La violencia: partera del nuevo sistema social
Desde el momento en que la sociedad fue dividida en clases, las clases dominantes establecieron su máquina de Estado para oprimir y explotar a las clases dominadas por ellas. El Estado es el instrumento de la violencia empleado por las clases dominantes para aplastar toda resistencia que pueda surgir en las clases dominadas. Los dominadores emplean tropas, policías, espías, tribunales de Justicia y prisiones contra los dominados. Las clases explotadoras en el Poder emplean siempre, por una parte, la violencia para reprimir a las clases explotadas. Por otra parte, emplean a sus “teóricos” para esparcir el pacifismo y la teoría de la “no violencia” tratando de que los explotados se resignen a su destino sin recurrir a la violencia para resistir a las clases explotadoras en el Poder.
Sin embargo, los que constantemente recurren a la violencia para la represión del pueblo trabajador, son los que claman contra el uso de la violencia. La violencia a la que se oponen y atacan es la que los oprimidos y explotados por ellos emplean para resistirlos, en tanto que la violencia que ellos emplean frecuentemente para reprimir al pueblo trabajador la proclaman como un favor que conceden a este último.
Los que han tragado el veneno del pacifismo y humanitarismo burgueses se oponen a toda clase de violencia. No hacen ninguna distinción del carácter de clase de los diversos tipos de violencia. Para ellos la violencia empleada por la burguesía con objeto de reprimir al proletariado y la violencia empleada por el proletariado para resistir a la burguesía son una y la misma cosa. Lenin dijo una vez: “Hablar de ‘violencia’ en general, sin distinguir las condiciones que diferencian la violencia reaccionaria de la revolucionaria, es equipararse a un filisteo que reniega de la revolución, o bien, sencillamente, engañarse uno mismo y engañar a los demás con sofismas”(1)
Para los pacifistas, todo tipo de violencia es malo. Frente a la muerte causada por la violencia, lo único que pueden hacer es gemir y lamentarse. No saben nada de la ley del desarrollo social. Sólo ven el lado feo de la violencia y no comprenden que, además de su fealdad, juega un papel revolucionario en la historia. Marx dijo una vez que la violencia “es la partera de toda vieja sociedad que lleva en su seno otra nueva”.
El revisionismo y la violencia
Hoy en día los revisionistas contemporáneos y los oportunistas de derecha del movimiento comunista y del movimiento obrero siguen batiendo la lengua sobre “paz” y “humanitarismo”; no se atreven a mencionar la palabra “violencia”. Para ellos la violencia es tabú. Temen la palabra “violencia” como la sanguijuela a la cal. El hecho es que han negado la teoría marxista-leninista sobre el papel de la violencia en la historia. Hace más de ochenta años, al criticar la filosofía reaccionaria de Dühring, Engels escribió: “Para Herr Dühring la violencia es el mal absoluto; el primer acto de violencia es para él el pecado original. Toda su exposición es una jeremiada sobre la manera en que hasta hoy la historia se ha contaminado así por el pecado original, sobre la infame desnaturalización de todas las leyes naturales y sociales por este poder diabólico: la violencia. Pero, la violencia juega todavía en la historia otro rol: un rol revolucionario; según las palabras de Marx, ella es la partera de toda vieja sociedad que lleva en su seno otra nueva; es el instrumento con ayuda del cual el movimiento social se abre camino y hace añicos las formas fosilizadas y muertas; de esto no hay ni una sola palabra en Herr Dühring” (2)
Los comunistas no son tolstoístas o discípulos de Gandhi que predican la “no violencia”. Tampoco difunden la idea de la “violencia por la violencia”. No son “belicosos” y “sedientos de sangre” como siempre dicen los reaccionarios para calumniarlos. Simplemente muestran los comunistas un hecho, es decir, la violencia es un fenómeno social, un resultado de la explotación del hombre por el hombre y un medio empleado por los bloques dominantes y explotadores para mantener y extender su dominación. Los comunistas sostienen que la clase obrera y el resto del pueblo trabajador –víctimas de la explotación y dominación– deben recurrir a la violencia revolucionaria para aplastar a la violencia contrarrevolucionaria, de modo que puedan lograr su propia emancipación y que la sociedad pueda avanzar de acuerdo con la ley del desarrollo histórico. Hace más de cien años Marx y Engels establecieron claramente en el Manifiesto Comunista: “El proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación” (3).
También dijeron: “Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente”(4).
Los comunistas plantean el rol histórico que juega la violencia no porque sean “maníacos” de la violencia sino porque es una ley que rige el desarrollo social de la humanidad. No puede triunfar ninguna revolución y ningún desarrollo de la sociedad humana es posible sin entender esta ley.
La dictadura del proletariado
La causa revolucionaria del proletariado no significa una simple barajada del personal gubernamental o un simple cambio de gabinete mientras sigue intacto el viejo orden político y económico. La revolución proletaria no debe conservar la máquina del Estado (policía, gendarmes, fuerzas armadas y estructura burocrática existentes), empleada principalmente para oprimir al pueblo sino que debe aplastarla y reemplazarla por una absolutamente nueva. Esta es una de las condiciones que marcan la diferencia entre la revolución proletaria y la revolución burguesa. La revolución burguesa no aplasta la máquina del Estado feudal existente, sino que se apodera de ella, la mantiene y la perfecciona. Por el contrario, la revolución proletaria aplasta la máquina estatal existente del sistema capitalista.
La revolución proletaria es un proceso de aguda lucha en la cual la burguesía es derribada, el orden burgués es destruido, las propiedades de los capitalistas y terratenientes son confiscadas y se realiza la propiedad pública de los diversos principales medios de producción. La clase obrera no se apodera simplemente de la máquina estatal existente ni transfiere la máquina estatal militarista burocrática de las manos de la burguesía a las suyas. Debe aplastar la máquina estatal burguesa y establecer una nueva máquina estatal propia, es decir, la dictadura del proletariado. Aplastar la máquina estatal existente es “la condición preliminar de toda revolución popular verdadera”. En una carta a L. Kugelman en 1871, Marx consideraba que tal acción era esencial para todos los países de Europa continental, y que en los años de 1870 a 1880, en los países fuera del continente europeo, tales como Inglaterra y los EEUU, era posible que la clase obrera se apoderara del poder estatal por medios pacíficos, porque en ese tiempo el capitalismo no había crecido hasta transformarse en el capitalismo monopolista y todavía no se habían desarrollado en Inglaterra y EEUU el militarismo y la burocracia. Este era el estado de cosas antes de que surgiera el imperialismo. Pero al comenzar el siglo XX, cuando el capitalismo prevalecía en todos los países y se desarrollaba hasta alcanzar su etapa superior, es decir, el imperialismo, y cuando el militarismo y la burocracia comenzaron a aparecer en Inglaterra y los EEUU, la posibilidad de apoderarse del poder estatal por medios pacíficos no existía ya en esos dos países. En 1917 Lenin escribió en El Estado y la Revolución que esta tesis de Marx con su limitada aplicación al continente ya no podía aplicarse y que en Inglaterra o EEUU la demolición de la maquinaria estatal existente ya se había convertido en la condición primordial para cualquier revolución popular auténtica. En 1918, en La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Lenin consideraba esta cuestión como una ley universal: “La revolución proletaria es imposible sin destruir violentamente la máquina del Estado burgués y sin sustituirla por otra nueva…” (5).
Cuando Lenin criticó la llamada tesis de Kautsky de que “la transición podía ocurrir pacíficamente, es decir, de una manera democrática”, señaló claramente que este era un intento de ocultar a los lectores el hecho de que la violencia revolucionaria es el signo fundamental del concepto de la dictadura del proletariado, y que era un fraude encaminado a sustituir la revolución violenta por la revolución pacífica. Dijo: “todos los subterfugios, los sofismas, las viles falsificaciones de que Kautsky se vale, le hacen falta para rehuir la revolución violenta, para ocultar que reniega de ella, que se pasa al lado de la política obrera liberal, es decir, al lado de la burguesía. Ahí está el quid” (6).
Extracto de un artículo de Vo Nguyen Giap publicado en El hombre y el arma, pág. 153 a 158, ediciones La Rosa Blindada, 1968.
Notas
(1) V.I. Lenin: La Revolución Proletaria y el renegado Kautsky
(2) F. Engels: Anti-Dühring
(3) C. Marx y F. Engels: Obras escogidas en dos tomos, tomo 1, pag. versión española, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1951.
(4) C. Marx y F. Engels: Obras escogidas en dos tomos, tomo 1, pag. 52, versión española, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1951.
(5) V.I.Lenin: La revolución proletaria y el renegado Kautsky, pag 12 versión española. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú.
(6) V.I.Lenin: La revolución proletaria y el renegado Kautsky, pag 14 versión española. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú.