Martín Miguel de Güemes nació el 8 de febrero de 1785 y murió con solo 36 años el 17 de junio de 1821. Como bien señala el historiador coronel Emilio Bidondo refiriéndose a los próceres de la Guerra de la Independencia “sus nombres han trascendido las fronteras geográficas de su pequeñísima ‘patria chica’”.
Fue querido y amado por los pobres que combatían a su lado siendo peones o criollos campesinos a quienes les ganó el corazón y la voluntad de dar batalla contra los opresores españoles hasta el fin; fue para Manuel Belgrano su “amado compañero y amigo” y para José de San Martín su “amado amigo”. Por el contrario lo odiaban y combatían las llamadas “clases decentes” de Salta, Jujuy y Tucumán que integraban terratenientes, mercaderes y declarados enemigos de la revolución, siendo realistas abiertos o solapados que anhelaban su fracaso y la restauración monárquica. Fue insobornable ante Pezuela, virrey del Perú que lo quiso comprar y también ante Olañeta. Su muerte fue consecuencia de una infame conspiración de estas clases, en acuerdo explícito y por escrito con el jefe del ejército realista Pedro de Olañeta.
Como suele suceder con los revolucionarios, en vida “las clases decentes” los odian y los combaten y cuando mueren, con el tiempo, se apropian de su simbolismo para vaciar su esencia, ocultar la verdadera historia y usarlos para sus objetivos de dominio ideológico, político y cultural sobre el pueblo.
El Fuero Gaucho
Proveniente de la clase terrateniente de Salta y Jujuy, Güemes tuvo a su cargo la lucha principal contra las invasiones realistas entre 1814 y 1821. El escenario social, económico y político de Salta y Jujuy, desde el mismo momento en que comenzó la Guerra por la Independencia, mostraba la contradicción entre las clase sociales que conformaban el complejo frente único revolucionario. La clase terrateniente cuyos ingresos y su base económica la constituía el trabajo y la producción de los originarios y criollos pobres de la región noroeste, no podía tolerar que los combatientes del Ejército patriota estuvieran protegidos en forma permanente por el fuero militar, los necesitaban para que sigan trabajando y pagando tributos. Ya el 15 de agosto de 1815 en un oficio del Cabildo de Salta a Güemes, en un momento donde los realistas no están en el territorio, le dice que “no está, pues en el orden que habiendo cesado ya la guerra en esta Capital restituidose la gente, que la hacía al antiguo estado de labrador, y paisano, sean juzgados por los militares”(…) esto es un caos, una confusión. Las actuales circunstancias exigen que todo americano sea soldado, y que desempeñe las funciones cuando sea preciso pero cuando no es llegado este caso, es un paisano, cuya sujeción inmediatamente depende de la justicia ordinaria”. Ante tal posición y exigencia se opone Güemes quien había ordenado que ningún combatiente miliciano, por el hecho de serlo, pagara tributo o arriendo a sus patrones o brindara servicios personales, típicos del régimen feudal de producción de ese momento, aun cuando no estuvieran en servicio.
La conspiración que lo llevó a la muerte
Durante todo su mando y con mayor decisión después del gran triunfo en Puesto del Marqués (Jujuy), en 1815, Güemes hizo cumplir el fuero militar para todos los combatientes. El 11 de abril de 1818, hostigado durante cuatro años por su propia clase y harto de “todos los que se interesan en el desorden, y desunión que los valientes Gauchos, que a costa de su sangre, han defendido con heroicidad la gran causa de nuestra independencia”, decide escribir el auto y manda que “todos los gauchos alistados en los respectivos escuadrones, y la tropa no sólo gozan y eternamente han de gozar del fuero militar”. Rondeau, mientras fue jefe del Ejército Auxiliar del Perú, había dispuesto que se respete “el fuero que disfrutan los gauchos”, que había instituido Güemes. Para lograr el acuerdo del gobierno nacional Güemes consulta y le pide al General Belgrano que remita el Bando del 27 de abril a Buenos Aires lo más pronto posible, lo que Manuel concreta el 3 de mayo de 1818. El director Supremo Juan Martín de Pueyrredón lo aprueba el 1º de junio y luego, el 13 de julio Belgrano se encarga de comunicarle la respuesta favorable a Güemes, lo cual sella el más importante acuerdo político entre los dos próceres, que tenía un profundo contenido revolucionario por el cuestionamiento de las relaciones sociales de producción impuestas por la Colonia e intocadas a ocho años de 1810. Tal coincidencia al mismo tiempo reafirma sus vínculos de amistad.
Este tipo de decisiones provocó el odio de su propia clase hacia Güemes y no pararon hasta provocar su muerte. El 24 de mayo de 1821 la “clase decente”, según Bernardo Frías destituye al “tirano” Güemes y nombra como gobernador a Saturnino Saravia. El 31 de mayo va de San Salvador de Jujuy a Salta y apoyado por los gauchos con fuero retoma el gobierno. Lo más trágico y revelador del rol de la “clase decente” de toda la región es que en ese momento ya estaba en marcha la infame conspiración coordinada por los cabildantes de Salta, el gobernador tucumano Bernabé Araoz y Olañeta, el jefe de las fuerzas realistas.
El 7 de junio en un ataque sorpresivo y en una encerrona Güemes es herido de muerte. El 8 de junio el Ejército realista entra en Salta y el 16 destituye al “tirano” Güemes y el Cabildo nombra gobernador a Olañeta. En su mensaje a este jefe realista Antonino Cornejo le dice: “La gratitud es ciertamente con la que debió manifestarse V.S. la virtuosa Salta, por haberle debido su sacudimiento del Bárbaro poder de un déspota que, a funesta sombra de una libertad rastrera, fue el mayor de los tiranos”. Olañeta asume el 17 de junio, el día que moría Martín Güemes. Los terratenientes y comerciantes de Salta y Jujuy aplaudían y agradecían al enemigo. San Martín a pocos días de triunfar en Lima perdía su conexión estratégica con el Alto Perú, esta situación explica en gran parte su renunciamiento en Guayaquil. Mitre, expresando su propio odio de clase contra Güemes dice que “había sublevado contra él a todas las clases ilustradas” y que “era sostenido por la plebe” y “había sido en el Norte lo que Artigas en el oriente: un prototipo de los tiranos”. La oligarquía salteña nunca podrá tapar el asesinato de Güemes, por más que se vista de “gaucho”.
La Guerra de la Independencia para el Alto Perú, como para nosotros los argentinos, no terminó en la Batalla de Ayacucho, sino en la gloriosa Batalla de Tumusla, el 1º de abril de 1825, donde fue derrotado y ejecutado el último virrey designado por el rey de España, el mismísimo general Olañeta, a manos de combatientes jujeños, salteños, tarijeños y chicheños. Lo que vino después fue la apropiación de los frutos de la independencia por la clase terrateniente y comercial que fue hegemónica en el proceso de la Revolución, tras la derrota del sector que encabezaron Moreno, Castelli, Monteagudo, Belgrano, San Martín, Artigas, Güemes, Gorriti, Juana Azurduy, Camargo, entre otros grandes patriotas. El predominio de estas clases en la organización nacional llevó a la Argentina a una nueva dependencia, a la cual nos someten hoy distintos imperialismos. Tenemos por delante la tarea de luchar por nuestra segunda y definitiva independencia para hacer honor a Güemes en el bicentenario de su muerte.
Güemes nació en Jujuy
Jorge D. Calvetti, periodista jujeño, casado con una jujeña cuya familia desciende por rama paterna de la familia de la madre de Güemes, publicó en el mes de marzo: “Los fundamentos que confirman que Martin Miguel de Güemes era jujeño”. Para ello muestra la documentación descubierta en 1982 por el coronel Emilio Bidondo, historiador jujeño, en el Archivo General de Simancas, España, en donde se encuentra la foja de servicios del cadete Güemes en momento en que se incorpora al Regimiento de Infantería de Buenos Aires III Batallón, 7º Compañía donde consta: “El cadete Dn Martin Güemes… su edad 17, su país Jujuy”. Tal condición la confirma Pezuela quien en sus memorias dice: “gauchos de campo agitados por un Güemes natural de Jujuy”. El Dr. Julio Argentino Villafañe Ovejero, médico salteño que ejerció en Jujuy, afirma que nació en una vivienda próxima a El Carmen y San Antonio de la finca La Quinteja, adonde su madre María Magdalena de Goyechea y la Corte tuvo que detenerse para el parto, quién era descendiente directa del fundador de Jujuy, iban camino a Salta por la Quebrada de Los Sauces adonde su padre fue trasladado para hacerse cargo de las Cajas Reales que hasta ese momento estaban en Jujuy.
Escribe Benito Carlos Aramayo
Hoy N° 1868 16/06/2021