La segunda huelga patagónica, entre octubre y diciembre de 1921, tuvo la característica de la organización de los huelguistas en columnas. Hubo tres grandes, al norte de Santa Cruz, al centro y al sur, todas con subdivisiones. Una característica común es que las columnas estaban conformadas por decenas o cientos de trabajadores, según el caso, de los cuales apenas una ínfima minoría estaba armada, con las escopetas y revólveres que requisaban en las entradas a las estancias, de las que se llevaban también caballos, autos, víveres, y de rehenes a los dueños o gerentes.
La columna norte (San Julián y Deseado) estaba al mando de José Font (Facón Grande), carrero criollo que no había participado de la primera huelga. En esta columna jugó un destacado papel Albino Argüelles (secretario general de la Sociedad Obrera de San Julián). Sobre Argüelles hubo durante años una polémica sobre su filiación política. Osvaldo Bayer lo da como “libertario” pero no enemigo de los socialistas internacionalistas. El Partido Socialista lo daba como afiliado. Otto Vargas muestra documentación que demuestra que Argüelles era un obrero porteño que, como muchos otros, pasó del Partido Socialista al Partido Comunista, y en carácter de tal actuó en las huelgas patagónicas. En esta columna podemos nombrar además a Francisco Durán “El Andaluz”, José Balcarce, Antonio Echeverría, “El Paraguayo” y José González “El Porteño”. La mayoría de estos dirigentes fueron fusilados en Tres Cerros, Estancia San José y Jaramillo.
En el centro de la provincia (Puerto Santa Cruz y Río Chico), la huelga fue dirigida por Ramón Outorelo, y entre otros dirigentes estaban José Descoubiere, El Ruso León, El Ruso Chico Villafañe, Pablo Rodríguez, Manuel Fernández García (a) El Lerdo, entre otros. Esta columna fue abatida centralmente en la Estancia Bella Vista.
En el sur santacruceño (Lago Argentino y Lago Viedma) el dirigente principal fue Antonio Soto, con columnas móviles que llegaron a contar con 600 integrantes. Aquí estaban Pablo Schulz, joven anarquista alemán, Roberto Triviño Cárcamo, “El Alemán” Otto, entre muchos otros. Establecieron como base la estancia La Anita, de los Menéndez Behety, desde donde partían hacia las distintas estancias a hacer requisas que eran debidamente anotadas y a cambio de las cuales se entregaban boletas firmadas por el mismo Soto. Esta columna fue la última en caer. Soto ya conocía los fusilamientos de Facón Grande y de Outorelo, y se produjo un fuerte debate entre los que planteaban enfrentar al ejército y los que, como Soto, argumentaron que lo mejor era huir a Chile.
El teniente coronel Varela, al mando del Regimiento 10 de Caballería, arriba a Santa Cruz el 9 de noviembre. Varela divide su tropa en tres “comisiones” enviándolas a los puntos en conflicto. Varela en persona va a la zona de Cifre-Paso Ibáñez. En la estancia Cifre se produce, relata Bayer en La Patagonia rebelde, el primer fusilamiento de un obrero, cifra que a fin de diciembre, principios de enero, llegaría a 1500.
Se llamaba Triviño Cárcamo, y había tomado parte de los que intentaron entrar a esa estancia, propiedad de terratenientes alemanes de apellido Schroeder. Detenido por los estancieros y la policía, estaba atado a un molino cuando llegó Varela. Le contaron que Tiviño se reía de sus captores y gritaba “¡viva la huelga!”. “Todo esto fue relatado a Varela quien luego de escuchar el informe policial, dijo escuetamente: ‘éste ya no se va a reír más, fusílenlo inmediatamente’”, dice Bayer.
Otto Vargas, en el tomo 2 de El marxismo y la revolución argentina, afirma, sobre las responsabilidades en la masacre: “Dando una lección histórica al movimiento obrero, el gobierno radical de Yrigoyen aprobó —el 1º de octubre de 1921— la supresión de la pena de muerte: enseñó así al proletariado que la voluntad de las clases dominantes, de ser necesario, se impone con o sin leyes que la faciliten. Pocas semanas después ese mismo gobierno fusilaría y asesinaría, con los métodos más viles y crueles, a centenares de obreros. Una masacre que sólo se puede comparar con la matanza de enero de 1919, perpetrada por ese mismo gobierno radical, o con el genocidio llevado adelante por la dictadura de Videla-Viola en 1976. Y el que encabezó esa masacre, el Tte. Cnel. Varela, enviado personalmente por el presidente Yrigoyen, con instrucciones directas de éste, de su ministro de Guerra y de su ministro del Interior, lo hizo con un bando público que establecía la pena de fusilamiento, pese a la mencionada ley de anulación de la pena de muerte que se acababa de aprobar”.
Hoy N° 1891 24/11/2021