe de qué habla. Pero son muchos más que poco y nada saben del tema, y sin embargo “opinan” repitiendo frases hechas. Pareciera que el debate es si el nuevo ciclo lectivo es con presencialidad o sin ella. Y así pretenden mostrar a las y los docentes y sus sindicatos como negándose a trabajar. Pretenden ocultar que las y los docentes pusimos el cuerpo y el alma durante el 2020. Equipos, conectividad: pagamos su costo. Dimos nuestro tiempo: día, noche, fines de semana. Incontables horas frente a las pantallas de computadoras y celulares. Participamos en la distribución de alimentos en cada escuela. Y no faltó quien acercó su solidaridad al domicilio de estudiantes, o colaborando con los Comités de Emergencia Barrial. Hubo pocos resultados por la falta de recursos suficientes, nuestros y de nuestros alumnos y alumnas. Pero hicimos los esfuerzos y no nos arrepentimos de ello. Quedó palmariamente demostrado que las y los docentes no se pueden reemplazar con máquinas. Que la presencialidad es superior al vínculo remoto.
El ex presidente Macri y sus secuaces salieron a reclamar, “Abran las escuelas”. Patricia Bullrich, amenazante, vociferó “el docente que no concurra deberá ser reemplazado”. Conviene recordar las expresiones tan gráficas del ex ministro de Educación, Esteban Bullrich, quien nos proponía “abandonar el Falcon” (la vieja educación) y “ponernos a construir la nave espacial” (la nueva educación digitalizada) para que “niños y niñas aprendan a vivir en la incertidumbre y lo disfruten”. Ese discurso sólo sirvió para justificar la introducción de empresas de educación digital, disfrazadas de ONG, en los procesos educativos. En la provincia de Buenos Aires pusieron al frente de la DGCyE a Sánchez Zinny, cuyo principal atributo era ser titular de empresas educativas digitales. En la práctica, algunas de las principales acciones que concretaron fueron: la eliminación del Plan Conectar Igualdad en todo el país, miles de pibes y pibas no recibieron las netbooks, que tanto nos hicieron falta durante 2020, y hoy seguimos necesitando. Y la eliminación de los Bachilleratos de Adultos en PBA reemplazándolos por CENS, una parte de los cuales pasaron a formatos no presenciales. Fuimos los y las docentes quienes enfrentamos esas políticas y defendimos la escuela pública, la educación presencial y nuestro rol irreemplazable en el proceso educativo.
La presencialidad en la escuela, como modalidad principal, no solo es insustituible para el aprendizaje de contenidos diversos. Es, también, lugar de socialización de niños, jóvenes y adultos. Y junto con el trabajo es factor organizador de la sociedad. La escuela es un ámbito de construcción colectiva de conocimientos y de vínculos. Los gobernantes de cada jurisdicción deben garantizar las condiciones de seguridad para que la presencialidad sea posible. No hay lugar para ambigüedades como las de Larreta en CABA: “ahora la burbuja es todo el curso, o sección” (¿!). De esta manera no pone un solo peso para acondicionar las escuelas y de paso le transfiere su responsabilidad a las y los directivos de cada escuela si “algo sale mal”.
No es comparable la presencialidad parcial, mínima, practicada durante 2020 y la que se plantea desarrollar ahora. Por lo tanto, no acordamos con el ministro Trotta que “la vacuna es importante para el crecimiento de la presencialidad pero no es condición para la misma”. La vacunación de las y los docentes debe ser previa a su incorporación a la presencialidad. La mayoría de las y los docentes trabajamos en dos o más cargos. Lo cual puede traducirse en varios cursos, particularmente en educación secundaria. Dicho de otra manera, una cantidad muy grande de docentes estaríamos formando parte de varias burbujas, multiplicándose nuestras posibilidades de contagiarnos. Y viceversa, nuestro contagio puede afectar a muchos alumnos y alumnas.
Son varias condiciones necesarias, y ninguna es suficiente por sí misma sino complementándose con las demás, para desarrollar la presencialidad: vacunación masiva de docentes; adecuación edilicia; insumos de higiene y seguridad; designación de docentes para atender la menor cantidad posible de burbujas; designación de suplentes para el personal docente dispensado (además del licenciado); designación de auxiliares para garantizar la higiene de las escuelas y funcionamiento de comedores. Equipamiento y conectividad para docentes y alumnos y alumnas.
Esto será posible sólo con el protagonismo de docentes, auxiliares, estudiantes y familias. Es importante lograr la coordinación de las escuelas, a través de las y los delegados y los Comités de Emergencia Barrial.
Y para concretarlo se necesita dinero. Es urgente entonces: Implementar el Aporte Extraordinario a las Grandes Fortunas. Suspender el pago de la deuda externa y dejar de pagar la ilegítima. Propiciar la Ley de Tierra, Techo y Trabajo.
Hoy N° 1851 10/02/2021