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23 de febrero de 2022

Otto Vargas, secretario general del PCR fallecido el 14 de febrero de 2019

La doctrina marxista atraviesa los mares

Reproducimos un extracto de la primera charla del curso dado por el querido Otto Vargas, secretario general de nuestro Partido, en el año 2001, curso publicado en “Conferencias. Aportes al estudio de El marxismo y la revolución argentina”, en el 2005 por Ediciones del Instituto Marxista-Leninista-Maoísta de la Argentina.

La primera cuestión que quiero remarcar es la importancia de la doctrina. Porque la doctrina es una doctrina científica, y atraviesa los mares, atraviesa los continentes. Por ejemplo, de aquella represión en la Comuna de París, escapó viva Luisa Michel, la heroína que dirigió a las mujeres de París en las barricadas de la Comuna; a aquellas costureras, lavanderas, mujeres del pueblo, que formaron batallones y lucharon junto a los obreros, y tuvieron en ella una líder, una dirigente. Luisa Michel fue deportada, fue a la Polinesia. Luego escapó de la Polinesia. ¿Y saben adónde fue? A Chiapas. Ella fue la primera que difundió las ideas socialistas en Chiapas. No fue el subcomandante Marcos el primero en difundir esas ideas. Quiero decir con esto que hay una historia muy larga, atrás incluso de lo que hoy sucede en Chiapas.

Un día llegó a Casilda, sur de Santa Fe, un obrero con su mujer, que era ciega. Se quedó allí y comenzó a organizar sindicatos, fue el fundador de las organizaciones anarquistas. Después fundó el Partido Comunista y lo ganó para la lucha a Florindo Moretti, que fue un dirigente ferroviario muy importante. Aquel obrero, Arturo Dupont se llamaba, había sido estafeta de Luisa Michel en la Comuna de París cuando tenía 13 años. Vean entonces cómo las ideas dan vuelta al mundo, corren, llegan…

En la revolución de 1905 en Rusia, hubo un acontecimiento heroico que fue la insurrección del acorazado Potemkin. Hay una película sobre este hecho que es un clásico del cine mun­dial. Y muchos de los que escaparon de la represión del acorazado Potemkin llegaron aquí, a la Argentina, en 1906. En 1908 llegaron 60 marinos del Potemkin. Algunos fueron a Tucumán, otros se quedaron en Buenos Aires y un grupo fue a Carlos Casares, ahí al lado de Trenque Lauquen. Había uno en Carlos Casares que se llamaba Makárov.

Algunos de estos emigrados del Potemkin se carteaban con Lenin y fundaron una agrupación de ayuda al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso. Esto es notable porque, cuando triunfó la Revolución Rusa en «1917, Lenin era un desconocido; todos se preguntaban: «¿Quién es ese Lenin?». «Un tal Ulianov.» Nadie lo conocía. Los bolcheviques eran un grupo minoritario, pequeño, «un grupo de carbonarías» como decían, de revolucionarios (también algunos nos ven así a nosotros: «raros»). Aquellos inmigrantes se carteaban con Lenin y Lenin conocía cosas de Argentina. Tenía una corresponsal en Buenos Aires, la Bondareva, de quien se habla bastante en este libro, que fue una de las fundadoras del Partido Comunista en 1918.

Quiero decir esto porque nuestra doctrina es mundial, porque la lucha de la clase obrera es internacional y va llegando con sus ideas a través de formas tan extrañas como ésta de Lui­sa Michel, de Arturo Dupont, de Makárov. La burguesía cantó victoria tras la derrota de la Comuna de París: «Ha muerto el comunismo», «ya no existen, dónde están… «, pero luego reaparecen los Dupont, las Luisa Michel, los que llevan la semillita y vuelve a nacer el árbol de la lucha…

Entonces, ¿cómo nosotros no vamos a ser respetuosos con los que nos precedieron? ¿Acaso podemos poner el centro en que estaban errados en tal cosa, o en tal otra…?

 

La oleada mundial de entusiasmo que generó la Revolución Rusa

En este libro se trata de reflejar el clima generado por el triunfo de la Revolución Rusa, la oleada de entusiasmo que despertó en todo el mundo. «¡Triunfó la revolución en la sexta parte de la tierra! ¡Los obreros tomaron el poder!». En el libro se relata lo que dijo Chiarante, lo que dijo Contreras, lo que dijo Codovilla… Y la burguesía, que decía: «¡Cuánto puede durar esto, 10 días, 40 días! ¿Cuánto pueden durar esos tipos? Ni se sabe quién los dirige. ¿Quién es ése, cómo se llama, Lenin, Ulianov…?».

En la clase obrera despertó un entusiasmo increíble. Y en lo mejor de la intelectualidad, también. José Ingenieros, que fue inicialmente un periodista de izquierda (y había levantado, junto con Lugones, una consigna correcta sobre la violencia en el Primer Congreso socialista), cuando vino la Revolución Rusa dijo: «La nueva Galilea es Rusia, y sus profetas son los bolcheviques». Y adhirió a la Revolución Rusa. Con todas las limitaciones que tenía Ingenieros, de las que no viene al caso hablar ahora.

Borges, ese hombre tan reaccionario, y que escribe tan bien, tan maravillosamente bien, escribió entonces los Salmos Rojos. Varios escritores apoyaron la Revolución Rusa: Elías Castelnuovo, después Roberto Arlt, y otros.

Sobre los obreros cuento el caso de Rospides, tal como lo relata Loza en su libro. Este obrero del sur de Santa Fe, cuando triunfó la Revolución Rusa, agarró el «mono», como se decía antes, agarró la linyera, se subió a un vagón de carga y se fue a llevar la nueva, la buena nueva, pueblo por pueblo, a los obreros rurales. Y ésos fueron los que hicieron la Patagonia Rebelde, como el «Gallego» Soto; como el responsable militar, que se llamaba Otto, un peón alemán cuyo apellido se desconoce (Osvaldo Bayer no logró descubrirlo en su investigación sobre la lucha de la Patagonia), que por el dialecto parecía provenir, dice Bayer, de la zona del Rin, y que fue el responsable militar por haber luchado cuatro años en la guerra, sin alcanzar ningún grado militar; que cuando lo llevaban para fusilar, sabiendo que no volvería a ver su paisaje natal, dijo una frase tan bella: «Grüsse an die alte Heimat», «Recuerdos para la vieja Patria».

Hay que tener en cuenta la situación que se había creado, porque ése fue un momento muy especial. Como dijo un dirigente, Mateo Fossa, que después adhirió al trotskismo: «Se ganaban las asambleas porque nosotros defendíamos a la Revolución Rusa.

Y acá en esta sala hay otra generación a la que le pasó lo mismo con la Revolución Cubana. De pronto triunfó la Revolución Cubana y se vio que la revolución podía triunfar en América Latina. Nosotros creíamos que la revolución podía triunfar en cualquier lado, ¿pero acá, en América Latina, cuándo? ¡Vaya a saber cuándo! Y triunfó en Cuba, y sucedió algo muy parecido a lo que les había pasado a los comunistas después del ’17. ¿Qué pasó en el ’17? Se quisieron aplicar aquí las mismas políticas y los métodos que habían servido en Rusia, pero acá no servían. Y en América Latina hubo una generación, miles de muchachos, que dieron su vida pretendiendo aplicar aquella teoría del foco que tenía Fidel Castro: «El foco, hasta en Berlín Occidental. Dénme 25 en Brasil, que sean… -dijo una expresión como… como si los brasileños no fueran eso- dénme 25 que yo hago la revolución en Brasil». Y miles de jóvenes murieron. Entonces, están las dos cosas: ese entusiasmo que despierta el triunfo de la Revolución, que se contagia mundialmente, y la tendencia a copiar, a calcar eso.

 

Hay una tradición a defender

Y también, compañeros, hay una tradición a defender; que costó mucha sangre. Eso es muy importante.

Nos sentimos orgullosos de que fuera el Ejército soviético el que derrotó a Hitler y que la bandera plantada en el Reichstag en Berlín fuera la bandera roja con la hoz y el martillo. Pero hay que saber que de cada 100 comunistas que fueron al frente, sólo volvieron 4. Y que no es lo mismo reconstruir el país y avan­zar en la construcción socialista contando con esos 100 comu­nistas, que con sólo los cuatro que volvieron.

De los comunistas, hay que decir que hemos sido derrotados. El capitalismo se restauró en la Unión Soviética, en China y en los demás países socialistas. Pero no fuimos derrotados en un baile de salón, en un baile de «carquís», como dirían los mexicanos. No, hemos sido derrotados en el duro fragor de la lucha de clases. Entonces, ha sido dura la lucha, como fue dura la lucha en la Revolución Cultural, y como ha sido la lucha de clases en la Argentina. Y esas tradiciones las tenemos que defender. Las tradiciones viejas de los comunistas, y las tradiciones nuevas del Partido Comunista Revolucionario, de sus mártires. Todo eso.

 

Hoy N° 1902 23/02/2022