Las medidas tomadas por la Unión Europea son consecuencia directa de la invasión imperialista rusa a Ucrania y la guerra que ya lleva casi seis meses. Rusia ha cortado o disminuido el envío de gas a muchos de los 27 países de la UE, en medio de sanciones y contrasanciones.
A partir de la guerra se dispararon los precios de la energía, tanto eléctrica como de gas, por la escasez de petróleo y en particular del gas ruso, que es el 40% del que se consume en Europa. Esto se suma a los aumentos en los combustibles, que han acelerado la inflación a niveles desconocidos en la llamada “eurozona”, llegando a casi un 9% interanual.
La petrolera rusa Gazprom, a partir del inicio de la invasión a Ucrania a fines de febrero, redujo en un 31% sus exportaciones de gas hacia los países no pertenecientes a la postsoviética Comunidad de Estados Independientes (CEI). Además, el gigante estatal ruso disminuyó en julio los flujos del gasoducto Nord Stream, que une Rusia y Alemania a través del mar Báltico, a solo un 20%, una semana después de que los cortara por completo durante un período de mantenimiento de 10 días. «Debemos prepararnos para un escenario en el que todos vivamos sin gas ruso», dijo a mediados de julio el presidente francés, Emmanuel Macron.
Para enfrentar esta situación, y prepararse para el invierno del hemisferio norte, los gobiernos de los 27 países de la UE acordaron reducir su consumo de gas en al menos un 15% entre agosto de 2022 y marzo de 2023.
Además, gobiernos como el español han dispuesto que los comercios, establecimientos culturales, aeropuertos y estaciones de trenes y colectivos tendrán que mantener el aire acondicionado a un mínimo de 27°. En invierno, la calefacción no podrá superar los 19°. Y también que se apaguen las luces de vidrieras o edificios desocupados a partir de las 22 hs.
Medidas similares se están aplicando en otras capitales europeas, como París.
En Alemania se está desarrollando un gran debate alrededor de estas restricciones. Por un lado, las empresas de energía han incrementado los costos del gas y la electricidad, y aumentaron las cargas impositivas. Además, el gobierno alemán “recomienda” a la población apagar luces, tomar duchas cortas o usar la bicicleta en vez del auto.
Distintas organizaciones políticas y asociaciones de consumidores alemanes están denunciando que los principales consumidores de gas son los monopolios de la industria automotriz, siderúrgica, química y farmacéutica y de ingeniería mecánica, con un 37%, y no sólo no se les restringe el consumo, sino que están obteniendo subsidios pese a las fabulosas ganancias obtenidas. Mientras, el conjunto de la población sigue pagando constantes aumentos (28% más que el año pasado en electricidad).
El gobierno alemán, además, impuso una nueva tasa al consumo de gas, que implicará un gasto extra de 500 euros anuales para cada familia. Por las protestas, el gobierno tuvo que reducir el IVA sobre el gas natural, del 19%, a un 7% hasta el 2024.
Junto con estas medidas, los distintos gobiernos y la propia Unión Europea están tirando al tacho de la basura sus planes de energías “renovables” y “limpias”, y aprobando plantas de energía de carbón y petróleo. Esto es impulsado principalmente por los grandes monopolios industriales. El presidente de la Federación de Industrias Alemanas, Siegfried Russwurm, recientemente reclamó “más velocidad” en el cambio de gas a carbón y petróleo.
En distintos países europeos crecen las movilizaciones y campañas de protesta ante los aumentos de las tarifas. En Gran Bretaña circula por las redes el llamamiento “No pague Reino Unido”, para no pagar las facturas a partir de octubre.
Hoy N° 1927 24/08/2022